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Planeta> Cambio climático 29 nov 2021

Madagascar vive la primera gran hambruna del cambio climático

El impacto climático ha llevado a Madagascar a una situación de hambruna. Empieza a ser una realidad que los pueblos que menos han contribuido al cambio climático lo pagan más caro.

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La lluvia es cada vez más escasa en Madagascar (África oriental). Durante los últimos cinco años, varias sequías consecutivas han dejado a la población de la isla sin cosechas y, por consiguiente, sin alimentos ni medios de subsistencia. La situación es tan grave que el Programa Mundial de Alimentos la ha considerado la primera hambruna del cambio climático.

Se calcula que, en la actualidad, 1,3 millones de personas sufren diferentes grados de inseguridad alimentaria en Madagascar. De ellas, más de medio millón se encuentran en las fases CIF4 y CIF5. O lo que es lo mismo: en situación de emergencia humanitaria y hambruna, respectivamente.

Muchos de ellos son niños. De acuerdo con el Programa Mundial de Alimentos, unos 500.000 menores de cinco años están desnutridos y se estima que más de 100.000 sufrirán desnutrición grave durante los próximos meses.

A la sequía se han unido las consecuencias por la COVID-19, que ha dejado a muchas familias sin sus empleos. Por este motivo, miles de personas llevan meses alimentándose de langostas del desierto, hojas silvestres y hojas de cactus que normalmente se utilizan para dar de comer al ganado.

Sin embargo, hasta esta solución puede estar agotándose: la falta de lluvias amenaza con secarlo todo. La situación demuestra, una vez más, cómo los países que menos han contribuido al cambio climático son muchas veces los más perjudicados por sus consecuencias.

El lado más desfavorecido del cambio climático

En Madagascar, la temporada de lluvias suele extenderse de noviembre a abril. Durante los últimos cinco años, sin embargo, las estaciones húmedas solo dejaron tras de sí lluvias aisladas que no resultaron suficientes para regar las tierras y hacer crecer los cultivos. A esta situación se han unido fuertes tormentas de arena, generadas debido a la fuerte erosión del suelo y la deforestación.

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EFE: efespnine619298

La situación de Madagascar ha vuelto a alertar sobre la desigualdad que genera el cambio climático. Se trata de un país que apenas ha contribuido al calentamiento de la atmósfera con emisiones de dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero (GEI), pero es uno de los que está sufriendo las peores consecuencias. Según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), el continente africano se está calentando más rápido que el promedio mundial, lo que está generando ya problemas como sequías y lluvias extremas.

La ministra de Medioambiente y Desarrollo Sostenible de Madagascar, Baomiavotse Vahinala Raharinirina, aprovechó la COP26 para denunciar esta realidad. Durante la cumbre del clima que se celebró en Glasgow entre octubre y noviembre de 2021, señaló que la población de Europa y Estados Unidos continúa contaminando sin ser consciente del impacto que sus acciones tienen al otro lado del planeta. Mientras unos disfrutan de vuelos baratos y estufas de gas en los exteriores de los restaurantes, su país no puede permitirse construir un oleoducto para llevar agua del norte al sur y hacer frente a la sequía, denunció.

Una solución a largo plazo

Es fundamental que la población del país cuente con ayuda internacional. Sin embargo, esto no resulta suficiente para solucionar el problema: desde el Programa Mundial de Alimentos señalan la necesidad de dotar a la población local de medios para responder a los impactos climáticos a largo plazo.

Entre las posibles soluciones están mejorar los canales de riego, apostar por la reforestación y cambiar los cultivos por otros más resistentes a las sequías. En algunas zonas de Madagascar, por ejemplo, se ha comenzado a cultivar juncia gris, una planta que se utiliza para crear tejidos. Para muchos agricultores y sus familias, dar prioridad a este cultivo más resistente ha generado ingresos más estables.