Los sellos de la pesca sostenible: garantizar la producción alimentaria sin poner en riesgo su futuro
Hace casi dos décadas se prohibió la pesca de la anchoa del Cantábrico. Fue una medida drástica que duró cinco años, pero evitó el colapso de esta especie. Según los datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), uno de cada tres caladeros a nivel mundial está por debajo de los límites de su sostenibilidad biológica. Los estándares y certificados de pesca sostenible son una herramienta imprescindible para salvaguardar los océanos.
Año 3000. Un inesperado nuevo rico usa parte de su abultado capital para comprar una rareza del lejano siglo XX: una lata de anchoas. La conserva de este pescado, que lleva extinto desde el 2300, desata una guerra comercial en un mundo que se ha olvidado de la abundancia pesquera del pasado. La historia, que da pie a uno de los primeros episodios de la serie de animación ‘Futurama’, es solo ficción. Pero hace no mucho tiempo, el pronóstico de la serie de animación estuvo a punto de convertirse en realidad por el manejo insostenible de los caladeros.
En el año 2005, ahora ya en el mundo real, la Comisión Europea y los gobiernos de los territorios del golfo de Vizcaya pactaron prohibir la pesca de la anchoa del Cantábrico. Las capturas llevaban tiempo cayendo. De las 80.000 toneladas que se pescaban en la década de 1960 se había pasado a menos de 200. Y las estimaciones de la salud del caladero no dejaban noticias nada positivas. La biomasa total del stock de anchoa cantábrica parecía estar por debajo del límite de su sostenibilidad: las 21.000 toneladas. Las medidas tenían que ser drásticas si se quería salvar la especie, la industria y el modo de vida de miles de familias.
La veda total se mantuvo durante cinco años y poco a poco empezaron a llegar las primeras señales de recuperación del caladero. Lo peor había pasado y el colapso de la población de anchoa cantábrica parecía haberse evitado. Las predicciones de ‘Futurama’ fallaron y hoy el ‘stock’ está en máximos históricos desde que existen mediciones. La última campaña científica Bioman, desarrollada por el centro tecnológico AZTI y el Gobierno Vasco y con datos del instituto francés Ifremer, ha estimado una biomasa total de anchoa adulta de unas 230.000 toneladas.
Casos como este empiezan a ser cada vez más habituales alrededor del globo. Donde antes había pesquerías agonizantes y caladeros al borde del colapso, ahora hay poblaciones saludables e industrias pesqueras sostenibles. Aun así, todavía queda mucho por hacer. Según los datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), uno de cada tres caladeros a nivel mundial está por debajo de los límites de su sostenibilidad biológica. Para la FAO, la sostenibilidad de la pesca y la acuicultura es el único camino posible para alimentar a la humanidad y hacer frente a los retos presentes y futuros.
Los desafíos de pesca sostenible y la acuicultura
Con la publicación en el año 1995 del ‘Código de conducta para la pesca responsable’, la FAO sentó las bases de la carrera hacia la sostenibilidad pesquera. Hoy, este documento sigue siendo el marco sobre el que trabajan los pescadores, la industria y las entidades encargadas de certificar si una actividad pesquera es o no sostenible. “El código señala que el derecho a pescar conlleva la responsabilidad de que los recursos estén disponibles para las generaciones presentes y futuras”, explica Laura Rodríguez Zugasti, directora de España y Portugal de MSC, una organización internacional líder en certificación de pesca sostenible.
“Hoy hay una conciencia mucho mayor sobre la necesidad de una pesca realmente sostenible. Pero hace falta que este modelo se extienda y deje de ser la excepción. Para ello, el sector pesquero debe asumir una visión a largo plazo y hay que trabajar para solucionar la gobernanza de los océanos”, señala Rodríguez Zugasti. “La gobernanza, cómo se toman las decisiones entre los países y cómo se acuerdan las medidas urgentes de forma consensuada, es el gran reto para que la pesca sostenible avance en todo el mundo. En particular, es necesario un gran acuerdo sobre cómo gestionar los recursos marinos de alta mar”.
