La Fundación BBVA premia a Partha Dasgupta, pionero de la economía medioambiental
Partha Dasgupta (Universidad de Cambridge) ha recibido el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Economía, Finanzas y Gestión de Empresas por sus trabajos sobre las interacciones que existen entre la vida económica y el entorno natural. Estas investigaciones dieron origen a la economía medioambiental y han aportado “un marco para la contabilidad verde que ahora está ampliamente aceptado para medir el desarrollo sostenible”, ha destacado el jurado del premio.
El trabajo de Dasgupta, que comenzó en la década de los setenta del siglo XX, construyó “una base para analizar cómo las sociedades que tienen una cantidad fija de recursos no renovables deben repartir esos recursos a lo largo del tiempo e invertir en tecnologías alternativas” para facilitar la conservación de los mismos, afirma el acta del jurado del premio que concede anualmente la Fundación BBVA.
Para Eric Maskin, presidente del jurado y Premio Nobel de Economía, Partha Dasgupta “es el economista de nuestro tiempo que más ha subrayado la importante interacción entre la vida económica y el entorno natural. En sus trabajos enfatiza que toda actividad económica tiene implicaciones para nuestro medio ambiente, casi siempre negativas (la degradación del entorno natural), y que esas implicaciones deben tenerse en cuenta para formular y llevar a cabo una política económica que realmente tenga sentido no sólo para las personas del mundo actual, sino también para las generaciones futuras”.
De la economía de los recursos a la economía de los procesos
“La mayoría de los economistas que investigan los recursos naturales –ha explicado Dasgupta en una entrevista concedida poco después de conocer la noticia del premio– piensa que la naturaleza proporciona ciertos tipos de bienes, como alimentos, agua potable, madera, fibras, productos farmacéuticos y artículos médicos. Estos son bienes. Son objetos que puedes cosechar de la naturaleza y transformar, con el ingenio humano, en otro producto final, como la ropa que llevamos, los cuadros de la habitación en la que estás sentado, y así sucesivamente. Estas son las cosas que hacemos con estos bienes que nos brinda la naturaleza”.
La clave en este pensamiento económico, el tradicional, es la sustitución de un bien, cuando comienza a escasear, por otro que permita obtener los mismos o similares resultados. Pero Dasgupta llegó a la conclusión de que la naturaleza provee de algo que es mucho más importante e insustituible que los bienes: los procesos (o en términos más económicos, los servicios). “Claro que nos importan los bienes de la naturaleza, porque sin ellos no estaríamos aquí: agua, comida, ropa, etc. Pero nada de esto existiría sin los procesos subyacentes en la naturaleza”.
La regulación del clima es un ejemplo de servicio, o proceso, que cita Dasgupta: la luz del sol llega y se refleja en el espacio, el agua se evapora, cae en forma de lluvia. “Tienes el ciclo del agua y luego bebes el agua de él. Y además, lo que no se consume no desaparece, simplemente se evapora o se convierte en parte del océano, a través del sistema fluvial y así sucesivamente. Ahora bien, si trastornas demasiado el clima, también estarás alterando el ciclo del agua, que quedará debilitado... Si se deforesta demasiado, si se elimina la biodiversidad del Amazonas, se va a exacerbar el sistema climático. Mi trabajo se ha centrado en incorporar estas cuestiones a la economía”.
Dasgupta considera que la economía se ha dejado influir demasiado por la idea de que se puede resolver la escasez sustituyendo un bien por otro: “Y en la producción industrial, por supuesto, esta idea de la sustituibilidad ha sido un gran éxito”.
Sin embargo, esto tiene sus límites, cuando alteras los procesos: “Pensemos en el caso del cuerpo humano: el proceso del metabolismo te mantiene en un estado saludable, por lo que es absurdo pensar que puedes sustituir un proceso por otro. Sería como decir: quiero tener menos capacidad digestiva y más capacidad para correr, o algo así”. El problema al que actualmente nos enfrentamos es que algunos de esos procesos de la naturaleza están amenazados por el cambio climático o la reducción de la biodiversidad derivados de la acción humana.
Partha Dasgupta (Universidad de Cambridge). - Fundación BBVA
Incorporar el valor de la naturaleza a la medición de la riqueza
Todas esas nociones que Dasgupta ha desarrollado a lo largo de más de cuatro décadas de investigación tienen implicaciones en el sistema de precios, las políticas económicas y regulatorias o la medición del bienestar y la riqueza, aspecto en el que él ha hecho especial hincapié.
