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Los cambios en los usos del suelo: impactos y soluciones

La tierra es un recurso esencial y finito. La transformación de la cubierta vegetal para usos agrícolas o industriales ha ayudado al progreso, pero también degrada los ecosistemas y provoca la emisión de gases de efecto invernadero (GEI). Para mitigar el impacto es necesario avanzar hacia una gestión sostenible de los suelos.

Los cambios en los usos del suelo: impactos y soluciones

En España, durante miles de años, los árboles convivieron con matorrales, monte bajo y praderas. Lo que variaba eran las especies y extensión en función de las condiciones climáticas de cada momento. La aparición de sociedades agrícolas y ganaderas trajo de la mano el aumento de la deforestación, que alcanzó su máximo en los siglos XVIII y XIX.

En los últimos cien años, la pérdida neta de superficie forestal en la península se ha ido estabilizando (e incluso recuperando). Sin embargo, los bosques que quedan apenas se parecen a los de antes. De acuerdo con los datos de Global Forest Watch, España tiene hoy alrededor de seis millones de hectáreas de bosque natural. Esto quiere decir que aproximadamente el 21% de su superficie es bosque. De todas las nuevas hectáreas ganadas en las últimas décadas, casi la mitad pertenece a plantaciones forestales.

Esta situación no es la única. En la mayoría de los países europeos o en EE. UU. y Canadá, entre otros, la superficie forestal ha aumentado. Mientras, en el resto del planeta la deforestación sigue creciendo: entre 2015 y 2020 se perdieron 50 millones de hectáreas de bosque en el mundo, según la FAO. Tanto la reforestación desordenada o para usos industriales como la deforestación tienen un impacto medioambiental y climático elevado, ligado fundamentalmente a los cambios en los usos del suelo.

Favorecer el progreso, degradar los ecosistemas

Desde que los seres humanos empezaron a hacer uso de la tierra, la superficie del planeta ha cambiado. Desde las primeras extensiones agrícolas y los primeros asentamientos hasta las explotaciones mineras, las áreas industriales o la expansión de las ciudades en la actualidad, el ‘Homo sapiens’ no ha dejado de modificar el entorno. Esto ha favorecido su progreso y mejorado su bienestar, pero también ha supuesto importantes daños ambientales.

Los cambios en los usos del suelo se definen como la transformación de la cubierta vegetal de los suelos para que estos puedan ser utilizados con otra función. Estos son una de las grandes causas de degradación de los ecosistemas a nivel global, así como una fuente importante de emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Se estima que la agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra son responsables de casi una cuarta parte de las emisiones de origen humano, principalmente debido a la deforestación y a las emisiones del ganado, los nutrientes y los suelos agrícolas.

Los cambios en los usos del suelo: impactos y soluciones

“Los cambios de uso del suelo afectan a los servicios ecosistémicos que estos proporcionan, como los de aprovisionamiento (producción de forraje, alimentos y agua limpia), regulación (control de la erosión y secuestro de carbono), soporte y culturales”, explica Elvira Díaz Pereira, investigadora del Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS-CSIC) y secretaria de evaluación y planificación del uso del suelo de la Sociedad Española de Ciencia del Suelo (SECS).

“La expansión del área de construcción urbana, la minería, el pastoreo excesivo y otras actividades han causado diversos grados de impacto en el medioambiente natural, lo que ha resultado en una disminución de la estabilidad y la diversidad de los ecosistemas, produciendo fragmentación en los hábitats de las especies y del paisaje y problemas que van desde la reducción de la captura de carbono hasta el sellado del suelo, aumentando el riesgo de inundaciones o los efectos de isla de calor en las ciudades”, añade Díaz Pereira.

¿Qué hay detrás de los cambios en los usos del suelo?

La tierra es un recurso fundamental para el ser humano. En ella producimos y recolectamos casi todos nuestros alimentos, a través de ella recibimos la mayor parte del agua que consumimos y sobre ella construimos nuestras ciudades e infraestructuras. Y es un recurso finito. Más de dos tercios de la superficie del planeta son océanos y, de las tierras emergidas, un 30 % no es habitable (por ser estéril o estar cubierta por hielos perpetuos). De lo que tenemos disponible, un 46 % se dedica ya a la agricultura y, sobre todo, a la ganadería, y un 1 % está ocupado por ciudades y otras infraestructuras.

Teniendo esto en cuenta, en la actualidad las dos grandes causas de los cambios de uso del suelo son la expansión de las actividades agroganaderas y el desarrollo industrial y urbano. Según la Agencia Ambiental de EE. UU. (EPA, por sus siglas en inglés), la urbanización afecta al suelo, sobre todo, a través de la contaminación y de la impermeabilización, alterando el ciclo del agua y la recarga de los acuíferos. En cuanto a la expansión agrícola, los grandes impactos se dan a través de la pérdida de biodiversidad y la destrucción de ecosistemas nativos, la introducción de especies invasoras y la contaminación de las aguas.

Soluciones: ¿Cómo podemos revertir la situación?

“Los científicos del suelo entendemos los suelos como un sistema vivo. Metabolizan nutrientes, respiran, son sensibles y reaccionan a las presiones externas para adaptar sus funciones vitales a los cambios. Enferman o incluso mueren”, explica Antonio Sánchez Navarro, presidente de la sección de Evaluación y Planificación del Uso del Suelo de la Sociedad Española de Ciencia del Suelo y profesor e investigador del área de edafología y química agrícola de la Universidad de Murcia. “Cada tipo de suelo tiene un comportamiento particular en las condiciones ambientales y del uso de la tierra y una resiliencia concreta a los impulsores del cambio y juega un papel diferente en el funcionamiento de los ecosistemas”.

Los cambios en los usos del suelo: impactos y soluciones

Los cambios de uso del suelo se traducen en múltiples presiones para este, que van desde la contaminación, la salinización y los desequilibrios de nutrientes hasta la compactación o el aumento de la erosión. Para mitigar estas presiones y solucionar los problemas ambientales derivados de los cambios en el uso del suelo es necesario avanzar hacia un manejo sostenible de la tierra. Pero ¿cómo se traduce eso en soluciones concretas?

“El escenario de incertidumbre al que nos lleva el cambio climático nos obliga a plantear qué gestión de la tierra es la más apropiada y cómo realizar una buena evaluación y planificación del uso del suelo. Tanto en los cultivos de secano como en los de regadío se esperan cambios y alteraciones en los suelos que afectarán a los sistemas vivos”, añade Sánchez Navarro. “Y tenemos también que tener en cuenta que la biodiversidad es un requisito previo y clave para la resiliencia de los ecosistemas”.

En este sentido, un estudio liderado desde el CEBAS-CSIC en 2019 sobre las prácticas de manejo sostenible en tierras de pastoreo muy degradadas se analizó el impacto de técnicas como la rotación de pastos, la reducción de la carga animal, la cría de ganado más productivo y adaptado o el manejo del pastoreo comunal. El estudio concluyó que esas técnicas tenían impactos beneficiosos en el secuestro de carbono y la reducción emisiones, la reducción de la erosión y la calidad física y química del suelo, lo que a su vez aumentó la resiliencia de la tierra al clima extremo y mejoró la biodiversidad.

“Además, las llamadas soluciones basadas en la naturaleza nos pueden llevar hacia paisajes bioalimentarios definidos como una geografía diferente de producción de alimentos, con combinaciones específicas de características biofísicas y atributos de gestión”, concluye Elvira Díaz Pereira. “La transformación global comienza por el cambio local. Pensar en un cambio de sistemas en el nivel del paisaje alimentario puede ayudar a tender puentes entre la ambición global y lo local”.

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