Perder las abejas es (también) perder dinero: ¿cómo impacta la crisis de biodiversidad en la economía?
La naturaleza es un eje económico en todos los mercados e industrias. La desaparición de muchos ecosistemas tiene consecuencias graves para la economía global, construida sobre la inmensa variedad de seres vivos, desde los alimentos a la madera, pasando por el agua, los recursos marinos o los suelos.
Cuando llega la primavera, las hembras de magueyero menor migran hacia el norte, siguiendo el rastro de las plantas que florecen en el desierto. Suelen procrear y pasar el verano en la frontera entre México y EE. UU., regresando al sur antes del invierno. En su camino, mientras se alimentan del néctar de las flores, polinizan el saguaro, el cardón y el pitayo dulce, y también el agave, la planta de donde se destila el mezcal.
El magueyero menor es una de las tres especies de murciélago que poliniza los agaves mexicanos. Aunque hoy buena parte de las plantas cosechadas se reproducen de forma asexuada, estos mamíferos alados siguen siendo clave en una de las industrias más tradicionales de México. Como ellos, cientos de miles de especies alrededor del planeta dedican su día a día a alimentarse de las flores y a transportar polen entre plantas de la misma especie. Con su trabajo, mantienen la biodiversidad, pero también la economía humana.
Se estima que entre 200.000 y 350.000 especies contribuyen a la polinización, desde murciélagos y pájaros hasta todo tipo de insectos. Las abejas se llevan la fama y no es para menos: hasta 577.000 millones de dólares derivados de la producción mundial de alimentos dependen cada año de su contribución. Sin embargo, muchos de estos polinizadores están en declive, afectados por la intensificación agrícola, el uso de agroquímicos y el cambio climático. En las áreas sometidas a mayor estrés, la variedad de especies de insectos se ha reducido hasta un 60 % en las últimas décadas.
Perder a estos polinizadores supondría un impacto de proporciones incalculables para el sistema agrícola mundial. Pero esta no es la única forma en la que la crisis de biodiversidad impacta en la economía. “Hay sectores que directamente se nutren de la biodiversidad, como la explotación forestal y la agricultura. Pero también hay muchos otros sectores para los que la biodiversidad es crucial, aunque sea de forma indirecta”, explica Francisco Joaquín Cortés García, profesor de finanzas de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).
Impacto en la construcción, agricultura e industria alimentaria
La construcción es el sector que más depende de la biodiversidad, seguido de la agricultura y la industria alimentaria. Así lo concluye el último ‘New Nature Economy Report’, elaborado en el marco del Convenio sobre Diversidad Biológica. Además, la naturaleza genera más del 50 % del valor de las cadenas de suministro de sectores tan variados como el de la química y los materiales, la aviación, los viajes y el turismo, o la minería y los metales.
Esta dependencia de la biodiversidad es también elevada en el sector financiero. De acuerdo con el Banco Central Europeo (BCE), el 75 % de todos los préstamos bancarios en la zona euro son de empresas que dependen en gran medida de al menos un servicio ecosistémico (como la polinización, la disponibilidad de agua o la madera). Esto significa que estas empresas dependen de los ecosistemas para mantener su negocio. Así, si la degradación de la naturaleza sigue avanzando al mismo ritmo, las empresas sufrirán y las carteras de crédito de los bancos contendrán más riesgo.
La pérdida de biodiversidad puede afectar a las empresas a través de dos grandes tipos de riesgos: los físicos y los de transición. Los riesgos físicos son los que se derivan de impactos directos. Por ejemplo, la pérdida de polinizadores reduce la productividad de una explotación agrícola o la pérdida de arañas y murciélagos aumenta las probabilidades de sufrir una plaga. Por su parte, los riesgos de transición son aquellos derivados de los cambios legales y políticos para hacer frente a la degradación de la naturaleza, como la prohibición de ciertas prácticas comerciales o de la explotación de determinados recursos.
Y esos riesgos se traducen en miles de millones de euros. Según un estudio del De Nederlandsche Bank, las instituciones financieras de los Países Bajos tienen activos por valor de 510.000 millones de euros expuestos a riesgos derivados de la pérdida de biodiversidad. En Francia, el Banque de France concluyó en 2021 que el 42 % del valor de las carteras de las instituciones financieras del país dependía de alguna forma de los servicios ecosistémicos.
Por ello, no es de extrañar que la Red de Bancos Centrales y Supervisores para el Enverdecimiento del Sistema (NGFS, por sus siglas en inglés) señalase el año pasado la urgencia de que bancos centrales y supervisores financieros empiecen a tener en cuenta los riesgos relacionados con la naturaleza.
Una economía global construida sobre la naturaleza
“La pérdida de biodiversidad podría llegar a tener impactos macroeconómicos importantes”, añade Francisco Joaquín Cortés García. “Por eso el Banco Central Europeo está pidiendo a las entidades bancarias que apliquen el principio de diligencia debida –precauciones para evitar daños previsibles– para asegurar que las empresas que financian no van a tener un impacto negativo en la biodiversidad del planeta y que adoptan las medidas necesarias para evitar daños medioambientales que comprometan su propia viabilidad, la del resto del sector y, en consecuencia, la de la propia vida en la Tierra”.
En todas las industrias, todos los mercados y todos los países, la naturaleza es un eje económico fundamental que a menudo se subestima. Tal como señala el Banco Mundial, la biodiversidad es la esencia de la riqueza del planeta y una piedra angular del desarrollo humano. Y es, además, la mejor barrera que tenemos para atenuar todo tipo de crisis, desde pandemias causadas por nuevas enfermedades hasta el impacto de los fenómenos meteorológicos extremos que derivan del cambio climático.
De los alimentos a la madera, pasando por el agua, los recursos marinos o los suelos, la economía global está construida casi por completo sobre la inmensa variedad de seres vivos que pueblan el planeta y sobre los servicios de los ecosistemas. Su desaparición a una escala sin precedentes está teniendo ya consecuencias catastróficas para las economías y los medios de subsistencia de millones de personas, concluye el Banco Mundial.