Monkey River: el pueblo que lucha para que no se lo trague el mar
La extracción industrial de arena, las obras de trasvase de agua y la subida del nivel del mar han provocado la desaparición de varios metros de costa y biodiversidad en el pueblo caribeño de Monkey River. Los vecinos que se han quedado se han convertido en resistentes frente a la erosión y el cambio climático.
Hasta hace pocos años, el mundo no había oído hablar de Monkey River. Este pequeño pueblo costero de Belice era el tranquilo hogar de pescadores que salían cada día a las aguas del mar Caribe, un lugar rodeado de manglares, playas y cultivos de banano.
Hoy, sin embargo, la playa de Monkey River ha desaparecido. También se han ido algunos de sus vecinos al ver como el mar iba alcanzando sus casas, sus calles y su futuro. Y es que hace años que allí la subida del nivel del mar no es una amenaza ni una posibilidad, sino una realidad.
Sin embargo, no todos los vecinos lo han abandonado: muchos han decidido quedarse y luchar, y han convertido Monkey River en un ejemplo de resiliencia ante las consecuencias del cambio climático.
Acción colectiva frente a la erosión
“Como comunidad, no estamos listos para marchar”, señalan los vecinos que se han quedado en Monkey River. Reclaman su derecho a defender su hogar ante problemas de los que no son responsables. Allí, la minería industrial de arena y las obras de trasvase de agua han provocado una importante erosión del terreno que, unida a la subida del nivel del mar, ha llevado a perder varios metros de costa.
Con estos metros se han ido viviendas, un campo de fútbol, la playa y parte de su cementerio. Se ha perdido, también, biodiversidad. Para poner freno a este problema, muchos de los vecinos han formado la Monkey River Watershed Association, una organización de base comunitaria que busca conservar y restaurar toda la cuenca del río Monkey.
“Es más fácil mantener lo que ya tienes que recuperar lo que has perdido”, señala Mario Muschamp, pescador y miembro activo de la asociación. “Los recursos naturales están para que los usemos, no para que abusemos. Sin ellos, no podríamos existir”. Su objetivo es, precisamente, conseguir que el río y el litoral dejen de ser un problema y vuelvan a proporcionar beneficios a los residentes locales y al ecosistema costero.
Gracias a la acción colectiva, al apoyo de ONG locales y a la participación en proyectos de la ONU, los habitantes de Monkey River han encontrado vías para hacer frente a la erosión costera. En 2017, por ejemplo, comenzaron un proyecto con el que instalaron tubos rellenos de arena de 150 metros de largo frente a las propiedades más amenazadas. Con ello, consiguieron establecer barreras entre la tierra y el mar.
Desde entonces, han liderado diferentes iniciativas y han seguido alzando la voz ante un problema global que tiene, en la mayoría de los casos, consecuencias locales.
La desigualdad del cambio climático
Las voces de los vecinos de Monkey River se unen a las de muchas otras personas de países en vías de desarrollo. Es decir, las de aquellos que más sufren las consecuencias del cambio climático, como la subida del nivel del mar, a pesar de ser los que menos han contribuido al mismo.
Estos reclaman que los países ricos ayuden a financiar su transición energética y que compensen económicamente las pérdidas y los daños provocados hasta ahora por el cambio climático. En el caso de Monkey River, esto se materializa en todos los bienes que se han perdido por la erosión y la subida del nivel del mar.
La principal causa de la erosión en esta localidad, la minería de arena, es también un ejemplo de las raíces de la desigualdad. Cada año, se extraen de la Tierra 50.000 millones de toneladas de arena, cantidad suficiente para construir un muro de nueve pisos de altura alrededor del planeta. Se trata del segundo recurso más utilizado en cuanto a su volumen, después del agua.
¿Y para qué se utiliza esta arena? Es la base de la construcción, ya que es necesaria para crear hormigón, asfalto, vidrio y otros materiales que se utilizan, sobre todo y en mayor medida, en los países desarrollados.
Cuando se extrae, pocas veces se tiene en cuenta que la arena juega un papel ecosistémico muy importante. Tampoco se presta atención al hecho de que es un recurso limitado, y a que su extracción sin control causa problemas como la erosión y aumenta el riesgo de sufrir inundaciones. A pesar de ser uno de los materiales más comercializados del planeta, denuncian desde la ONU, existe muy poca concienciación sobre su impacto.
Los habitantes de Monkey River están decididos a mostrar al mundo los problemas que la erosión y la subida del nivel del mar han llevado a su territorio. A conseguir que no se les olvide y a recordar las injusticias que rodean al cambio climático. A poner, en sus propias palabras, a Monkey River en el mapa.