Su propuesta es que los indicadores tradicionales como el PIB no son capaces de dar una medida real del valor que tiene una economía, en primer lugar, porque son indicadores de flujos, es decir, miden los bienes producidos o servicios prestados en esa economía en un periodo de tiempo determinado: “El problema con un flujo es que no te dice nada sobre lo que puede pasar mañana”.
Por tanto, su propuesta es realizar esas mediciones de riqueza y bienestar tomando en consideración la evolución de la acumulación del capital (lo que llamamos stock), las variaciones que presenta a lo largo del tiempo, en todos sus bienes y servicios: “Del mismo modo que las empresas tienen balances, además de la contabilidad de pérdidas y ganancias, deberíamos tener balances que incluyeran la evolución de la naturaleza, del capital natural, no sólo las fábricas, las personas formadas, las máquinas, etc., que ya figuran en las estadísticas nacionales, sino también la naturaleza”.
La importancia de medir la depreciación del capital natural
La segunda razón que esgrime Dasgupta para desechar el PIB como un indicador válido es que no incluye la depreciación del capital (al ser Producto Interior Bruto, bruto significa que la depreciación no se resta), lo que significa que se podrían estar dando (y de hecho es muy probable que eso esté ocurriendo actualmente) altas tasas de crecimiento del PIB mientras en realidad se está degradando la naturaleza.
“Y eso es muy peligroso porque puedes encontrar dificultades, como ahora con el cambio climático. El cambio climático es un problema, pero el PIB no lo refleja porque la concentración de carbono no forma parte del cálculo de ese indicador. Por lo tanto, en las mediciones sobre la riqueza se debe incluir la naturaleza como parte de esa riqueza, es decir, los ecosistemas que se están utilizando. Así que el desarrollo sostenible debería significar idealmente que esta noción inclusiva de riqueza aumenta con el tiempo, no disminuye. Eso es el desarrollo sostenible”.
Dasgupta destaca que en países como el Reino Unido ya se están creando nuevas fórmulas para contabilizar la riqueza que contemplan esas nociones, así como la Oficina de Estadística de las Naciones Unidas, que lleva tiempo intentando estimar los stocks, o China, que también lo está haciendo.
El Informe Dasgupta sobre la ‘economía de la biodiversidad’
Pero la faceta de investigador no es la única en la que Dasgupta ha despuntado, tal y como remarca Lucrezia Reichlin, catedrática de Economía en la London Business School y miembro del jurado. “Además de un teórico que estableció los fundamentos de la economía ambiental, también es un defensor del mundo natural. Y estas dos facetas se muestran en el conocido como ‘Informe Dasgupta’, donde sus trabajos, tanto teóricos como de medición, se unen para analizar la biodiversidad, en un estudio encargado por el Tesoro del Reino Unido que se publicó en 2021 y que está teniendo un gran impacto en el debate sobre cómo debemos pensar el crecimiento en relación con el medioambiente”.
El propio Dasgupta se refiere a ese informe cuando es preguntado acerca de qué medidas se pueden tomar para poner en práctica sus postulados teóricos: tiene ejemplos desde el nivel micro, de gestión propia de los gobiernos locales o nacionales, hasta la esfera internacional. Para este ámbito aboga por crear una institución supranacional.
El problema, explica el premiado en base a lo que le han transmitido algunos de los principales líderes políticos, es que el mundo no está preparado para que una organización internacional asuma esta responsabilidad.
“Así que mi respuesta solía ser, y sigue siendo, que al final de la Segunda Guerra Mundial, Europa estaba completamente de rodillas, el Lejano Oriente también, la economía mundial estaba destrozada, y en tres años creamos las Naciones Unidas, el Banco Mundial y el FMI. Todas estas organizaciones internacionales se crearon en un periodo de entre cinco y diez años. ¿Por qué lo hicimos? Porque necesitábamos estos bienes públicos. Necesitábamos paz. Eso es un bien público. Necesitábamos desarrollo, eso es un bien público. La estabilidad financiera del Banco Mundial, eso es un bien público. Ahora aquí hay una situación en la que realmente estamos teniendo dificultades con otro bien público: la naturaleza. El problema no es la lógica de la propuesta, sino la complejidad de su implementación política”, concluye.