Cerrar panel

Cerrar panel

Cerrar panel

Cerrar panel

La Fundación BBVA premia a Ceballos y Dirzo por cuantificar la magnitud de la extinción de especies provocada por el ser humano

El trabajo de los ecólogos mexicanos Gerardo Ceballos (Universidad Nacional Autónoma de México) y Rodolfo Dirzo (Universidad de Stanford) ha demostrado que las tasas actuales de extinción de especies son mucho más elevadas que las producidas en los dos millones de años precedentes, según ha destacado el jurado del Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Ecología y Biología de la Conservación.

Al documentar la galopante desaparición de animales y plantas en la Sexta Gran Extinción que está experimentando nuestro planeta, Ceballos y Dirzo han contribuido a revelar que la actual crisis de biodiversidad es –según resalta el acta del fallo– “un periodo de especial aceleración en la pérdida de especies que está teniendo lugar en todo el mundo y para todos los grupos de organismos, y el primero que está ligado directamente al impacto de una sola especie: la nuestra”.

En concreto, los dos ecólogos galardonados son referentes en el estudio de la llamada defaunación, un término acuñado por Dirzo para describir las alteraciones causantes de la desaparición de animales en la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas. Sus trabajos –destaca el acta del premio–, han revelado los destructivos “efectos en cadena” que puede generar la eliminación de una especie, al perturbar la red de interacciones que mantiene con otros organismos, así como sus impactos sobre la población humana, debido a la pérdida de los bienes y servicios que proporcionan. Sus investigaciones han contribuido a aportar “la base científica necesaria” para impulsar la adopción de medidas

Una tasa de extinción entre 100 y 1.000 veces superior

Ceballos ha dirigido su investigación hacia el estudio de la fauna y la magnitud de la extinción, y Dirzo se ha centrado en el estudio de las interacciones ecológicas entre plantas y animales, así como las consecuencias de esa extinción.

El trabajo de Ceballos cuantificando las tasas de extinción actuales desembocó en una investigación en la que buscaba compararlas con las tasas de extinción de épocas pasadas. “La evolución funciona como un proceso de extinción y de generación de especies. En tiempos normales, hay más especies que se originan de las que desaparecen, la diversidad va incrementándose. Ha habido cinco extinciones masivas en los últimos 600 millones de años, la última acabó con los dinosaurios. Todas tienen la característica de que fueron muy catastróficas – acabaron con el 70% o más de las especies del planeta–, fueron causadas por una catástrofe natural, como un meteorito, y fueron muy rápidas en tiempo geológico, cientos de miles o millones de años”, explica.

Las tasas de extinción de vertebrados hoy en día son entre 100 y 1.000 veces más altas que las que han prevalecido en los últimos millones de años. “Esto quiere decir que las especies de vertebrados que se extinguieron en el último siglo deberían haberse extinguido en 10.000 años. Esa es la magnitud de la extinción”, explica.

Gerardo Ceballos (Universidad Nacional Autónoma de México). - Fundación BBVA

'Podcast': Preservar las especies para evitar la sexta extinción masiva

00:00 08:08

La crisis de biodiversidad es tan importante como el cambio climático

Ceballos enfatiza que la extinción de especies es el punto final de este proceso, pero que la extinción de poblaciones es igualmente preocupante porque son las poblaciones de especies las que proveen los servicios ambientales a nivel local y regional.

“No importa que haya jaguares en Brasil, por ejemplo, si se acaban en México, porque los servicios ambientales que prestaron en México se acabaron”. Con este concepto estudió las poblaciones de perritos de las praderas, que en los años 90 se consideraban una plaga y había programas para exterminarlos.

Ceballos y su equipo lograron demostrar que no solamente no son una especie plaga, sino que son fundamentales para mantener su ecosistema, que son los pastizales del suroeste de Estados Unidos y del norte de México. Al desaparecer estos roedores, se pierde la fertilidad del suelo, aumenta su erosión y se pierden las plantas que son forraje para el ganado porque aumenta el matorral. “Su impacto en los servicios ambientales es gigantesco”, advierte.

Por todo ello, para Ceballos la crisis de la biodiversidad que vivimos es de una magnitud similar a la del cambio climático: “Tenemos que vincular el problema de la extinción de especies con el problema del cambio climático y entender que es una amenaza para el futuro de la humanidad”.

Rodolfo Dirzo (Universidad de Stanford). - Fundación BBVA

De la deforestación a la ‘defaunación’

Rodolfo Dirzo acuñó el término defaunación para referirse a la ausencia descompensada de animales en un ecosistema. “Todo el mundo se hace una imagen visual cuando decimos deforestación. Entendemos que está viendo un problema, un impacto que lleva a la erosión de los ecosistemas desde el punto de vista vegetal. Entonces, se me ocurrió que defaunación sería una forma de ilustrar que, así como hay un problema serio de deforestación en los ecosistemas del planeta, también hay un problema serio en la disminución y posible extinción de las especies de animales”, comenta Dirzo.

“Las especies no viven en un vacío ecológico”, advierte, destacando que, más allá de la desaparición de especies, debería preocuparnos la extinción de poblaciones de una especie y, sobre todo, las interacciones entre especies, que deberían ponerse en el foco de las acciones de conservación.

“Imaginemos que eliminamos de una sabana de África los elefantes, las jirafas, las cebras, los búfalos, todos esos grandes vertebrados que definen el funcionamiento de la sabana –explica–. En ausencia de esos animales, las plantas a nivel de suelo van a crecer mucho más, la compactación del suelo se va a aligerar, los frutos y semillas de los árboles van a caer sin ser comidos, y van a aglutinarse en lugar de dispersarse como favorecerían los animales al comérselas y transportarlas a otros sitios”.

El riesgo de pandemias provocado por la cacería ilegal

A su vez, añade Dirzo, estos efectos desencadenan un fenómeno que el premiado llama de “ganadores y perdedores”. Cuando estos animales grandes se extinguen localmente, se convierten en perdedores, y los animales más pequeños, como los roedores, se benefician de su ausencia y por tanto son ganadores. Pero estos animales más pequeños portan patógenos como la Leptospira, la Leishmania o incluso la bacteria responsable de la peste bubónica. A su vez, si aumentan las poblaciones de los animales portadores de patógenos, podrían transmitir estas enfermedades a los seres humanos. “Nos pueden poner en riesgo de afrontar una siguiente pandemia, dada la proliferación de esas enfermedades y la movilidad actual del ser humano”, alerta Dirzo.

Sus investigaciones en África le han permitido demostrar que existe “una cascada que va desde la cacería ilegal de elefantes hasta un riesgo serio de una pandemia nueva en la población humana”.

La cacería es solo una de las acciones provocadas por el ser humano que favorecen la extinción, total o parcial, de poblaciones de especies y pueden desencadenar efectos tan graves como una pandemia.

El premiado identifica cinco factores clave que contribuyen a la defaunación: el cambio de uso de la tierra, para convertirla en pastizales o urbanizarla; la sobreexplotación de los recursos, la contaminación –desde los productos químicos nocivos hasta el plástico en los océanos–, la introducción de especies no nativas, o invasoras, en ecosistemas donde no pertenecen; y el cambio climático. “Pero ninguno de estos cinco factores”, apunta, “opera en aislamiento: todos están entrelazados, y esto vuelve el problema de atender la extinción biológica mucho más complejo”.