La necesidad de reciclar las mascarillas que nos protegen del coronavirus
Durante 2020 la organización por la conservación marina OceansAsia ha calculado que los océanos han recibido 1.560 millones de mascarillas, formadas por fibras de polipropileno (plástico). Concienciar, potenciar su recogida selectiva y conseguir que sean biodegradables y reciclables se perfilan como soluciones para la sostenibilidad del planeta.
El pasado mes de septiembre un voluntario de la Fundación Acción Planetaria quemó una mascarilla KN95 para demostrar que es puro plástico, concretamente polipropileno, y que si no somos capaces de desecharlas correctamente, las mascarillas se convierten en un daño colateral para el medioambiente. Cada día se utilizan, solo en España, 500 toneladas de mascarillas desechables para protegerse de la COVID-19 (quirúrgicas, KN95, FFP2), casi 200.000 toneladas al año. Suponiendo que entre el 1 % y el 1,5 % termine en el mar, como cifra la Fundación Ecomar en su Informe Blue, tendríamos 2.500 toneladas –60 trailers– de plásticos, microplásticos conforme se vayan degradando, contaminando la vida marina y la cadena alimentaria durante más de 400 años.
Los cálculos los realiza Luís de Castro, voluntario de comunicación de Acción Planetaria, sobre la fórmula ideada por los investigadores Christopher Nzediegwu y Scott X. Chang, y adoptada por la comunidad científica internacional para facilitar mediciones homogéneas en todo el mundo: el número de mascarillas utilizadas depende de la población, del porcentaje de ella que es urbana, de la ratio de aceptación de las mascarillas y de la asunción de que cada persona utiliza una a lo largo del día.
Las mascarillas que usan los pacientes ingresados por coronavirus en un hospital tienen la consideración de residuos sanitarios y se regulan por una normativa específica que implica su esterilización o incineración, según informa Eva Ropero, experta en sostenibilidad y economía circular de la Universidad Europea. “Los beneficios del reciclaje de un material potencialmente contaminado son inferiores a los riesgos, y se prima la prevención y la salud pública”, acota.
Las que se desechan en los hogares se consideran residuos no peligrosos y van a la fracción resto (residuos no reciclables). En ningún caso a los contenedores de recogida separada (envases, papel o vidrio) ni, por supuesto, al suelo. “Si hay infectados por COVID-19 en un domicilio, deberían ir al cubo de restos en una bolsa cerrada”, señala Ropero. A partir de ahí se ocupan los servicios municipales. “Se procederá con preferencia a su incineración, pero también se permite su depósito en vertedero. En caso de ser necesario, se pueden utilizar las plantas de industrias de fabricación de cemento que estén autorizadas para co-incinerar residuos”, apunta.
“El tratamiento de estos residuos es más o menos igual en todos los países desarrollados”, explica De Castro; el problema se agudiza en aquellos otros que no cuentan con las infraestructuras necesarias.
Según indica Forbes México, este es un problema que se replica en América Latina y el Caribe pues es una región que cada día produce 541.000 toneladas de basura, de las cuales el 90% no se recicla. Incluso para 2050 hay previsiones de que este problema aumente un 25%, de acuerdo con la Perspectiva de la Gestión de Residuos en América Latina y el Caribe, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Recogida selectiva de mascarillas
Algunos ayuntamientos, como el de Alcorcón (Madrid), han colocado contenedores especiales para mascarillas, pero el tratamiento posterior es el mismo: depósito en vertedero controlado o incineración. Acción Planetaria arrancó, al inicio de la pandemia, la campaña #ContagiaResponsabilidad en España, animando a empresas e instituciones a colocar contenedores, de color rojo, para la recogida de mascarillas y guantes. De allí van a la incineradora. “No es una fórmula que nos guste pero, actualmente, no hay alternativas viables. Es un mal menor”, reconoce Luís de Castro.
“Todos los avances de la ONU y de la Unión Europea para construir un sistema de gestión de residuos basado en la economía circular se han visto frenados por la pandemia. Las mascarillas han venido a tirar por tierra todo este esfuerzo, al ser plásticos de un solo uso, no reciclables y no reutilizables”, lamenta Ropero.
La experta de la Universidad Europea saluda la aparición de “iniciativas sostenibles para tratar este problema, todavía de una forma muy excepcional”. En España, la empresa Bioinicia, junto con el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha fabricado una mascarilla FFP2 biodegradable. Recicla Mascarilla, en el País Vasco, utiliza mascarillas usadas para fabricar combustible. La compañía francesa Plaxtil se anuncia como la primera del mundo en reciclar máscaras, aprovechando sus fibras de polipropileno para hacer otras nuevas y estructuras de viseras. Lleva más de 50.000 unidades fabricadas.
“Proyectos en universidades de todo el mundo están analizando la mejor manera de reciclar los materiales, teniendo en cuenta la complejidad del producto, formado por hasta tres tipos diferentes de materiales plásticos, que hay que tratar con todas las medidas de seguridad”, recuerda Ropero.
Mientras tanto, y teniendo en cuenta que la humanidad va a tener que convivir con las mascarillas durante bastante tiempo, Acción Planetaria apela al civismo para impedir que terminen contaminando nuestro entorno. “Es recomendable separar en casa mascarillas y guantes del resto de basura, aunque luego todo vaya al mismo sitio, para concienciarnos y educar a nuestros hijos”, aconseja De Castro. También cortarles las gomas, para que, en caso de que ‘escapen’ del vertedero, aves, peces o animales callejeros no se enreden en ellas. “Evitemos depositarlas en papeleras, ya que pesan poco y un golpe de viento podría volarlas”, añade.
Acción Planetaria, cuya nueva campaña, #Añosdevida, pone el foco en la imposibilidad de gestionar de forma adecuada el volumen creciente de plásticos, insiste en que “hemos de evitar a toda costa que las mascarillas terminen en el mar”. De Castro opina que se debería potenciar su recogida selectiva. “Probablemente sustituyamos nuestros actuales contenedores rojos por otros más sencillos, plegables, de cartón, para concienciar de que lo que llevamos sobre boca y nariz para protegernos de los contagios es un residuo plástico”, avanza.