¿Por qué ahora los tapones van unidos a las botellas?
Desde julio, cuando en Europa entró en vigor la obligación de que los tapones fuesen unidos a sus botellas o ‘briks’, algunas personas han encontrado incómodo este sistema. Sin embargo, el objetivo es reducir el impacto en el medioambiente de los plásticos y asegurar que los tapones se reciclen. Y es ahí cuando el ecodiseño entra en acción como herramienta contra el desperdicio.
Pocos kilómetros al sur de Coral Gables, en Florida (EE. UU.), la naturaleza salvaje y la vida urbana se encuentran en el Matheson Hammock Park. Allí los visitantes pasean entre manglares y playas paradisíacas, sin perder de vista el ‘skyline’ de Miami en el horizonte. Todo mientras sortean los miles de tapones de plástico que acaban en sus costas. Solo durante una jornada de limpieza de tres horas, los voluntarios de la organización 4Ocean recogieron cerca de 3.000.
Su caso no es único: los tapones de las botellas de usar y tirar son uno de los residuos plásticos más habituales del mundo. Son también el quinto objeto más perjudicial para la vida marina (por detrás de las redes de pesca perdidas o abandonadas, las bolsas de plástico, los globos y las colillas), según datos de Seas at risk. Además, debido a sus características, son relativamente fáciles de reciclar, por lo que con su abandono en la naturaleza también se pierden recursos importantes.
Teniendo esto en cuenta, en 2019 la Unión Europea se marcó el objetivo de que la mayoría de los tapones fuesen unidos a sus botellas o ‘briks’ antes de 2024. La fecha ha llegado y desde el pasado mes de julio los tapones de plástico ya no se separan de sus envases. ¿Cuáles son los criterios detrás de esta normativa? ¿Y cuál puede ser su impacto potencial en el medioambiente y en la industria de los plásticos?
¿Quién inventó el tapón que no se separa de la botella?
Aunque la ley ha entrado ahora en vigor, la industria lleva años preparándose para ella. Existen diferentes soluciones en el mercado, derivadas de diferentes patentes, y cada una de ellas con su inventor. La primera fue registrada en 2019 por la empresa española especializada en tapones de plástico Betapack. Mediante esta solución, el tapón va unido mediante dos pequeñas tiras plásticas a la arandela que permanece alrededor del cuello de la botella.
Otra de las soluciones disponibles fue patentada al año siguiente en EE. UU. por Michael Maguire. En este caso, la arandela y el tapón permanecen unidos, por lo que no solo se evita que el tapón se suelte, sino que sus movimientos quedan bloqueados una vez abierto. Por último, en 2022, la empresa alemana Alpla patentó una tercera solución, consistente en un tapón asegurado a la anilla por un único hilo de seguridad.
El impacto del desperdicio plástico
Cada minuto que pasa se compran más de un millón de botellas de plástico en todo el mundo. Según el programa medioambiental de la ONU (UNEP), la inmensa mayoría son de un solo uso y acaban, con suerte, en una papelera o un contenedor para su reciclaje. Los datos de recogida selectiva y reciclaje varían mucho entre países. En EE. UU. se reciclan menos del 30% de las botellas de plástico, mientras en Noruega, que cuenta con un sistema eficiente de depósito, devolución y retorno, la cifra supera el 90 %. A nivel mundial, la media está alrededor del 27 %, según el Foro Económico Mundial.
“Tenemos dos destinos para los tapones que se tiran. Uno es el medioambiente. Allí los tapones de pequeño tamaño se mezclan con otros elementos del entorno y pueden incluso llegar a ser ingeridos por los animales”, explica José Vicente López, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y líder español en Economía Circular por la Advanced Leadership Foundation. Las aves marinas sufren especialmente los daños de ingerir desechos plásticos como los tapones, lo que puede causarles daños por contaminación química o problemas físicos, como bloqueos en su aparato digestivo.
