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Materiales naturales usados para fabricar productos

Camisetas de algas, bolsos de proteína de leche, cepillos de dientes de bambú, cuero hecho con hongos… Son muchas las nuevas materias primas que podrían hacer aún mucho más sostenibles algunas industrias. Pero antes, es importante que evolucione la mentalidad de un consumo más responsable en toda la cadena de valor.

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En la última década ha crecido la tendencia industrial de elaborar productos cotidianos con materiales naturales como materia prima para aumentar su contribución al desarrollo sostenible. En parte se trata de una respuesta a la creciente sensibilidad social, y particularmente de los consumidores, por el cuidado del medioambiente.

En el sector textil, el cambio se antoja apremiante. Desde que a principios de este siglo se desató la fiebre de la ‘fast fashion’ (moda rápida), su producción se ha alejado del ideal ecológico. Hace no demasiadas décadas, un abrigo podía comprarse casi para toda la vida, incluso se llegaba a la siguiente generación. Hoy millones de consumidores pagan tres dólares por una camiseta para que dure un mes. Este modelo de consumo exige cadencias de producción frenéticas que tienden a agotar los recursos y hacer inmanejables los deshechos, apunta Enric Carrera, director del Instituto de Investigación Textil y Cooperación Industrial de Terrassa (Intexter), de la Universidad Politécnica de Cataluña (España).

Analizar el proceso de producción y distribución, y comparar su impacto medioambiental pueden ayudar a la industria de la moda a dar un giro necesario.

Uso de materiales naturales para fabricar ropa

“En los últimos 15 años la producción mundial de ropa se ha duplicado, pero el día que nos desprendemos de esas prendas las hemos utilizado un 36% menos veces que al comienzo de este siglo”, describe Carrera. “Como consecuencia de este hiperconsumo, se han superado los 100.000 millones de prendas de vestir al año a nivel mundial. El proceso productivo genera un consumo muy alto de energía y agua. No es que haya empeorado el proceso, sino que el aumento del consumo tiene su correspondiente impacto”.

Cada vez más población es consciente de los peligros del plástico, pero ¿qué tiene de malo un tejido natural como el algodón, rey absoluto de la industria textil? ¿Por qué es preciso encontrar alternativas? “Porque supone casi el 30% de consumo mundial de fibras —señala el experto—, tiene imagen de producto natural, sin embargo es de los cultivos más agresivos. Ocupa el 3% de la superficie cultivable del planeta pero consume casi el 20% de los agroquímicos utilizados en agricultura”. La desecación del mar de Aral se debió al riego de cultivos de algodón en zonas casi desérticas de la antigua Unión Soviética.

A pesar de que la venta de prendas sostenibles se quintuplicó entre 2017 y 2019, solo representa el 1% del mercado textil planetario, según un informe de Climate Chance de 2020. Con todo, la tendencia es recurrir a materiales en desuso (por ejemplo cáñamo o yute) menos agresivos con el entorno que los convencionales. “Nunca cubrirán el volumen de producción actual, pero son vías interesantes cuya difusión aumentará”, indica Carrera.

Yunaira Méndez, biotecnóloga venezolana experta en biomateriales y sostenibilidad, califica de bum al actual uso de micelio, es decir, el conjunto de hifas que forman la parte vegetativa de un hongo, algo así como sus raíces. “Con ellas se ha desarrollado un biocuero que se está utilizando para fabricar calzado y marroquinería. Parece un plástico, pero es natural y bastante resistente”, explica.

Algunos de estos novedosos materiales son biodegradables, incluso “compostables porque la tierra los absorbe”, añade Méndez. Es el caso de las algas, que combinadas con pulpa de madera de eucalipto y haya son los ingredientes de camisetas como las Vollbak. Pueden servir de abono y las algas sustituyen al tinte químico en los estampados.

Podcast | ¿Cómo saber si una prenda de ropa es más o menos sostenible?

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Esas características naturales también se transmiten a los productos. Como explica Nick Tidball, cofundador de la firma británica, “cuando las algas entran en contacto con el aire, comienzan a oxidarse, el verde empieza a cambiar de color y cada camiseta puede verse diferente de una semana a otra a medida que se desvanece”.

Por su parte, la empresa alemana Qmilk elabora con caseína, la proteína de la leche, desde ropa a papel higiénico o cosméticos. “Es leche no apta para uso alimentario, que se desecha de forma costosa como residuo secundario no utilizado. Esto equivale a unos dos millones de toneladas anuales solo en Alemania”, sostiene la empresa, que recibió el premio Green Tec en 2015. Otro ejemplo es la española NaturBrush, que comercializa cepillos de dientes biodegradables hechos con bambú. “Su fabricación no implica deforestación —asegura la firma— y el cultivo contribuye a aumentar la masa forestal global”.

Utensilios de cocina y productos de oficina hechos con materiales naturales

El mercado también ofrece utensilios de cocina fabricados con coco, vajillas de bambú o almidón de maíz, incluso papel a partir de excrementos de elefantes… No obstante, para que esta tendencia se consolide, según Carrera es necesario cierto cambio de actitud en el gran público para que acepte unos precios por lo general más altos y priorice la durabilidad y la conciencia medioambiental.

En palabras de Yunaira Méndez, “conviene analizar si queremos que estos productos se conviertan en compost o vuelvan a la cadena de producción. Hay que visualizar cuál es el final de la vida útil de ese objeto y desarrollar toda la tecnología asociada”.

Un ejemplo de cómo es posible implantar la economía circular es El Celler de Can Roca, el conocido restaurante español donde los trabajadores del restaurante visten uniformes desarrollados a partir de plástico reciclado. Una oportunidad para que los residuos plásticos que se generan en las cocinas del restaurante entren en el proceso de producción de los propios textiles.

Esta idea continúa con la filosofía del proyecto ‘Roca Recicla’, una iniciativa pionera en el sector hostelero orientada a conseguir un escenario de residuo cero en la que el restaurante trabaja desde hace más de una década, reutilizando materiales tan habituales en las cocinas como el vidrio, el poliestireno o el cartón para elaborar elementos esenciales como vasos o taburetes.