La pesca de arrastre libera millones de toneladas de CO2
Un informe publicado en la revista científica Nature asegura que la pesca de arrastre bombea cada año 1.000 millones de toneladas de dióxido de carbono al remover el sedimento marino. Para la ONU, la pesca sostenible es la única opción para recuperar el equilibrio en los océanos.
Aunque no podamos verla, la vida marina mantiene un delicado equilibrio bajo la superficie. Al igual que sucede en tierra firme, cada elemento de los ecosistemas es importante para que todo fluya y se mantenga. Esto incluye, por supuesto, el suelo marino.
Cuando los barcos realizan la llamada pesca de arrastre, arrasan con todo lo que encuentran a su paso. Desde este valioso suelo hasta los peces que nadan más cerca de la superficie. Por lo general, los marineros lanzan unas redes en forma de cono que cuentan con flotadores en uno de sus extremos y lastres en el otro, para asegurarse que quedan abiertas y atrapan todo lo posible a medida que el barco avanza. Como resultado, se destruye el suelo marino y se pescan todo tipo de especies, incluso aquellas no deseadas.
Estas no son las únicas consecuencias de la pesca de arrastre. Remover los sedimentos marinos con las redes libera alrededor de 1.000 millones de toneladas anuales de dióxido de carbono (CO2), un gas de efecto invernadero que tiene un impacto directo en el calentamiento global. Así lo indica un informe reciente publicado en Nature bajo el título Protecting the global ocean for biodiversity, food and climate. Se trata de la primera vez que se contabiliza la liberación de este gas a partir de esta práctica tan poco eficiente.
Sin embargo, la pesca de arrastre no es, ni mucho menos, la única actividad poco sostenible con consecuencias directas en los océanos hoy en día. La pesca con explosivos, la pesca fantasma (aquella producida por aparejos perdidos o no atendidos) o simplemente la sobrepesca ponen en peligro la conservación de los ecosistemas marinos y, por consiguiente, los medios de vida de millones de personas.
Una alternativa responsable
Los océanos son fundamentales para la vida en la Tierra. Regulan el clima, proporcionan oxígeno, absorben aproximadamente el 30 % de las emisiones globales de CO2 y garantizan la seguridad alimentaria de más de 3000 millones de personas. Sin embargo, las malas prácticas están poniendo en peligro la salud de sus ecosistemas.
De acuerdo con el informe El estado mundial de la pesca y la acuicultura 2020 de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el 34,2 % de las poblaciones de peces se capturan por encima de niveles sostenibles. Una de las soluciones para dar una vuelta de 180 grados a esta problemática es apostar por la pesca sostenible, aquella que tiene como principio fundamental ser responsable con el entorno y favorecer la conservación de los recursos marinos.
“La pesca sostenible implica dejar suficientes peces en el mar, evitando la sobrepesca, para que su población se pueda reproducir de forma adecuada, renovándose de manera continua, manteniéndose saludable y productiva”, explican desde el Marine Stewardship Council (MSC). Estas son las principales características de este tipo de pesca:
- Respeta la productividad y la diversidad de los ecosistemas marinos.
- Utiliza métodos selectivos para minimizar los impactos sobre otras especies, sobre todo aquellas protegidas o en peligro.
- Prioriza la conservación del medioambiente por encima de la productividad económica.
- Su gestión se adapta a las leyes, tanto locales como nacionales e internacionales.
- Contribuye a la seguridad alimentaria de la población y evita el despilfarro.
- Genera empleo: actualmente, la pesca marina da trabajo de forma directa o indirecta a más de 200 millones de personas.
- Minimiza la contaminación de los entornos marinos y costeros.
- A menudo, sus prácticas se certifican con sellos y estándares, como el del MSC.
De acuerdo con la FAO, los próximos diez años son fundamentales para hacer un esfuerzo real y lograr sistemas de pesca más sostenibles. Se trata de un objetivo fundamental para conseguir que los ecosistemas marinos recuperen su equilibrio y garantizar unos océanos sanos.