¿Podemos vivir al margen de la naturaleza? 50.000 especies nos dicen que no
Miles de millones de personas dependen de más de 50.000 especies silvestres para obtener alimentos, energía, materiales y medicamentos. Las poblaciones indígenas son parte de la solución para garantizar su sostenibilidad ecológica y social. También la sociedad en general es clave para proteger la biodiversidad.
El pueblo Karamojong pastorea desde hace siglos por las remotas sabanas del noreste de Uganda. Sus miembros acuden a lugares sagrados para tomar las decisiones relacionadas con el uso de especies salvajes y, en su día a día, dan las gracias a los árboles que les ayudan a alimentar a sus rebaños y a alimentar a sus familias. Al otro lado del mundo, el pueblo inuit guarda en su lenguaje todo el conocimiento necesario para cazar, pescar y aprovechar los recursos naturales en el frío Ártico. Y, en el Amazonas, cientos de comunidades indígenas luchan por defender un estilo de vida que durante siglos ha convivido en perfecta armonía con la naturaleza.
Mientras tanto, una gran parte de la población mundial, encerrada en sus ciudades y sus burbujas digitales, ha olvidado que nuestra salud y nuestro bienestar dependen, en gran medida, del medioambiente. Sin embargo, cada vez más voces nos lo recuerdan: un estudio confirma que los humanos dependemos de más de 50.000 especies animales y vegetales en nuestro día a día. Cuidarlas – y mantener el delicado equilibrio de la naturaleza – es fundamental para nuestra supervivencia.
Un sinfín de recursos
Miles de millones de personas se benefician cada día del uso de estas especies silvestres, utilizadas para la fabricación de medicinas, la generación de energía, la preparación de alimentos y la producción de materiales. Además, esta biodiversidad sirve para realizar actividades recreativas y de ocio, para inspirarse y para muchas otras contribuciones que resultan fundamentales en nuestro bienestar.
“Tal vez cenaste un pescado salvaje anoche o usaste algún cosmético que contiene una planta esta mañana. 50.000 especies silvestres se consiguen globalmente a través de la pesca, la recolección, la tala, la captura de animales terrestres y las prácticas no extractivas, y su uso genera importantes recursos e ingresos a millones de personas”, explica la doctora Marla R. Emery, copresidenta del IPBES Assessment of Sustainable Use of Wild Species y consejera científica del Norwegian Institute of Nature Research.
La doctora hace referencia a los datos obtenidos por la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) en su Informe de evaluación sobre el uso sostenible de las especies silvestres. Este trabajo busca entender mejor hasta qué punto dependemos de la naturaleza para conseguir recursos, y ofrece herramientas para hacer un uso más sostenible de las especies silvestres de plantas, animales, hongos y algas de todo el planeta.
Se calcula que, actualmente, un millón de especies de plantas y animales (entre las que se encuentran muchas de las que usamos en nuestro día a día) están en peligro de extinción. Por lo tanto, la crisis de biodiversidad pone en riesgo los medios de vida de personas de diferentes puntos del planeta.
“Pensemos, por ejemplo, en las especies que se usan para tratar enfermedades”, señala Emery. “Numerosas plantas y hongos son importantes para la medicina tradicional y muchas sirven también como base para crear fármacos, como es el caso del tejo (varias especies del género Taxus)”. De acuerdo con la doctora, las propiedades de este árbol han demostrado ser eficaces en el tratamiento de varios tipos de cáncer. Por desgracia, añade, diferentes especies de tejo han sido sometidas a la sobreexplotación. “Es primordial que conservemos las especies que nos proporcionan servicios tan fundamentales como el de sanarnos”, señala la experta de IPBES.
Los pueblos indígenas: víctimas y salvadores
El uso de especies silvestres es una fuente de ingresos importante para personas de diferentes partes del mundo. El comercio de plantas, algas y hongos, por ejemplo, sostiene una industria de miles de millones de dólares en EE. UU. El turismo basado en la observación de especies silvestres, por otro lado, genera riqueza y puestos de trabajo en los diferentes continentes.
Aunque nos afecta a todos, lo cierto es que los pueblos indígenas y las poblaciones rurales de los países en vías de desarrollo están entre los más perjudicados por el uso insostenible de los recursos. Tal y como explican desde IPBES, la ausencia de alternativas reales suele obligarles a continuar basando su economía y su subsistencia en la explotación de las especies silvestres, aun cuando esta opción ya no resulte sostenible.
