La extracción de arena comienza a ser un problema mundial: estos son los motivos
En las dos últimas décadas se ha triplicado el consumo de arena, según la ONU. El creciente aumento de las construcciones en casi todo el mundo es el mayor responsable. La extracción de este material causa, además, grandes prejuicios en los ecosistemas donde se encuentra. Es momento de replantearse el uso masivo de este material que está destruyendo mares y ríos.
Cada vez que pensamos en la materia prima necesaria para construir algo en cantidades altas nos damos cuenta de que conseguirla tiene un gran impacto ambiental. Nos pasa con la madera, por ejemplo. Miles de hectáreas de bosques esquilmados para conseguir madera para construir los muebles con los que convivimos o las casas que habitamos, entre otras muchas cosas.
Sin embargo, pocas veces nos ocurre esto con algo como la arena. Sí, la materia prima básica para la construcción de cientos de miles de viviendas, de carreteras, de edificios públicos, de aceras, de plazas…
Allí donde se lleva a cabo una actividad relacionada con la construcción hay toneladas de arena. Pero ¿de dónde proviene tanta cantidad? ¿Qué resulta perjudicado de la extracción de esas ingentes toneladas de arena?
La explotación de arena y grava se lleva a cabo en todo el mundo y representa el mayor volumen de extracción de materiales sólidos a nivel mundial. Asimismo, estas materias primas son las más consumidas en el planeta después del agua (aproximadamente un 70-80 % de los 50.000 millones de toneladas de materiales extraídos cada año).
Los recursos continentales de arena procedente de los ríos y los lagos no son suficientes para satisfacer la creciente demanda, y los ecosistemas fluviales están en peligro en algunos lugares. Por eso, las canteras se convierten en otra fuente importantísima para conseguirla.
Si la arena del mar o del desierto fuera idónea para la construcción quizá tendríamos una fuente más de donde obtenerla para diversificar la extracción. Sin embargo, ninguna de ellas es apta para elaborar hormigón, ya que sus granos no se mezclan bien en el caso de la arena del desierto y tiene demasiado sodio en el caso de los fondos marinos. La grava de los ríos sigue siendo la más adecuada (necesita menos tratamiento y el material es de mayor calidad). Eso sí, no en todos los países. Algunos siguen recurriendo a la arena de las playas de manera ilegal.
La explotación insostenible de arena destruye ecosistemas, especialmente los de los ríos y pantanos. Según la ONU, la demanda mundial de arena y grava, que asciende a unos cincuenta mil millones de toneladas cada año, es un gran contaminante y provoca inundaciones, en unos casos, o el agotamiento de los acuíferos en otros, y hasta contribuye a empeorar las sequías.
Si estudiamos con detenimiento el informe del Observatorio Global de la Arena, una iniciativa conjunta del Programa Ambiental de las Naciones Unidas y del Programa Global de Identificación de Riesgos (Global Sand Observatory Initiative, UNEP-GRID), concluiremos que en las dos últimas décadas se ha triplicado en el mundo el consumo de áridos. La construcción no parece tener límites y la arena sigue rodeándonos allá donde miremos. De hecho, algo más de la mitad de los recursos extraídos van encaminados, fundamentalmente, a cubrir la demanda del sector de la construcción.
Tiene también aplicaciones en la producción de vidrio y cerámica, la electrónica, la pintura, el tratamiento de aguas, la extracción de gas e hidrocarburos, la fundición y obtención de metales, cosmética, ocio, etc., usos que requieren estos materiales con unas características y una calidad mucho más restrictivas que en el caso de la construcción. No olvidemos el alto impacto medioambiental que genera la actividad extractiva.
Las soluciones que sugiere el informe de la ONU pasan por evitar el consumo innecesario, utilizar materiales reciclados y alternativos para sustituir la arena natural en la construcción y reducir los impactos de la extracción mediante la aplicación de las normas y las mejores prácticas existentes.
En su forma más básica, la producción de arena necesita barcos y bombas, palas y camiones, martillos y rocas. La principal limitación para la extracción responsable de arena no es técnica; es una cuestión de concienciación y gobernanza. La difícil tarea que tenemos por delante es desafiar este paradigma para lograr una transición rápida y fluida hacia un abastecimiento más sostenible, reduciendo al mismo tiempo el consumo y la demanda.
La mayoría de los grandes ríos del mundo han perdido entre la mitad y el 95% de su entrega natural de arena y grava al océano. El represamiento de los ríos para la producción de energía hidroeléctrica o el riego está reduciendo la cantidad de sedimentos que fluyen río abajo.
Este sistema de reposición roto agrava las presiones sobre las playas, ya amenazadas por el aumento del nivel del mar y la intensidad de las olas de tormenta inducidas por el cambio climático, así como por los desarrollos costeros.
Por otro lado, las "mafias de la arena" están prosperando, y los activistas contra sus actividades son amenazados e incluso asesinados. La arena y la grava son uno de los mayores recursos extraídos por volumen, posiblemente uno de los más rentables del comercio ilegal, y al mismo tiempo uno de los menos regulados.
Por ejemplo, en los últimos diez años, el auge de la construcción en Marruecos ha hecho que la arena sea objeto de grandes extracciones ilegales de tal manera que playas enteras han desaparecido. Miles de personas se ganan la vida de esa manera, armados con palas y acompañados de burros cargados con cestas. Consiguen ganar seis euros al día.
Varios puntos de Europa donde se ha sugerido que el transporte de arena por río en barcos, del punto de extracción al de consumo, ha contribuido a la expansión de la Corbicula fluminea, una almeja originaria de Asia con un gran potencial colonizador que constituye una gran amenaza para las especies autóctonas y que genera enormes daños económicos.
Por otro lado, en las zonas de extracción se pueden formar puntos de agua estancada que, dependiendo del país, se pueden convertir en lugares perfectos para la reproducción de mosquitos como el Anopheles, que transmite la malaria.
Los problemas no son menores y la ONU ha alertado ya a la población mundial. Quizá ha llegado la hora de pensar de manera más sosegada en el daño que hace la extracción de arena.