“El segundo destino es la cadena de gestión de residuos. Allí esos tapones suelen perderse en la fase de clasificación de la basura y de los envases. Son rechazados y acaban en el vertedero”, añade López. “En este caso tenemos, por un lado, el impacto que pueda generar su degradación en el futuro y, por el otro, una pérdida de recursos importante. Estamos hablando de un material relativamente limpio, que suele ser polietileno o polipropileno, que tiene un valor de mercado que oscila entre los 100 y los 500 euros por tonelada, es decir, por cada 500.000 tapones”.
Ventajas de que los tapones vayan unidos a las botellas
En la Unión Europea, todos los tapones de botellas o ‘briks’ de hasta tres litros tienen que ir unidos al envase desde el pasado 3 de julio. Esta obligatoriedad emana de la Directiva 2019/904 del Parlamento Europeo y del Consejo del 5 de junio de 2019 relativa a la reducción del impacto de determinados productos de plástico en el medioambiente, transpuesta a su vez a la legislación española dentro de la Ley 7/2022 del 8 de abril de residuos y suelos contaminados para una economía circular. El objetivo de la normativa es claro: asegurar que los tapones se reciclen.
“La mejor manera de no generar residuos es la prevención. Esto podemos hacerlo cambiando el comportamiento de los consumidores, que es la vía más complicada porque todavía estamos muy acostumbrados al usar y tirar, o podemos aplicar medidas de ecodiseño a nivel industrial. Esta segunda pata, innovar en el envase para evitar el derroche de tapones es el criterio fundamental detrás de las nuevas normativas”, explica el líder español en Economía Circular por la Advanced Leadership Foundation. Esto se ha traducido en que la mayoría de las botellas tienen un tapón que se abre y cierra en bisagra y que no se queda suelto una vez abierto.
La medida ha causado cierto revuelo entre los consumidores, sobre todo, entre quienes encuentran incómodo beber por el envase mientras el tapón sigue enganchado a la boca de la botella. “Estamos acostumbrados a desenroscar y a tirar y nos resulta más cómodo beber a morro sin el tapón ahí pegado. Pero la comodidad no es más que una forma de costumbre y, al cabo del tiempo, nos habituaremos al nuevo sistema. Yo hice una pequeña encuesta entre mis alumnos de la facultad: el año pasado, al 78 % les parecía bien la medida y, al inicio de este curso, el porcentaje era ya del 90 %”, añade José Vicente López.
La importancia del ecodiseño para reducir el plástico
La producción de plástico a nivel mundial ha crecido de forma exponencial en las últimas décadas. Desde 1950, la industria ha fabricado más 7.000 millones de toneladas de este grupo de materiales, de las cuales la UNEP calcula que se ha reciclado menos de un 10 %. La inmensa mayoría termina incinerada o vertida en cualquier lugar, impactando en el medioambiente. Además, los datos no dejan de crecer: más de la mitad de todo el plástico fabricado en la historia de la humanidad se ha producido desde el año 2000 y a mitad de este siglo se podrían producir cerca de 800 millones de toneladas anuales si nada cambia, según la Agencia Europea del Medioambiente.
En el camino para reducir la contaminación por plásticos y el desperdicio de recursos, el ecodiseño es fundamental. Esta filosofía persigue diseñar productos y servicios sostenibles, que minimicen el impacto en el entorno a lo largo de todo el ciclo de vida del producto. En muchos casos, las mejoras son sencillas, como tapones que no se separan de sus botellas, pero suponen importantes avances medioambientales y repercuten también en toda la cadena de valor del producto.
“De las tres erres, la de reciclar es la más complicada. Implica destruir un producto para recuperar un material y fabricar otra cosa. Pero si desde el principio diseñamos los productos para que se pueda reutilizar con facilidad, estamos alargándole la vida y generando menos residuos. Además, el ecodiseño persigue no solo eso, sino también que cuando se acabe la vida útil del producto – que no es infinita– sea más fácil desensamblarlo y recuperar los materiales que tienen valor”, concluye José Vicente López.