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Las nuevas tecnologías y la naturaleza unidas para un riego más eficiente

Existen satélites que identifican la necesidad de riego y nutrientes de un campo de cultivo. Una ciudad china imita la naturaleza con suelos porosos que filtran el agua de lluvia. La tecnología y la naturaleza se unen para gestionar un bien cada vez más escaso: el agua.

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Si uno de los efectos del calentamiento global es el aumento de las sequías, como indica la Organización Meteorológica Mundial, el cuidado de los recursos hídricos del planeta es estratégico para su supervivencia. Así lo señalan los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas. La consigna sencilla: bienvenida cualquier medida que optimice su gestión.

Un dato ayuda a comprender la magnitud del reto es que en la actualidad, la agricultura consume entre el 60 y el 70% del agua dulce de la Tierra. La cifra puede incrementarse un 19% en 2050, alerta la Unesco. Son necesarias “soluciones innovadoras de gestión de los recursos hídricos para contrarrestar nuevos desafíos relacionados con la seguridad del agua. Estos retos son hoy el crecimiento demográfico y el cambio climático”.

Gastar menos, ahorrar más

La inversión en nuevas tecnologías para desarrollar y extender sistemas de riego eficientes es urgente. Las reservas de agua dulce apenas suponen el 2,5% de toda la masa hídrica y su ritmo de consumo supera su capacidad de recuperación.

Además del crecimiento económico y demográfico, influye la concentración en áreas urbanas, advierte de nuevo la Unesco. De ahí la necesidad de gastar menos y ahorrar más en todos los escenarios posibles, en el campo, los procesos industriales, pero también en casa y en las oficinas.

La noticia esperanzadora es el papel cada vez más protagonista de las nuevas tecnologías para la gestión eficiente del agua.

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Agricultura tecnológica

El uso de la inteligencia artificial permite, por ejemplo, algoritmos capaces de predecir las necesidades cambiantes de los cultivos para programar tiempos y volúmenes de riego, algo que contribuye también con la sostenibilidad medioambiental. Una nueva generación de robots agricultores monitorizan cultivos como los viñedos y aconsejan el momento ideal del goteo para aumentar la productividad, junto con drones, sensores e imágenes por satélite que calibran la sed de un sembrado o un parque urbano por zonas específicas.

Otras herramientas meteorológicas también aplican análisis ‘big data’ de humedad y temperaturas para predecir sequías, además de modelos de simulación de cultivos y condiciones climáticas, sistemas de telecontrol y telemedida del rendimiento de las infraestructuras (canalizaciones, bombeos, etc.) en tiempo real, o el desarrollo de la ósmosis inversa y el filtrado de aguas residuales que transforman aguas industriales o vertidos urbanos en un caudal apto para las plantas.

Apoyarse en la naturaleza

La Unesco aboga por adaptar Soluciones Basadas en la Naturaleza (SbN) para mantener el nivel de los acuíferos y mejorar el acceso al agua y la gestión del ciclo hídrico. Por ejemplo, “aprovechar el drenaje natural o crear zonas de inundación para recoger el agua de lluvias extremas”.

Los gestores públicos y privados suelen recurrir en primer lugar a la infraestructura construida o ‘gris’. Pero Naciones Unidas considera que es el momento de revertir esta tendencia y apostar por infraestructuras sostenibles donde prime la ingeniería ecológica y no tanto la civil.

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Ciudad esponja

Esa nueva generación de infraestructuras más sostenibles se abre paso, como en las ‘ciudades esponja’ chinas. Hasta 30 de ellas recogen el agua de lluvia en cisternas subterráneas gracias a los suelos porosos. “El exceso de lluvia se filtra por un sistema de drenaje y se somete a un proceso de depuración basado en plantas que absorben los posibles contaminantes, como sucede en la naturaleza”, explica Qu Jiuhui, miembro de la Academia de Ingeniería de China. El objetivo es que cerca del 80% de la superficie de estas ciudades sea absorbente y reutilizar al menos el 70% del agua de lluvia en 2030.

Otro ejemplo es el sistema de intensificación del arroz (SRI) en Madagascar, que restaura la función hidrológica y ecológica de los suelos en lugar de usar nuevas variedades de semillas o productos químicos. El SRI permite ahorrar entre un 25% y un 50% del consumo de agua y a la vez aumentar la producción hasta un 50%. Otra de sus ventajas, según la Universidad de Cornell, es que ayuda a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (los cultivos de arroz causan el 1,5% de las totales).

La ONU estima que la producción agrícola global podría aumentar casi un 20% gracias a las prácticas más ecológicas de gestión del agua. Estas soluciones son extrapolables al espacio urbano, donde pueden contribuir a preservar el agua y el medioambiente.

Del cielo al suelo

Otra técnica emergente consiste en crear estanques naturales de retención para alimentar las napas freáticas (los acuíferos situados a poca profundidad) o proteger las cuencas hidrológicas que surten a las ciudades.

Gracias a este método, el ayuntamiento de Nueva York dice contar con la mayor fuente de agua no filtrada de Estados Unidos y ahorrar más de 300 millones de dólares anuales en operación y mantenimiento de su tratamiento hídrico.