Por tierra, mar y aire: tres importantes factores que afectan al medioambiente
En lo más profundo de los océanos, en las cimas de las montañas… En cualquier lugar se acumulan residuos. El impacto de la actividad humana no tiene límites. La contaminación en todas sus variantes, el cambio climático, la conversión de hábitats naturales en tierras agrícolas dañan el medioambiente.
Cuando el submarinista Víctor Vescovo llegó a las fosas Marianas en la inmersión humana más larga y profunda realizada hasta el momento, habló de decepción por hallar restos de plástico en lo más remoto de los océanos, a más de 11.000 metros de profundidad. Muy lejos de allí, a miles de metros sobre el nivel del mar y en la cordillera más alta del mundo, el Everest acumula kilos y kilos de basura en forma de bolsas de plástico, cuerdas y botellas de oxígeno vacías.
Entre el punto más profundo de las fosas Marianas y el más alto del Himalaya se abre el campo de actuación de los humanos. Un espacio en el que se produce plástico, se gasta y se tira de forma constante para mantener un estilo de vida que deja una profunda huella en el planeta. Un espacio en el que también se acumula la basura y el impacto de nuestra actividad es cada vez más visible.
Este es un repaso de algunos de los factores que más afectan al medioambiente. Son tres y lo hacen de forma inmediata, a nivel global y debido a la acción humana: la contaminación, el cambio climático y los cambios en los usos del suelo.
El caso más visible: la contaminación
Hablamos de contaminación ambiental cuando determinados elementos o sustancias entran en un entorno en el que no deberían estar presentes y en el que producen efectos nocivos. Existen diferentes tipos de contaminación, como la atmosférica, la hídrica, la que afecta a los suelos, la acústica o la lumínica.
Actualmente, uno de los elementos contaminantes que resultan más visibles y que más llaman la atención es el plástico. “Su uso masivo y la falta de sistemas efectivos de reutilización y reciclaje hacen que una gran cantidad de residuos plásticos acabe cada día en el medioambiente”, explica María Isabel Arce, investigadora en el departamento de Ecología e hidrología de la Universidad de Murcia (UM).
“Muchos de estos plásticos se erosionan lentamente y acaban convirtiéndose en partículas muy pequeñas, los conocidos como microplásticos. Los organismos filtradores los incorporan a su biomasa, de modo que pasan a formar parte de las cadenas tróficas de los seres vivos y terminan llegando a las de los seres humanos”, añade Arce.
De acuerdo con la ‘Beat Plastic Pollution Practical Guide’ de la UNEP –el programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente–, producimos unos 430 millones de toneladas de plástico al año. Entre 19 y 23 millones de estas toneladas acaban en ecosistemas acuáticos, donde dañan tanto a especies animales como vegetales: se calcula que la basura marina afecta negativamente a más de 800 especies y que más del 90 % de todas las aves y peces tienen plástico en sus estómagos, muchas veces en forma de microplásticos.
Pero el plástico no es el único contaminante que preocupa por su impacto. La presencia de gases y partículas en suspensión en el aire o de fertilizantes nitrogenados en las aguas también deja una huella importante en nuestro entorno y en nuestra salud.
“Además, debemos tener en cuenta otros tipos de contaminación, como la lumínica, que está alterando los ciclos y los ritmos biológicos de especies fotosintéticas, como el plancton, o de otras que necesitan la oscuridad para actividades tan básicas como alimentarse, descansar o reproducirse”, explica Arce.
El cambio climático
Olas de calor, sequías continuadas o alteración de las temperaturas de los océanos. Las consecuencias del cambio climático antropogénico afectan negativamente a los ecosistemas de todo el planeta. De hecho, han dejado ya una huella irreparable: en 2022, la ONU reconoció por primera vez el cambio climático como la causa principal de la extinción de tres especies.
