¿Por qué es tan importante el permafrost?: El suelo congelado que marca el futuro climático
El permafrost es el suelo de la Tierra que permanece congelado durante al menos dos años consecutivos. Está presente, sobre todo, en las regiones árticas y ocupa 23 millones de km2. El cambio climático amenaza con derretirlo y liberar las grandes reservas de carbono que se almacenan en su interior.
La capa de la Tierra que ha permanecido congelada durante cientos e incluso miles de años esconde tesoros y todo tipo de pistas sobre nuestra historia. Entre sus materiales permanecen –y se han llegado a encontrar– armas y utensilios de otras épocas, esqueletos humanos y hasta restos de mamuts lanudos.
Esta capa helada, el permafrost, se ha encargado también de almacenar grandes reservas de carbono que no forman parte de los ciclos del sistema terrestre desde hace siglos. Ahora, el cambio climático amenaza con derretir este hielo y permitir que estos depósitos se liberen a la atmósfera en forma de gases, favoreciendo, a su vez, el calentamiento global.
Una historia de miles de años
Se conoce como permafrost al suelo que permanece totalmente congelado (es decir, a una temperatura de 0 °C o inferior) durante al menos dos años consecutivos. Actualmente, el permafrost cubre largas regiones de la Tierra. De acuerdo con el Consejo para la Defensa de Recursos Naturales (NRDC, por sus siglas en inglés), ocupa más de 23 millones de kilómetros cuadrados solo en el hemisferio norte. Es decir, una extensión similar a la superficie de EE. UU., China y Canadá juntos. Está presente, sobre todo, en las regiones árticas, en lo alto de montañas y también en el suelo del océano, en forma de permafrost submarino.
El permafrost lo forma una combinación de tierra, roca, arena y otros minerales que permanecen unidos por el hielo. En las capas más superficiales, contiene grandes cantidades de carbono orgánico, restos de animales y vegetales que no llegaron a descomponerse del todo debido a las bajas temperaturas.
El cambio climático amenaza con poner fin a este equilibrio y derretir el hielo del permafrost. Durante los últimos años, se ha ido perdiendo no solamente el de la capa superior, sino también el de las partes más profundas. La amenaza es especialmente alta en el Ártico, una región que se calienta tres veces más rápido que la media del planeta.
Gases, bacterias y un suelo inestable
Una de las consecuencias más visibles del derretimiento del permafrost es su impacto en el terreno. Millones de personas viven en ciudades y pueblos construidos sobre lo que es (o lo que alguna vez se consideró) suelo permanentemente congelado en regiones de Rusia, Alaska o Canadá, entre otras. Al derretirse el hielo, este suelo se contrae, poniendo en peligro la estructura de casas, carreteras y otras infraestructuras.
Esta no es la única forma en que la desaparición del permafrost amenaza a las comunidades locales de estas regiones. Muchas veces, el derretimiento genera erosión, introduce nuevos sedimentos en aguas fluviales, degrada la calidad del agua y afecta a la vida silvestre.
El derretimiento del permafrost tiene también consecuencias globales. La liberación a la atmósfera de grandes cantidades de gases de efecto invernadero, como dióxido de carbono y metano, tiene el potencial de acelerar el cambio climático.
Lo cierto es que este carbono no forma parte de los ciclos actuales de los ecosistemas terrestres y, por lo tanto, no se incluye en las predicciones climáticas para el futuro. Esto es así porque, tal y como explican desde la ONU, mientras las temperaturas permanecen bajo cero, el material animal y vegetal del permafrost permanece inalterado.
No es hasta que se descongela cuando los microbios comienzan a descomponerlo y se liberan gases de efecto invernadero. En esta materia orgánica hay también mercurio, otros metales pesados, bacterias y virus: se han llegado a descubrir microbios de más de 400.000 años en el permafrost.
Numerosas comunidades locales están buscando soluciones científicas y de ingeniería para hacer frente a la erosión de las costas y el hundimiento de la tierra. Sin embargo, reclaman que es necesario atajar el problema de raíz y evitar el derretimiento.
Esto es posible con programas de monitorización, estudios de campo, investigación científica y, sobre todo, reduciendo las emisiones de dióxido de carbono (CO2) para evitar que el planeta se siga calentando.