42.000 campos de fútbol de césped artificial buscan una alternativa al caucho tras la prohibición de la UE
En Europa hay más de 42.000 campos de césped artificial, un mercado que sigue creciendo. Pero hay un problema: el diseño de la mayoría de estos terrenos provoca una contaminación por microplásticos y puede perjudicar a la salud humana. Ahora, la Comisión Europea ha prohibido el granulado de caucho que se utiliza como relleno.
Enero de 2023. Lucas Pérez, delantero del Cádiz, un equipo de fútbol que juega en la primera división de España, abandona el club. Renuncia a su salario millonario y vuelve a casa. Hace las maletas para regresar al equipo de su ciudad –A Coruña–, un Deportivo en horas bajas que sobrevive en la tercera categoría. Lucas vuelve al barro. En fútbol, y en muchos otros deportes, se hace normalmente alusión a la tierra para hablar de ese deporte alejado del mundo de las grandes estrellas, ese fútbol sin videoarbitraje ni ‘big data’, el fútbol de calle de toda la vida. El barro.
Sin embargo, la nostalgia empaña a menudo la realidad. El fútbol de barro ha desaparecido de muchas partes del planeta, sustituido por el fútbol de césped artificial. Las canchas donde juegan la mayoría de los equipos, sea cual sea su categoría, son de plástico. Solo en Europa, la UEFA estima que hay más de 42.000 terrenos de juego con este tipo de superficies. El mercado del césped artificial no ha dejado de crecer en los últimos años y un informe de Data Bridge Market Research estima que lo seguirá haciendo a una tasa cercana al 20% hasta al menos 2028, alcanzando un volumen de negocio superior a los 3.500 millones de dólares.
Pero hay un gran problema. Tal como están diseñadas, la mayoría de estas superficies contaminan y perjudican la salud. La Comisión Europea acaba de proponer, dentro de un paquete de medidas más amplio, eliminar el uso de ciertos materiales contaminantes (como el caucho) en los campos de fútbol y otras superficies deportivas de hierba artificial. No se prohíben este tipo de terrenos de juego en sí, pero la forma de diseñarlos y fabricarlos sí deberá cambiar en los próximos años.
La normativa afecta en particular al fútbol, aunque el césped artificial se usa también en otros deportes, como rugby, hockey o pádel. El caso del pádel es especial, ya que las pistas de césped artificial que se usan en este deporte no emplean caucho ni otros materiales contaminantes para amortiguar los impactos (utilizan, sobre todo, arena), por lo que la normativa europea no les afecta.
El problema está en el caucho
Cada día, millones de personas juegan sobre superficies de hierba artificial que utilizan granulado de caucho como material de relleno. Este relleno blando hace que los campos sean más duraderos y resistentes a la intemperie, a la vez que contribuye a la absorción de choques y a la tracción, tal como señalan desde la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA, por sus siglas en inglés). Y el granulado se fabrica, en su mayoría, a partir de neumáticos desechados, triturados en fragmentos más pequeños.
Este material granulado contiene a menudo sustancias químicas potencialmente nocivas para la salud humana, como hidrocarburos aromáticos policíclicos o metales. Además, los granulados también contribuyen a la contaminación por microplásticos, ya que pueden propagarse al medioambiente desde los campos de deporte a través del agua de lluvia o del calzado y la ropa de deporte, señala la ECHA. La agencia calcula que cada año, solo en Europa, unas 16.000 toneladas de microplásticos generadas por estas superficies con caucho acaban en el entorno.
De hecho, el material de relleno granular de caucho es la mayor fuente de emisión de microplásticos (dentro de los que son añadidos intencionadamente a los productos, como sucede también con los cosméticos con microesferas plásticas). Así lo sostiene la Comisión Europea, que ha prohibido su uso dentro de su último paquete de normas para reducir la contaminación por microplásticos. Eso sí, para dar tiempo a propietarios a buscar alternativas, esta prohibición se empezará a aplicar dentro de ocho años.
“Hasta el año 2015, cuando empezaron a aparecer los primeros estudios de la toxicidad de este tipo de material, la cuota de mercado del relleno de caucho procedente de neumáticos triturado era de más del 90%”, explica Salvador Navarro, responsable del proyecto europeo LIFET4C, coordinado por la compañía Green World Compounding (GWC), con sede en la localidad murciana de Alhama, que tiene el objetivo de desarrollar una solución circular y segura para los campos de césped sintético.
“La normativa europea se refiere únicamente a microplásticos, partículas por debajo de los 5 milímetros. Es decir, deja la puerta un poco abierta al uso de rellenos de este tipo siempre que no sean microplásticos ni se degraden hasta convertirse en microplásticos”, añade Navarro. “Además, existe otra variable: se permite utilizar partículas siempre que se demuestre que la cantidad de material que se filtra al medioambiente es como máximo de 7 gramos por metro cuadrado. Esto abre la puerta a utilizar sistemas de confinamiento en las instalaciones deportivas que mantengan el relleno en el sistema”.
¿Cuáles son las alternativas al uso de caucho en los césped artificiales?
Las propiedades mecánicas del caucho, su bajo coste y el hecho de que sirviese de segunda vida para los neumáticos usados convirtieron a este material en una solución muy utilizada durante los últimos años. Sin embargo, la necesidad de reducir la contaminación por microplásticos y, al mismo tiempo, afrontar los problemas que las sustancias derivadas del caucho pueden ocasionar en la salud ha multiplicado los esfuerzos en la búsqueda de alternativas.
“En el proyecto LIFE4TC proponemos un sistema que está formado por un césped que está desarrollado para utilizar partículas por encima de 5 milímetros, un sistema de drenaje que evita la fuga de partículas al medioambiente y un relleno a base de ecolastene, un material que hemos desarrollado en GWC”, señala Navarro. “Está fabricado a partir de plástico reciclado de origen agrícola con un tamaño de partícula superior a los cinco milímetros y no se degrada con el uso ni con la radiación ultravioleta”. Además, añade, facilita el reciclaje del césped artificial una vez concluida su vida útil e implica el uso de cuatro veces menos de material que en el caso del caucho.
Mientras el ecolastene es la alternativa sintética, también han aparecido otras soluciones de origen biológico. Por ejemplo, el Betis, club de la primera división de fútbol española, utiliza el corcho como material de relleno en todas las instalaciones con césped artificial de su ciudad deportiva. En este caso, el principal inconveniente frente al caucho es que los campos necesitan más mantenimiento y la vida útil del corcho es más corta.
“El agua es el gran problema ambiental al que se enfrenta la humanidad”, concluye Salvador Navarro. “Si no hay césped artificial, no podrá haber deporte sobre hierba, la cantidad de agua que se necesitaría para regar todos esos campos lo haría inviable”. Así, la solución artificial sigue pareciendo la mejor alternativa para un fútbol que se resiste a volver al barro de sus orígenes. Eso sí, sin microplásticos.