Se calcula que el 70 % de las personas pobres del planeta dependen de las especies silvestres. “Una de cada cinco personas depende de plantas, algas y hongos silvestres para obtener alimento y generar ingresos; 2.400 millones utilizan madera como leña para cocinar; y de los 120 millones de personas que trabajan en la pesca de captura, alrededor del 90 % lo hace a pequeña escala”, explican en su informe.
En las últimas décadas, numerosas comunidades se han visto afectadas por el uso insostenible de las especies, a menudo propiciado por el comercio internacional y las demandas del mercado global. “Un ejemplo lo encontramos en el caso del pirarucú, uno de los peces más grandes de la Amazonía, que puede llegar a medir hasta tres metros de largo y a pesar hasta 220 kilos”, explica Emery.
“El pirarucú ha tenido un rol muy importante en la economía y la cultura del Amazonas desde el siglo XVI. Al igual que sucedió en tantas otras pesquerías, la introducción de tecnologías modernas a lo largo del siglo XX sometió a la especie a una fuerte presión y a la sobrepesca. Esto perjudicó tanto a las poblaciones de pirarucú como a las comunidades que dependían de su carne para alimentarse”, señala.
Sin embargo, las poblaciones indígenas son tanto víctimas del problema como parte de la solución. Tienen una larga experiencia y un gran conocimiento sobre cómo cuidar sus tierras, sus aguas y las especies que viven en ellas de forma sostenible. Por ello, explica Emery, cuando el gobierno de Brasil creó un sistema de manejo comunitario del pirarucú basado en el conocimiento de los pescadores locales (y lo combinó con diferentes medidas de carácter científico y legal), el estado de la población mejoró.
“La información científica sobre muchas especies silvestres es escasa. En contraste, las poblaciones rurales o indígenas que han dependido de una especie durante generaciones pueden tener un gran conocimiento de las condiciones que la hacen sufrir o prosperar”, explica la experta de IPBES. “A menudo, también tienen sistemas para monitorearlas y para asegurar su sostenibilidad ecológica y social. Este conocimiento puede servir de modelo para todos, siempre que se utilice con consentimiento”.
Otras soluciones para alcanzar la sostenibilidad
Actualmente, más de un tercio de las poblaciones de peces marinos está sobreexplotada, más de una quinta parte de las especies de árboles silvestres está en riesgo debido a la tala y más de 1.300 especies de mamíferos están amenazadas por la caza insostenible. Y la lista sigue.
El informe de IPBES señala siete elementos clave que se pueden orientar a mejorar la sostenibilidad de estas especies y las condiciones de vida de las personas que dependen de ellas para su subsistencia:
- Políticas inclusivas y participativas.
- Políticas que reconocen y apoyan diversas formas de conocimiento.
- Políticas que aseguran una distribución justa y equitativa de los costes y los beneficios.
- Políticas específicas en función del contexto.
- Monitoreo de especies silvestres.
- Políticas armonizadas a nivel internacional, nacional, regional y local.
- Instituciones sólidas.
“Los siete elementos son claves y están interrelacionados entre sí”, explica Emery, para añadir que en los últimos años ha habido un avance alentador en el número de alianzas entre poblaciones rurales e indígenas con científicos, gobiernos, y/o grupos no gubernamentales para garantizar el uso sostenible de especies silvestres en todas las regiones del mundo.
“Por ejemplo, una comunidad indígena de Hawái impulsó una moratoria de pesca en una bahía de su territorio tradicional, con el apoyo del estado. Después de una década, las poblaciones de peces se recuperaron y se pudo reanudar la pesca con un sistema regulado y un programa de monitoreo”, señala.
A nivel individual, también es posible marcar una diferencia. Para conseguirlo, la experta de IPBES aconseja tener un consumo sostenible y tener siempre como objetivo cuidar la naturaleza. “Podemos preguntarnos: ‘¿Me hace falta esto? ¿Se produjo y llegó a mis manos de manera justa y sostenible? ¿Qué puedo hacer yo para contribuir al bienestar de esta tierra, de esta agua y de los seres que dependen de ellas?’ También podemos recordar que no lo podemos hacer todo, pero sí podemos empezar a mover nuestras propias vidas y el mundo en una dirección más sana para todos”, señala esta experta.
Y es que, indica, la biodiversidad no es algo ajeno ni lejano. La biodiversidad existe en lugares remotos, rurales e incluso urbanos. “Es precisamente por eso que todos tenemos la responsabilidad de proteger a la biodiversidad a nivel local y mundial. Donde existen plantas, animales y hongos, debemos pensar en cómo nuestras acciones y las acciones que apoyamos por medio de nuestro consumo pueden afectarlos”, asegura.