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La importancia de los pueblos indígenas y sus derechos en la conservación de la biodiversidad

El 80% de la biodiversidad mundial existe en territorios indígenas. Para estos pueblos (casi 400 millones), la naturaleza y el ser humano viven en simbiosis y, por eso, se han convertido en guardianes de los ecosistemas. Sin embargo, la explotación del mundo natural también perjudica los derechos humanos.

Cuenta la leyenda que la tortuga laúd fue hace mucho tiempo una persona. Un hombre que, cansado de vivir maltratos y desprecios en la tierra, decidió mudarse al mar, en donde se convirtió en animal y tuvo por fin una vida más tranquila. Quizá esta sea una de las muchas razones por las que un grupo de indígenas seri –comunidad que habita la costa desértica del estado de Sonora, en México– creó hace años el Grupo Tortuguero Comcaam Desemboque.

El objetivo de este grupo es preservar la población de tortugas marinas del golfo de California. Animales que siguen estrechamente ligados a la cultura y la identidad de los seri muchos años después de que la historia de la tortuga laúd empezase a pasar de generación en generación y a transmitirse de padres a hijos.

A su vez y en puntos de los cinco continentes, diferentes grupos indígenas luchan por proteger su territorio y, con él, la naturaleza. Su papel es clave: se calcula que un 80% de la biodiversidad mundial existe en territorios indígenas. Reforzar sus derechos y mantener vivo su conocimiento del mundo natural es fundamental para poner fin a la crisis de biodiversidad.

La vida de los indígenas, ligada al medioambiente

Los pueblos indígenas agrupan una población de más de 370 millones de personas que se reparten en 70 países de todo el mundo. Estos pueblos tienen su propia cultura, su lengua, su historia y su cosmovisión. Tienen también una serie de características comunes: una de ellas su conexión con la tierra y el mundo natural.

“El papel de los pueblos indígenas es importante para proteger la biodiversidad debido a su cosmovisión. Para ellos, la naturaleza y el ser humano viven en simbiosis”, explica Álvaro Pop, politólogo y representante de los pueblos indígenas de América Latina en el Grupo Directivo Global de la Década Internacional de las Lenguas Indígenas en la UNESCO. “Se reconoce a la tierra como madre y se respeta la producción de la naturaleza como recurso de vida con derechos propios”.

De acuerdo con Pop, guatemalteco del pueblo maya y de habla q’eqchi’, estos principios han llevado a los pueblos indígenas a proteger la biodiversidad durante siglos. Lo hacen, además, de manera comunitaria, de un modo que involucra a todos los habitantes, por lo que el impacto en la conservación de los recursos naturales es muy alto.

“Durante siglos, milenios, las culturas de los pueblos indígenas han construido maneras, metodologías y sistemas de vida que mantienen la biodiversidad”, explica el politólogo. Uno de los muchos ejemplos lo encontramos en los bosques comunitarios de Totonicapán (Guatemala), gestionados por el pueblo kiche. Este trabaja para aprovechar al máximo los productos que el bosque ofrece –como el agua y la madera– y a la vez garantizar su protección.

Sin embargo, esta forma de entender y defender el mundo está en peligro. La actividad y el estilo de vida de los países desarrollados ha fomentado una explotación del mundo natural que afecta tanto a la biodiversidad como a los derechos humanos de los pueblos indígenas.

Una doble crisis de la biodiversidad

La biodiversidad –es decir, el conjunto de todas las especies que habitan el planeta– es fundamental para nuestra supervivencia. Nos provee de alimentos, medicamentos, materias primas y fuentes de energía, y a la vez proporciona servicios como la polinización, la captura de dióxido de carbono (CO2) o la purificación de las aguas.

'Podcast': Biodiversidad, salud para el planeta y para las personas

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Sin embargo, los cambios en los usos de la tierra (por ejemplo, los que llevan a la tala de bosques para convertir los terrenos en superficies cultivables o urbanizables), la sobrepesca, la caza furtiva o la contaminación, entre otros problemas causados por el ser humano, han provocado una importante pérdida de especies.

Hoy, las cifras nos permiten hablar de crisis de biodiversidad. De acuerdo con la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), más de un millón de especies pueden desaparecer en un futuro próximo si no se toman medidas adecuadas. Casi el 30% de todas las especies conocidas se encuentran en peligro de extinción.

Muchas de las actividades que han llevado a esta crisis de biodiversidad atentan también contra los derechos humanos de los indígenas. Pensemos, por ejemplo, en la deforestación que termina con sus territorios y con todos los elementos que definen su cultura, su cosmovisión y su estilo de vida.

