Los indígenas son los mejores guardianes de la biodiversidad
Son apenas el 6% de la población mundial, pero poseen conocimientos para hacer frente a los desafíos del cambio climático y la crisis de la biodiversidad. Los pueblos indígenas son un ejemplo para Naciones Unidas en sostenibilidad, autosuficiencia, consumo de recursos y generación de residuos.
De las frondosas selvas amazónicas a las frías tierras de Laponia, pasando por las grandes llanuras de América del Norte: cerca de 500 millones de personas de diferentes regiones del mundo se definen a sí mismas como indígenas. Suponen solo el 6% de la población mundial, pero son poseedores de culturas, tradiciones y conocimientos fundamentales para preservar la biodiversidad y cuidar nuestro planeta.
Muchas comunidades indígenas llevan miles de años viviendo en perfecto equilibrio con su entorno, sin agotar los recursos naturales y siendo un ejemplo de sostenibilidad y autosuficiencia. Su estilo de vida y sus conocimientos ancestrales, que se transmiten de generación en generación, son un referente para hacer frente al cambio climático y la crisis de la biodiversidad.
Protectores de los bosques
La deforestación y la mala gestión de los recursos llevan décadas poniendo en peligro la salud de la selva amazónica, el gran pulmón del planeta y el hogar de miles de especies animales y vegetales.
Sin embargo, existen algunas fronteras invisibles que separan zonas sanas y bien preservadas: se calcula que casi la mitad de los bosques de la cuenca amazónica que todavía permanecen intactos se encuentra en áreas gestionadas por poblaciones indígenas. En ellas, las tasas de deforestación son significativamente más bajas que en el resto de la selva.
Esta es una de las principales conclusiones del informe Los pueblos indígenas y tribales y la gobernanza de los bosques, elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe (FILAC).
Este cuidado de los bosques es fundamental para mitigar la crisis de la biodiversidad y frenar el cambio climático. En Brasil, por ejemplo, se calcula que los territorios gestionados por los indígenas tienen más especies de mamíferos, aves, reptiles y anfibios que todas las áreas protegidas del resto del país. Además, estos bosques sanos funcionan como grandes almacenes de carbono.
“Los pueblos indígenas y los bosques de sus territorios cumplen un papel vital en la acción climática y en la lucha contra la pobreza, el hambre y la desnutrición”, señala Julio Berdegué, representante regional de la FAO para América Latina y el Caribe. “Sus territorios contienen alrededor de un tercio de todo el carbono almacenado en los bosques de América Latina y el Caribe y el 14 % del carbono almacenado en los bosques tropicales de todo el mundo”.
Las despensas del planeta
Durante siglos, los indígenas han basado su relación con la naturaleza en la reciprocidad y el respeto. De ella consiguen alimentos, medicinas y materias primas, asegurándose de que nunca gastan más de lo que pueden obtener y sin apenas generar residuos.
Para conseguirlo, muchas comunidades combinan técnicas variadas como la caza, la recolección, la pesca y la agricultura para garantizar que consiguen alimentos y recursos durante todo el año. En las estaciones del año en que los bienes escasean, algunos grupos practican el pastoreo o el nomadismo. De este modo, son autosuficientes e independientes de los mercados externos.
El pueblo sami, por ejemplo, consigue tres cuartas partes de las proteínas que consume gracias a la pesca, la caza y el pastoreo por las tierras de Laponia. Los melanesios de las Islas Salomón, por otro lado, combinan la agroforestería –integración productiva de árboles, pastos y ganado–, la pesca y la recolección de alimentos silvestres para cubrir casi todas sus necesidades alimentarias.
“Los pueblos indígenas adaptan sus actividades de generación y consumo de alimentos al modelo estacional y a los ciclos naturales que se observan en los ecosistemas que los rodean, y no al revés, como hacen la mayoría de las sociedades”, afirma Anne Nuorgam, presidenta del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas.
Hoy, sus conocimientos resultan esenciales para conseguir uno de los mayores retos del siglo XXI: alimentar a toda la población mundial sin poner en riesgo los recursos de la Tierra. Trasladar la base de estos conocimientos al resto del planeta es una de las soluciones que plantea la FAO para lograr un sistema alimentario más resiliente y seguro.
Sin embargo, estos conocimientos, al igual que todo el estilo de vida y los principios de numerosas comunidades indígenas de todo el mundo, están en peligro. De acuerdo con la ONU, la presión sobre estos pueblos y sus territorios ha aumentado significativamente durante los últimos años.
El interés comercial por explotar sus recursos, la deforestación, los efectos del cambio climático o la violencia a la que son sometidos sus líderes hacen que esas comunidades encuentren numerosas dificultades para gestionar correctamente sus territorios y la naturaleza que los rodea.
Algunas soluciones para poner fin a este problema – y permitir que los indígenas sigan siendo los verdaderos guardianes de la biodiversidad – son incluir a sus representantes en las tomas de decisiones, dar valor a su estilo de vida, divulgar su conocimiento y reconocer su derecho a gestionar sus propias tierras.