En 2020, el mundo consumió 214 millones de toneladas de pescado, marisco y otros productos del mar, como, por ejemplo, las algas. Pero más de la mitad, 122 millones de toneladas, no fueron capturadas de poblaciones salvajes, sino cultivadas. Según datos de la FAO, la acuicultura juega un papel cada vez más relevante en la producción alimentaria marina. De hecho, la industria creció durante el último ejercicio en casi todos los países en los que está presente y facturó, a nivel global, más de 280.000 millones de dólares.
“La demanda de pescado aumenta a medida que crece la población mundial. Es un alimento alto en proteínas, bajo en grasas, saludable y rico en nutrientes. Pero los métodos tradicionales de pesca no pueden satisfacer la demanda. La acuicultura tiene la capacidad de satisfacer la demanda mundial al tiempo que reduce la presión sobre los caladeros salvajes”, explica Sophia Balod-Lorenzo, Global PR Manager de ASC, organización líder en la certificación de la sostenibilidad de la acuicultura. “Pero, si la acuicultura no está bien gestionada, puede tener muchos impactos adversos, como la contaminación del agua, la alteración de los ecosistemas locales y las malas condiciones de trabajo”.
La pesca y la acuicultura sostenibles son también claves en las estrategias para hacer frente al cambio climático. Los efectos del aumento de la temperatura global se notan ya en los océanos. Las poblaciones que se desplazan a otras latitudes sin que importen fronteras políticas ni acuerdos o la muerte gradual de los corales, grandes viveros de la biodiversidad oceánica, señalan la importancia de asegurar la sostenibilidad a largo plazo de los caladeros y, con ella, la propia sostenibilidad del sector y de la cadena alimentaria global.
El papel de los estándares en la pesca sostenible
Tras el cierre total del caladero entre 2005 y 2010, la industria de la anchoa cantábrica se volvió a poner en marcha. Habían salvado una importante bola de partido, pero el aviso había sido muy claro: no se podían seguir haciendo las cosas de la misma manera. “Se cambió la mentalidad y se empezó a trabajar con una gestión precautoria y robusta del ‘stock’ de anchoa”, señala Laura Rodríguez Zugasti. Los pescadores de cerco empezaron a faenar de la mano del conocimiento científico para no volver a llevar al límite a una especie en la que habían basado su modo de vida y sus tradiciones durante generaciones. El resultado positivo, hoy en día, es evidente.
En 2015, fruto de su trabajo para lograr la sostenibilidad de la pesca de la anchoa, las Organizaciones de Productores de Bajura de Guipúzcoa (OPEGUI) y Vizcaya (OPESCAYA) se convirtieron las primeras en lograr la certificación de pesca sostenible de MSC. Muchas otras organizaciones han seguido sus pasos desde entonces y hoy una flota total de 93 barcos de bajura (47 son del País Vasco, 35 de Cantabria, seis de Galicia y cinco de Asturias) cuenta con el certificado. Pero, más allá del caso concreto de la anchoa, ¿cómo funcionan y para qué sirven estos estándares de sostenibilidad?
Los estándares de pesquerías MSC
Dos décadas antes del casi colapso de la anchoa del cantábrico, en 1992, el caladero de bacalao del Atlántico noroeste también estuvo a punto de desaparecer por la sobrepesca. Ante los retos que planteaba la gestión de este stock pesquero, en 1996 se creó el Marine Stewardship Council, más conocido como MSC. Hoy, esta organización internacional, independiente y sin ánimo de lucro, sigue trabajando con la misma misión para la que fue creada: abordar el problema de la pesca no sostenible. Lo hacen reconociendo los esfuerzos dedicados a la protección de la vida en los océanos a través del suministro de productos del mar sostenibles.
“Los certificados como MSC son incentivos y permiten medir la pesca sostenible, que es un concepto un tanto abstracto. Cualquier pesquería o cualquier barco, sea industrial o artesanal, puede medir de una manera objetiva e independiente que cumple con los 28 indicadores de sostenibilidad desarrollados en el marco del código de la FAO y puede mostrar que están trabajando en las mejores prácticas”, explica la directora de España y Portugal de MSC. Estos 28 indicadores se articulan alrededor de tres ejes:
- La sostenibilidad de las poblaciones para garantizar su continuidad de forma indefinida.