“Los pueblos indígenas se enfrentan a numerosas amenazas. Entre los derechos más vulnerados está el derecho a la vida”, explica Pop. “Le siguen los derechos vinculados a la organización y al desarrollo de su cultura. Los pueblos indígenas son ciudadanos de segunda o tercera categoría en sus países. Los estados no se han preocupado por darles las mismas oportunidades de ciudadanía, educación, trabajo y acceso a la justicia o la salud pública que al resto”.

“El desalojo de sus tierras ancestrales, el hacinamiento en las zonas urbanas sin servicios básicos, la explotación laboral en condiciones de esclavitud, la discriminación y el racismo son situaciones que se viven de manera cotidiana”, señala.

Soluciones para la crisis de biodiversidad con dos caras

La conexión entre los pueblos indígenas y la naturaleza hace que estos sean unos agentes clave para poner fin a la crisis de biodiversidad: se calcula que, actualmente, un 80% de la biodiversidad mundial existe en territorios indígenas. Aprender de su manejo forestal tradicional, su conocimiento y su capacidad para conservar los recursos puede resultar determinante en las próximas décadas.

“Aprender de su conocimiento de la naturaleza es altamente importante para frenar la crisis de biodiversidad”, coincide Pop. “Es indispensable aprender a vivir con principios comunitarios aun en contextos urbanos y modernos. Esto no consiste únicamente en sembrar más árboles, es además aprender a vivir produciendo menos basura, generando menos contaminación y aprovechando racionalmente los recursos”.

Una de las lecciones la encontramos en su sistema de producción de alimentos y recursos, que tiene en cuenta la salud de la tierra y evita la sobreexplotación. “Un ejemplo que tienen los pueblos indígenas de Mesoamérica es la producción de maíz en el ámbito familiar y comunitario. Lo que se ha denominado el ‘sistema milpa’: en una pequeña parcela se siembra maíz y, junto con él, otras especies como frijol o tomate, formando un ecosistema que aprovecha todos los recursos como el agua, la luz, el suelo y los nutrientes y produce varios productos para la alimentación familiar y comunitaria”, explica Pop.

Aprovechar la riqueza de la biodiversidad

Los pueblos indígenas y tribales que habitan las áreas forestales de América Latina y el Caribe viven en una situación paradójica: a pesar de ser ricos en recursos naturales y cultura, son pobres en ingresos monetarios y en el acceso a servicios públicos. Esta es una de las premisas de las que parte el informe ‘Los pueblos indígenas y tribales y la gobernanza de los bosques. Una oportunidad para la acción climática en América Latina y el Caribe’, de la FAO. Y lo mismo sucede con muchas comunidades indígenas de otras partes del mundo.

Para proteger estas comunidades y, así, dar un impulso a la preservación de la biodiversidad, la FAO señala cinco claves principales:

  • Fortalecer los derechos territoriales
  • Compensar los servicios ambientales
  • Promover el manejo forestal comunitario
  • Reafirmar las culturas y los conocimientos tradicionales
  • Apoyar la gobernanza territorial y estructuras organizativas indígenas y tribales.

Para avanzar en la consecución de estas metas es necesario tanto el apoyo de los gobiernos nacionales como el de la comunidad internacional. En los últimos años, se han creado herramientas para aumentar el respeto a los derechos indígenas. De acuerdo con Pop, la más útil ha sido el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). “Ha ayudado a generar un compromiso de ‘consulta previa, libre e informada’ que obliga a los estados a dialogar y a tener el consentimiento de los pueblos indígenas para las inversiones y decisiones administrativas que se hagan en sus territorios y los afecten”, explica.

Sin embargo, añade también que la exigencia de su cumplimiento ha generado una persecución y la criminalización de los dirigentes y líderes indígenas que protegen la naturaleza y los recursos naturales. Lo que falta, explica Pop, es que empresas y gobiernos cumplan con los derechos de los pueblos indígenas establecidos y reconocidos en el derecho internacional a través de la Declaración de Naciones Unidas y americana sobre los derechos de los pueblos indígenas, el Convenio 169 de la OIT y las resoluciones de la Corte Interamericana, entre otros.

“Yo soy optimista y creo que los derechos de los indígenas mejorarán en los próximos años”, señala Pop. “Los pueblos indígenas son hoy la conciencia crítica de la democracia latinoamericana y los guardianes de la naturaleza. Aun a pesar de la persecución y la muerte de nuestros dirigentes, las comunidades tienen una mejor conciencia de su presente y están empoderadas de su identidad, con más información sobre su pasado y mejor coincidencia de sus propósitos futuros”, concluye.