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Fundación Microfinanzas 27 junio 2024

"Pequeñas empresas, grandes impactos"

La raza humana, tal como la conocemos hoy, es el resultado de una evolución de miles de años. Durante este largo proceso, el Homo Sapiens convivió con otros homínidos que se fueron extinguiendo. Lo que diferenciaba a ese Homo Sapiens, y que fue la clave de su supervivencia, era su capacidad para agudizar el ingenio y obtener los recursos necesarios para subsistir, como la comida, el abrigo y el desarrollo de habilidades para transformar.

Al principio, el ser humano se dedicaba a la caza, la agricultura y la pesca, primero como forma de subsistencia, y después utilizó estas habilidades de transformación para proveer de bienes y servicios a terceros en pequeños microemprendimientos; los primeros de la humanidad. Surgieron artesanos, carpinteros y herreros, a los que se sumaron pequeños comerciantes que revendían bienes producidos por otros. Estos microemprendimientos han jugado un papel crucial en nuestra supervivencia a lo largo de la historia.

Hoy en día siguen siendo fundamentales, lo que llevó a la Asamblea General de las Naciones Unidas a designar en 2017 el 27 de junio como el Día de las Microempresas y de las Pequeñas y Medianas Empresas (mipymes) para destacar su contribución a la economía y reconocer el arduo trabajo de los emprendedores. Son fundamentales para reducir la pobreza, creando empleos y generando ingresos para personas que carecen de ellos de forma estable.

Las microempresas, en su mayoría, surgen de la necesidad de quienes no tienen un empleo fijo pero poseen habilidades que pueden convertir en actividades generadoras de ingresos o han encontrado nichos de mercado que pueden ser una oportunidad de negocio. Estas empresas proporcionan empleo a sus propietarios y empleados y también benefician a sus familias y comunidades. La evidencia confirma que el acceso permanente al empleo es esencial para la reducción sostenible de la pobreza, y el desarrollo de pequeñas empresas contribuye significativamente en este cometido.

Son una importante fuente de trabajo, sobre todo en los grupos más vulnerables y con menor capital humano. Esto proporciona ingresos a estos segmentos y beneficia a muchas personas, más allá de sus propietarios, trabajadores y sus familias.

Las mipymes son también una opción para quienes no han encontrado un primer empleo por cuenta ajena. Además, crean oferta de bienes y servicios en segmentos que por distintas razones no tienen acceso. Es por ello que, en muchos países emergentes, las pequeñas empresas son el principal motor de reducción de la pobreza y mejora del bienestar. Su capacidad para generar empleo, fomentar la inclusión financiera, estimular el desarrollo local, promover la innovación y mejorar la estabilidad social, las convierte en actores clave en esta lucha, fortaleciendo además a las comunidades y haciéndolas más resilientes.

María Pérez, emprendedora dominicana de la FMBBVA, que fabrica productos en ladrillo para construcción y decoración. - FMBBVA

Según Naciones Unidas, las mipymes representan el 90% de las empresas, generan cerca del 70% del empleo y el 50% del PIB global. En los países de ingresos bajos y medianos, donde reside la mayoría de la población mundial, la proporción de empleo en pequeñas unidades económicas es considerablemente mayor.

Las mipymes se enfrentan a importantes retos que limitan su contribución a la productividad en comparación con las grandes empresas. Muchas no pueden invertir en tecnologías, debido a limitaciones financieras, y les faltan recursos y conocimientos técnicos, lo que reduce su capacidad para innovar y mejorar procesos. Operan a pequeña escala, con lo que no pueden reducir costos ni aumentar la productividad. Además, suelen tener redes de proveedores menos operativos, lo que afecta a su capacidad para obtener insumos y cuando lo hacen es a mayores costos. Tienen dificultades para acceder a financiamiento adecuado, lo que limita su capacidad de inversión en mejoras productivas y a menudo lo hacen a tasas de interés más altas, aumentando los costos y reduciendo su capacidad de reinversión.

Reconociendo que para 2030 se necesitarán alrededor de 700 millones de empleos para absorber la creciente fuerza laboral mundial, es innegable la enorme aportación de las mipymes para lograrlo. Abordar estos retos debería ser una prioridad para gobiernos, organismos multilaterales, tercer sector, etc.

Algunas medidas como los programas para implementar nuevas tecnologías, capacitación de empleados o centros de innovación donde acceder a los avances tecnológicos y asesoramiento técnico pueden incrementar su productividad, mejorar su aportación a la economía y absorber una parte de estos empleos de acá al 2030.

Otras iniciativas serían fomentar la creación de redes de colaboración entre las mipymes (para que compartieran recursos y conocimientos y mejorasen las cadenas de suministro) o poner en marcha clústeres que agrupen negocios en sectores similares, facilitando el acceso a infraestructura y servicios compartidos.

El acceso a la financiación es un elemento crucial para estas empresas. Nuestra evidencia de 17 años en la Fundación Microfinanzas BBVA atendiendo a micro y pequeños emprendedores en cinco países de América Latina indica que, en la medida que tienen acceso a financiación pueden evolucionar de empresas unipersonales a otras más complejas.

El crédito en las fases iniciales, junto a políticas públicas que potencien a las microempresas como motores de la economía, sobre todo en los segmentos más necesitados, hacen que puedan recorrer, de manera más sencilla, el camino de convertirse en empresas más productivas y con mayor impacto.