¿Por qué la UE prohíbe la purpurina? Adiós a la fiesta de los microplásticos
La Unión Europea considera que estos microplásticos se han convertido en un problema medioambiental que afecta a ecosistemas y cadenas alimentarias. A estas restricciones, que han comenzado por la cosmética ‘brilli brilli’, le seguirán otros productos que contienen partículas de polímeros sintéticos resistentes a la degradación.
Las purpurinas, tan coloridas y brillantes, son, básicamente, partículas de polímeros sintéticos inferiores a cinco milímetros, orgánicas, insolubles y resistentes a la degradación. En una palabra, microplásticos. La Comisión Europea acaba de restringir la venta de productos que incorporen intencionadamente el ‘brilli brilli’. Los primeros en prohibirse –el 15 de octubre de 2023– serán la purpurina y las microesferas usadas en cosmética para exfoliar u obtener una textura, fragancia o color específicos.
“En otros casos, la prohibición de venta se aplicará después de un período más largo, para dar a las partes afectadas tiempo para desarrollar alternativas y aplicarlas”, explica la Comisión Europea en comunicado de prensa. Esos “otros casos” son, por ejemplo, el material de relleno granular utilizado en superficies deportivas sintéticas, juguetes, detergentes, suavizantes, fertilizantes o productos fitosanitarios y sanitarios. Este se ha identificado como “la mayor fuente de microplásticos intencionales en el medioambiente”, con emisiones de hasta 16.000 toneladas.
Estas nuevas normas se encuadran dentro del objetivo europeo de reducir la contaminación por microplásticos en un 30 % de aquí a 2030. Gracias a ellas se evitarán alrededor de medio millón de toneladas de estas pequeñas partículas.
¿Qué microplásticos están permitidos?
Quedan exentos de prohibición de venta los productos que contienen microplásticos pero no los liberan, aquellos en los que se puede reducir su liberación al mínimo (materiales de construcción), los utilizados en zonas industriales y los que ya están regulados por otra legislación de la UE (medicamentos, alimentos, piensos). Se podrán seguir vendiendo, aunque sus fabricantes tendrán que notificar cada año a la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA por sus siglas en inglés) sus emisiones de microplásticos estimadas, así como proporcionar instrucciones para usar y eliminar sus productos de manera que no liberen estas partículas.
En paralelo a la prohibición del uso intencionado de microplásticos, la Comisión trabaja para reducir las emisiones procedentes de residuos plásticos y basura, y los que se escapan de manera accidental de la ropa y en la pérdida de granza –proceso de reciclaje de plásticos– o en la degradación de los neumáticos. Según los datos que maneja la UE, estas pérdidas involuntarias derivadas del uso de productos de plástico ascienden a unas 176.000 toneladas al año.
Julio Guinea, profesor de Derecho de la Unión Europea en la Universidad Europea, se felicita por las medidas restrictivas de la Comisión Europea, haciendo honor a su principio fundacional de trabajar por un planeta más sostenible para las nuevas generaciones. Pero, a su juicio, de poco sirve, en un mundo globalizado, que un territorio limite o impida la purpurina y demás microplásticos si otros –productores y consumidores–, siguen permitiéndolos. “Los plásticos viajan; los peces se pescan en una punta del globo y se comen en la otra. Hace falta un gran tratado internacional sobre la materia, liderado por la ONU”, reclama.
Una acción desigual
Hasta el momento, cada uno lucha a su manera contra los plásticos. Aunque la ONU reseñaba en un artículo los esfuerzos de los gobiernos de América Latina y el Caribe para hacer frente a esta contaminación. Desde Chile, el primero de la región en prohibir el uso de las bolsas de plástico –en 2018– a Colombia, México, Panamá o Uruguay, que están legislando contra los plásticos de un solo uso.
Pero, por ahora, solo Argentina ha puesto freno legislativo a los microplásticos. Fue en 2020, mediante una ley que “prohíbe la producción, importación y comercialización de productos cosméticos y de higiene personal que contengan microesferas de plástico agregadas intencionalmente para exfoliar, incluyendo lociones, productos de maquillaje, pasta de dientes, esmalte de uñas y jabón, entre otros productos”.
Casi 9.000 kilómetros más al norte, la Ley de Aguas Libres de Microperlas aprobada en EE. UU. en 2015 prohibía la fabricación, envasado y distribución, en todo el país, de cosméticos y medicamentos de venta libre (por ejemplo, pasta de dientes) que contengan microperlas de plástico. No por una cuestión de salud pública, sino para preservar los océanos, ríos y lagos del país.
“Se han encontrado microplásticos en ecosistemas marinos, de agua dulce y terrestres, así como en alimentos y agua potable. Su liberación continua contribuye a la contaminación permanente de nuestros ecosistemas y cadenas alimentarias”, argumenta la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas, que ha sido la encargada de aportar las pruebas científicas sobre el riesgo que suponen estas partículas añadidas intencionadamente a los productos. Sobre ellas ha elaborado la Comisión su propuesta de restricción, en el marco del Reglamento REACH (Registro, Evaluación, Autorización y Restricción de sustancias y mezclas químicas).
Una vez en el medioambiente, los microplásticos no se biodegradan ni pueden eliminarse. Se acumulan en los animales, incluidos los peces y los mariscos, y, por tanto, los seres humanos también los consumen por medio de los alimentos. “Vivimos rodeados, envueltos en plástico”, lamenta Guinea.