Se trata de un roedor endémico de una isla de Australia que vio desaparecer su hábitat por la subida del nivel del mar, de una zarigüeya también australiana que no pudo superar los efectos de una gran ola de calor y de un sapo endémico de Costa Rica que sufrió hasta el extremo los cambios en su ecosistema. Estas tres especies son ya un símbolo de un problema que afecta a los ecosistemas y los seres vivos de prácticamente cualquier rincón del planeta.
Detrás de este factor está, de nuevo, la actividad humana. “El calentamiento global es consecuencia de muchas acciones que implican la quema de combustibles fósiles, el uso de los vehículos o la actividad de las empresas”, explica la profesora de ecología de la UM. “Esto contribuye a que la temperatura media del planeta se incremente, algo que tiene consecuencias en todos los niveles o compartimentos de la Tierra”.
“El planeta sufre. Las sequías, las lluvias torrenciales, el derretimiento de los casquetes polares, la subida del nivel del mar… Todo esto tiene un impacto muy importante en los ecosistemas. Pensemos, por ejemplo, en el calentamiento del océano, que lleva a la pérdida de especies sensibles como los arrecifes de coral”, ejemplifica Arce.
Los cambios en los usos del suelo
En los últimos siglos, los paisajes de nuestro planeta han cambiado drásticamente: gran parte de los hábitats silvestres, antes cubiertos de bosques, zonas de baja vegetación o territorios áridos, han sido convertidos en tierras agrícolas. De acuerdo con Our World in Data, la mitad de toda la tierra habitable se utiliza hoy en día para la agricultura. Esto deja sólo el 37 % de la tierra para los bosques y el 11 % para arbustos y pastizales.
“Estamos transformando muchos sistemas naturales en sistemas antropizados, humanizados a favor de la agricultura”, señala esta experta. Producir alimento reduciendo los costes y en cantidades masivas tiene numerosas consecuencias para los ecosistemas. “Entre otras, conduce a la pérdida de biodiversidad, tanto macroscópica como microscópica”.
“Un ejemplo muy claro de este impacto lo tenemos en la deforestación de la Amazonía. También podemos ver la transformación del paisaje en los sistemas áridos del sureste español. Son lo natural, pero como son considerados pobres, se roturan para acoger sistemas de agricultura de regadío. Esto impacta a su vez en el ciclo del agua y en muchos otros aspectos”, continúa la investigadora en el departamento de Ecología e hidrología de la Universidad de Murcia (UM).
La expansión de la agricultura ha sido uno de los mayores impactos de la humanidad sobre el medioambiente a lo largo de la historia. De hecho, se calcula que la agricultura es una amenaza para 24.000 de las 28.000 especies catalogadas como amenazadas en la Lista Roja de la Unión Internacional de la Conservación de la Naturaleza (UICN). Entre estas especies hay desde insectos como saltamontes hasta mamíferos como gibones, pasando por plantas, peces y reptiles.
Cambio de paradigma para frenar el calentamiento global
Para entender el impacto que estos factores tienen en el medioambiente es importante tener en cuenta que todos ellos (y sus consecuencias) están interrelacionados. La producción de plástico, por ejemplo, conlleva uno de los procesos de fabricación más intensivos en energía del mundo, que deja tras de sí la emisión de millones de toneladas de gases de efecto invernadero (GEI) que causan el cambio climático.
A su vez, cuando talamos bosques para dejar paso a tierras de cultivo, no sólo estamos eliminando una gran cantidad de carbono acumulado, sino también un gran aliado para seguir capturándolo y frenar el calentamiento global. Y un porcentaje importante de la comida que se produce en estas nuevas tierras agrarias da la vuelta al mundo y se comercializa envuelta en un plástico que puede terminar en el alto del Himalaya o en el fondo del océano.
“La solución que se presenta a todos estos problemas es establecer un cambio de paradigma y de modelo de consumo”, reflexiona Arce. “Actualmente somos muy dependientes de la tecnología, de la industria y de actividades que tienen un importante impacto en el planeta. Un primer paso para solucionarlo es eliminar, o al menos reducir, esta dependencia”.