- La minimización del impacto ambiental de las artes de pesca utilizadas.
- La gestión de las actividades pesqueras y el cumplimiento de la normativa vigente en cada zona de captura.
“Es un programa voluntario. Las cofradías o las empresas solicitan una auditoría externa que analiza los 28 indicadores a lo largo de un proceso exigente, participativo y público, que dura de media 18 meses”, añade Laura Rodríguez Zugasti. En 2020 y 2021, el volumen de capturas vinculadas a MSC alcanzó los 16 millones de toneladas. Más de 500 pesquerías en 56 países están vinculadas a programas de certificación del Marine Stewardship Council, según los datos de su último informe anual. Sus productos están identificados con el sello azul de MSC que indica al consumidor final que está comprando pesca sostenible.
El valor de los estándares MSC y su sello azul, que solo se le concede al pescado o el marisco salvaje procedente de pesquerías sostenibles, ha ido creciendo también a lo largo de toda la cadena de distribución alimentaria, llegando a supermercados, hoteles y restaurantes y dejando una huella positiva por el camino. Solo en España, se venden más de 600 productos con el sello azul, 315 empresas tienen el certificado de cadena de custodia (que garantiza la trazabilidad de los productos sostenibles) y 482 embarcaciones de la flota de bacalao, bonito, atún tropical, anchoa y pulpo están certificadas como sostenibles, sumando 270.000 toneladas de capturas anuales, el 33% de todas las capturas de la flota española.
La acuicultura sostenible: ASC
Inspirados en parte por el impacto positivo de los estándares MSC en la industria pesca y ante el crecimiento del sector de la acuicultura en las últimas décadas, en 2010 se fundó el Aquaculture Stewardship Council o ASC. Aunque se trata de dos organizaciones independientes que trabajan por separado, están inspiradas por la misma filosofía: medir e incentivar la sostenibilidad de la industria.
“Si bien es una práctica muy antigua, la acuicultura como industria es muy joven. El desarrollo a gran escala de la acuicultura podría tener costes importantes para los ecosistemas, como la contaminación, el impacto en la biodiversidad o la degradación”, explica Sophia Balod-Lorenzo. “Los estándares ASC abordan exactamente esos aspectos potenciales, promoviendo una acuicultura mejor gestionada para satisfacer la creciente demanda de productos del mar y minimizar los impactos ambientales y sociales”.
La familia de estándares ASC, desarrollados para cada especie cultivada, se centran en certificar el cumplimiento normativo, la preservación del entorno natural y la biodiversidad, la buena gestión de los recursos hídricos, la protección de las especies silvestres, el uso responsable de alimentos para animales, la buena salud y el bienestar de los animales y la responsabilidad social (por ejemplo, que no exista trabajo infantil o que se protejan la salud y la seguridad de los trabajadores).
Al igual que MSC, ASC no funciona como una entidad certificadora, sino que marca los principios que después deben analizar empresas auditoras externas a petición de las granjas de cultivo. En la actualidad, 1.914 instalaciones acuícolas están certificadas por ASC en todo el mundo, incluyendo 612 de salmón y 482 de camarón. Existen 12 estándares que cubren 17 grupos de especies. Cada año, se producen ya más de 2,1 millones de toneladas de productos marinos cultivados bajo el estándar ASC, productos que, de cara al consumidor final, también cuentan con su sello identificativo.
Los certificados de buenas prácticas, unidos al compromiso de la industria y de los países, y de la mano del conocimiento científico en continua actualización, sientan las bases sobre las que construir un manejo de los recursos pesqueros realmente sostenibles. “Solo abordando todos los posibles impactos ambientales y sociales de la industria podemos garantizar una sostenibilidad real mientras seguimos alimentando a la creciente población mundial”, concluye Balod-Lorenzo.
Además, entidades financieras como BBVA apuestan cada vez más por reconocer este tipo de certificaciones como vía para impulsar los compromisos globales vinculados con la sostenibilidad.