Plantas desalinizadoras: cómo beber el agua del mar
Las plantas desaladoras convierten en dulce el agua del mar eliminando sus minerales. Los últimos datos hablan de que hay más de 16.000 operativas en 177 países. Con la sobreexplotación de los acuíferos y el cambio climático, estas plantas son imprescindibles para generar nuevos recursos de agua.
Marcando frontera entre EE. UU. y Canadá, y a más de 230 metros sobre el nivel del mar, las cataratas del Niágara pueden presumir de estar entre las más famosas y visitadas del mundo. No son las más altas, pero sí las que más volumen de agua mueven. Se calcula que, cada minuto que pasa, unos 110.000 metros cúbicos caen entre sus tres grandes saltos.
Esta gran cantidad de agua crea una imagen única y un sonido ensordecedor. Y nos sirve para entender hasta qué punto los humanos hacemos un uso enorme de este elemento: en 2019, la ONU señaló que en el mundo existían 16.000 plantas de desalinización operativas en 177 países, con la capacidad de producir un volumen de agua dulce equivalente a la mitad de la que fluye por las cataratas del Niágara.
Hoy, este número es todavía mayor, ya que las plantas desalinizadoras se están convirtiendo en un recurso fundamental para obtener agua dulce. Por sí solas no suponen una solución a las sequías o a la falta de acceso a agua potable en los países en vías de desarrollo, pero sí son una herramienta importante para reducir la presión sobre los acuíferos y otras fuentes de agua.
A menudo tendemos a pensar que el planeta Tierra tiene una gran abundancia de agua. Los océanos cubren tres cuartas partes de la superficie y contienen el 97% del agua del planeta. Sin embargo, si le damos la vuelta a estos números nos quedamos con un porcentaje muy diferente: solo el 3 % del total es agua dulce. Es decir, agua que podemos aprovechar para beber, para regar y para muchas otras actividades de las que depende nuestro día a día.
En la actualidad, nuestro consumo está llevando al extremo muchas de las reservas naturales. El informe ‘Interconnected Disaster Risks 2023’ de la ONU señala que 21 de 37 de los principales acuíferos del mundo se agotan más rápido de lo que pueden reponerse: el agua que extraemos para satisfacer nuestras actividades diarias se acumuló a lo largo de miles de años y tardaría otros tantos en recargarse por completo.
Para evitar esta sobreexplotación, contamos con una opción capaz de convertir en dulce el agua del mar: la desalinización. Las plantas desalinizadoras eliminan los minerales mediante procesos químicos y físicos, y se han convertido en un recurso importante en un mundo en el que el agua dulce es un bien cada vez más preciado.
“Con el avance del cambio climático y la sequía, y teniendo en cuenta que todavía quedan 800 millones de personas en el mundo sin acceso a agua potable, es evidente que la generación de nuevos recursos de agua es imprescindible. Ya sea por la vía de la reutilización y el aprovechamiento del agua residual, como por la del suministro a partir de una nueva fuente de agua, que es la desalación”, explica Domingo Zarzo, presidente de la Asociación Española de Desalación y Reutilización.
Existen diferentes procesos para desalinizar el agua del mar. Por lo general, los métodos se clasifican en dos grandes grupos: los de evaporación y los basados en membranas. Estos últimos, y en concreto los que usan la ósmosis inversa, son los más utilizados en este momento.
“Las membranas de ósmosis inversa son una especie de filtros, casi textiles, que separan el agua de las sales gracias a la aplicación de una alta presión –explica Zarzo–. Son los procesos más utilizados porque su consumo de energía es muy inferior a los de la evaporación. Incluso los países del Golfo, en los que la energía ha sido muy barata tradicionalmente, han ido abandonando la desalación por evaporación y están incorporando cada vez más estas tecnologías de membranas”, añade este experto.
La desalinización como herramienta contra las consecuencias del cambio climático
El agua resultante de los procesos de desalación se utiliza sobre todo para la producción de agua potable, y también en la agricultura y en la industria. Por ejemplo en España, y de acuerdo con Zarzo, cerca del 9% del agua que bebemos viene de la desalación, y el 21% de toda el agua desalada que se produce se utiliza en la agricultura. Otros países, como Maldivas, Malta y Bahamas, consiguen toda el agua que necesitan a través de procesos de desalinización.
“Ahora mismo existen aproximadamente 20.000 desaladoras en el mundo, que producen 100 millones de metros cúbicos al día”, detalla Zarzo. “Y esto se va a incrementar con el tiempo, porque todavía quedan muchísimos millones de personas sin acceso a agua potable y, debido al cambio climático y a otros problemas, los recursos convencionales o superficiales son cada vez más escasos o están contaminados”.
El cambio climático juega sin duda un papel importante en el acceso al agua a corto y medio plazo. El aumento de las temperaturas hace que la atmósfera sea más cálida, lo que favorece la evaporación y reduce la humedad del suelo, por lo que cada vez será necesaria más agua para regar los cultivos y para mantener viva la vegetación.
A su vez, los cambios en los patrones de precipitaciones harán que los periodos de sequía sean cada vez más abundantes y estén acompañados de episodios de lluvias torrenciales. Esto lleva a muchos países a plantear la desalación como una opción para conseguir agua. En España, por ejemplo, el Gobierno construirá tres nuevas grandes plantas desaladoras en el sur de la península. Actualmente, el país ya cuenta con la capacidad de desalar unos cinco millones de metros cúbicos al día.
Sin embargo, la desalación no debe contemplarse como una solución mágica para acabar con la sequía. “Es un complemento, no una única solución”, señala el presidente de la Asociación Española de Desalación y Reutilización. “Lo primero que tenemos que hacer es ser eficientes en el uso del agua, ahorrar, consumir menos, dejar de perder este bien en las redes de distribución. A continuación, reutilizar hasta la última gota que podamos y, allí donde no llegamos, complementar con el agua desalada”.
Los retos de la desalación
El reto de hacer un uso más eficiente del agua pasa, en parte, por integrar la desalación en las planificaciones hidrológicas y conseguir a su vez que estos procesos tengan un impacto en el medioambiente cada vez más bajo.
Ganar en sostenibilidad es el fin principal de la investigación en el campo de la desalinización en la actualidad. “La industria está dedicada precisamente a esto, a mejorar la sostenibilidad y esto se consigue incrementando el uso de energías renovables para alimentar nuestras plantas y avanzando hacia una economía circular”, asegura Zarzo.
En los últimos años, los procesos de desalinización han sido señalados por varios motivos: los residuos que genera (en forma de salmuera), el gasto energético del proceso y el precio del agua resultante.
“Sin embargo, lo que conocemos como salmuera es simplemente agua de mar concentrada”, argumenta este especialista. “Antes de verterla de nuevo al mar se diluye para rebajar su concentración y además no contiene ningún elemento tóxico ni nada adicional. Estudios de muchos centros, como por ejemplo la Universidad de Alicante, demuestran que no se han detectado efectos nocivos sobre especies marinas cuando las descargas se hacen correctamente”.
“Por otro lado, la energía que necesitamos para producir el agua desalada que una familia de cuatro miembros usa durante un año es el equivalente a la que consume un refrigerador durante ese mismo tiempo. Y, en cuanto al precio, resulta hasta 500 veces más barata que el agua embotellada”, argumenta Zarzo.
Un informe publicado por el Instituto para el Agua, el Medioambiente y la Salud de la ONU señala que, para que la desalación sea una solución real a los problemas del agua, debe seguir un proceso realmente sostenible. Avanzar en este camino es fundamental para sacar el máximo partido al agua de mar, un recurso que siempre va a estar disponible.