La fórmula definitiva para cambiar nuestra forma de pensar: abrazar el minimalismo y ganar en sostenibilidad
Enfocarse en lo esencial y no en la cantidad. El minimalismo es una herramienta para deshacerse de los excesos que va más allá de la mera renuncia a las cosas materiales y se perfila como una filosofía para una vida sencilla y más sostenible.
“Trabajé demasiado, gasté demasiado y dormí muy poco. Pasé gran parte de mi vida adulta cansada, estresada y enferma. Siempre quise más, o pensé que necesitaba más, para ser feliz. Pero he cambiado mis costumbres”. Así se presenta Courtney Carver en su página web, BeMoreWithLess (Sé más con menos), en la que ofrece consejos sobre cómo simplificar la existencia. “Vivir con menos crea tiempo y espacio para descubrir lo que realmente importa”, ha concluido por su propia experiencia.
“El minimalismo es una herramienta para deshacerse de los excesos y centrarse en lo importante, para encontrar felicidad, plenitud y libertad”, coinciden Joshua Fields Millburn, T.K. Coleman y Ryan Nicodemus, o, lo que es lo mismo, The Minimalists (Los Minimalistas), colectivo estadounidense que ha popularizado su filosofía de vida –para ellos el minimalismo es mucho más que una mera renuncia a los objetos materiales– a través de varias series, dos documentales en Netflix y seis libros.
“Hay una corriente que cada vez cobra más fuerza, que es la de apostar más por las experiencias que por las posesiones”, observa María Negro, consultora de comunicación y formadora sobre sostenibilidad en grandes empresas. “Se nos ha vendido la idea de que somos lo que tenemos, y, sin querer, nos lo hemos creído . Vivimos en una sociedad de usar y tirar, basada en los excesos”, lamenta.
En sus charlas, Negro suele plantear a sus oyentes que realicen, durante un mes, un ejercicio de introspección para analizar el motor de compra, lo que les mueve a consumir cada producto –que no sea básico, como la comida–: puede ser por imitación, por la influencia de la publicidad o las redes sociales, por la necesidad de demostrar estatus social, como premio después de un mal día… “Así seremos mucho más conscientes de nuestras decisiones de compra y, por tanto, podremos consumir de manera mucho más responsable y pensada“, comenta.
Cómo evitar el consumo compulsivo
La experta señala algunos errores frecuentes, como sucumbir a la compra compulsiva e irreflexiva, utilizar el precio como único criterio o caer en lo que denomina ‘consumismo sostenible’, arrastrado por el siguiente argumento: “Como esto es sostenible, lo compro y me hace sentir menos mal, aunque no lo necesite”.
Como remedios, aboga por:
- Anular nuestras suscripciones a ‘apps’ y ‘newsletters’ de marcas de ropa.
- No consumir ‘fast fashion’; apostar por marcas éticas, locales y sostenibles.
- Intercambiar, alquilar, pedir prestado y comprar de segunda mano antes que nuevo; y, sobre todo, aprovechar lo que ya tenemos.
La ola minimalista que puede ayudar a salvar el planeta
En 2010, cuatro años después de ser diagnosticada de esclerosis múltiple, Courtney Carver lanzó su reto de moda minimalista 333: permitirse sólo 33 prendas de ropa por temporada (cada tres meses), incluyendo bolsos, abrigos, zapatos y accesorios. Fue la primera en someterse a él, después de revisar concienzudamente su armario y comprobar todo lo que le sobraba. En estos 14 años, miles de personas han seguido su ejemplo en todo el planeta.
En su libro Cambia el mundo: 10 pasos hacia una vida sostenible, María Negro aplica el “menos es más” al ropero, con sugerencias cómo utilizar una media de 30 veces (como mínimo) cada prenda; mantener el armario ordenado para saber lo que hay; customizar, arreglar, y cuidar la ropa y accesorios para aprovecharlos al máximo. En definitiva, adaptar el armario a nuestro estilo de vida, sin caer en modas, apostando por piezas atemporales, duraderas y responsables con el medioambiente y las personas.
La llamada a la sencillez y a simplificar es, también, el ‘leit motiv’ de Dave Bruno, que en 2008 lanzó su libro El reto de las 100 cosas como respuesta a la cultura del materialismo, que “ha llenado nuestras vidas con el deseo constante y la insatisfacción para la mayoría”. En un año, Bruno redujo a 100 todas sus pertenencias materiales, algo que lo ayudó a rehacer su vida y recuperar su alma, según afirma.
En 1997, Jay Shafer empezó a construir una casa de 10 metros cuadrados en Iowa, Estados Unidos. Se le considera uno de los pioneros del movimiento arquitectónico y social Tiny House (Casa Diminuta), que aboga por habitar viviendas minúsculas, normalmente prefabricadas y sobre ruedas. Hay empresas que las construyen en todo el mundo. En 2002, Shafer fundó Small House Society (Sociedad de las Casas Pequeñas) junto con Shay Salomon, Nigel Valdez y Gregory Paul Johnson, abriendo el rango a tamaños mayores, pero con la misma filosofía de no derrochar metros cuadrados. Defienden que son hogares más sostenibles, al requerir menos materiales de construcción y un menor uso de la tierra, y que sus moradores tienen menos posesiones, y facturas y consumos más bajos.
Aplicar el ‘menos es más’ a la decoración del hogar
Pocos muebles, buenos, duraderos y sostenibles; lo mismo aplica a los objetos de decoración. El interiorismo minimalista huye del atiborramiento y busca los espacios despejados, las líneas sencillas, los materiales naturales, los colores neutros. Y la luz, muy presente. “Podemos optar por objetos y muebles de segunda mano, alargando su vida, evitando que acabe siendo un residuo y ahorrando dinero”, sugiere Negro.