La contaminación acústica: cómo evitar que nos quite el sueño… y la salud
Coches, motos, aviones, obras, discotecas, perros, gritos… y también la falta de conciencia y de educación. Todo ello contribuye a incrementar la contaminación procedente de los ruidos del ambiente, y que es mucho más grave de lo que parece.
Los ladridos del perro del vecino, 80 decibelios. El claxon de un automóvil, 90 decibelios. El martillo neumático en la obra de al lado, 130. La discoteca en esa ciudad sin normativas que la obliguen a amortiguar su volumen, de 70 a 110. Los aviones que sobrevuelan poblaciones cerca de los aeropuertos, 130...
Son cálculos de estudios sobre la contaminación acústica como los de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que sitúa en “65 decibelios el límite a partir del cual un sonido puede considerarse ruido”. Durante el día, porque de noche ese nivel debería ser más bajo, 55 decibelios, incluso menos para que el tráfico no impida un sueño reparador.
Puede que muchos habitantes de las ciudades se hayan terminado acostumbrando a esa agresión sonora como parte del paisaje —solo la pandemia ha supuesto una tregua que ha servido para tomar conciencia del estruendo cotidiano—, pero eso no le resta gravedad. De acuerdo con Eulalia Peris, experta en contaminación acústica de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA), “la exposición prolongada al ruido ambiental contribuye a unos 48.000 nuevos casos de cardiopatía isquémica y a unas 12.000 muertes prematuras cada año” en el viejo continente.
Un problema repartido por las grandes ciudades
No existen datos así de precisos para todas las regiones del mundo, pero es posible extrapolar lo serio de sus consecuencias si. De acuerdo con la OMS, las ciudades más ruidosas se reparten por la mayor parte del planeta. Este es el ‘ranking’ de las 10 primeras, según datos de 2023: Cantón (China), Nueva Delhi (India), El Cairo (Egipto), Bombay (India), Estambul (Turquía), Pekín (China), Barcelona (España), Ciudad de México (México), París (Francia) y Buenos Aires (Argentina).
¿Por qué Naciones Unidas y otras organizaciones como la Asamblea Médica Mundial (AMM) consideran la contaminación acústica un problema de salud pública? Porque es la segunda entre todos los tipos de contaminación que más la perjudica. De acuerdo con la propia OMS, solo se encuentra por detrás de la contaminación atmosférica.
La OMS denuncia la responsabilidad directa del ruido en la pérdida de audición y su contribución en el estrés, la ansiedad, la irritabilidad o la depresión, además de la alteración de la frecuencia cardiaca y respiratoria o problemas para conciliar el sueño, con todas las consecuencias que la falta de descanso puede acarrear a la salud de las personas. Según Eulalia Peris, solo en Europa “unos 22 millones sufren molestias crónicas y 6,5 millones, trastornos permanentes del sueño”, añade la experta.
Causas de la contaminación acústica
Entre las causas de la contaminación acústica se encuentran:
- Actividades humanas intensivas: construcción, discotecas, eventos sociales...
- Transporte e infraestructuras: el tráfico vehicular, la proximidad de aeropuertos y estaciones de tren...
- Urbanismo deficiente: la ubicación de zonas residenciales cerca de fuentes de ruido.
- Falta de regulación efectivas: ausencia de normativas y su aplicación ineficaz.
- Uso inadecuado de tecnologías y equipos: maquinaria ruidosa, sistemas de sonido potentes, dispositivos con niveles de decibelios elevados...
- Cultura del ruido: comportamientos individuales como el uso del claxon, la música alta en lugares públicos.
- Turismo no sostenible: un turismo que no respeta el entorno y generan ruido excesivo.
¿Cómo afecta la contaminación acústica a los animales y al medioambiente?
La OMS, además de otras organizaciones como el Servicio de Parques Nacionales de Estados Unidos (NPS), apuntan efectos negativos en la vida salvaje y en las especies ganaderas si están sometidas a altos niveles de ruido como los vinculados a un turismo poco respetuoso, maquinarias o la cercanía de una carretera. También los animales pueden sufrir estrés que altera sus ciclos vitales, por ejemplo la reproducción, o el rendimiento en las granjas.
De acuerdo con el NPS, si una especie depredadora huye del ruido porque se instala en su hábitat una fuente de contaminación (un hotel, un camping, una autovía, una cantera, la explotación forestal…), puede afectar al equilibrio natural de las áreas vecinas, incluso del reino vegetal si a su vez se desplazan los rumiantes. Otros estudios apuntan los efectos del ruido marítimo en ballenas o delfines, entre otras especies marinas, que ven alterada su comunicación mediante ultrasonidos.
¿Qué podemos hacer para evitar la contaminación acústica?
La OMS y la AMM reclaman en primer lugar leyes contra la contaminación acústica como las que existen por ejemplo en Madrid, México, Buenos Aires o Bogotá, bien en normativas municipales específicas o aplicando las de ámbito nacional. Pero sobre todo llaman a hacerlas cumplir para que no queden en papel mojado, como sucede en algunos casos.
También consideran clave la prevención en planificaciones urbanísticas y del transporte que reduzcan el impacto sonoro con medidas como la distancia entre infraestructuras de tráfico y las zonas residenciales, áreas verdes que actúen como pantallas, límites al estruendo de los motores de combustión, mapas de ruido con mediciones precisas para conocer el nivel del problema zona por zona, además de campañas divulgativas para concienciar a autoridades, empresas y ciudadanos.
A partir de ahí, pueden sumarse otras muchas medidas tanto públicas como privadas. Por ejemplo pantallas de sonido en las carreteras y vías urbanas, asfaltos especiales capaces de amortiguar el ruido de rodadura, señales que adviertan de no usar el claxon en zonas residenciales u hospitalarias, ventanas dobles y materiales aislantes en los muros, electrodomésticos más silenciosos o instalar inhibidores de ultrasonidos que evitan los ladridos, al menos de noche.
¿Cómo afecta la contaminación acústica a las personas?
El ruido ejerce un impacto negativo en el bienestar humano. La exposición constante a niveles elevados puede generar estrés crónico, afectar la calidad del sueño y aumentar los riesgos de trastornos cardiovasculares. Además, puede deteriorar la concentración, la cognición y la productividad en entornos de trabajo o estudio. A nivel emocional, el ruido excesivo puede provocar irritabilidad, ansiedad y disminución de la satisfacción general. Por otro lado, entornos urbanos, la contaminación acústica interfiere con la sensación de tranquilidad y el descanso, contribuyendo a una sensación de desconexión con el entorno.
La importancia de los propios gestos
Pero los ciudadanos no solo deben ser considerados como víctimas de la contaminación sonora, sino a menudo como fuentes de ella. De ahí la importancia de los gestos individuales, como recomienda Oxfam Intermón, por ejemplo al evitar hablar en un tono muy alto en lugares públicos o entender que el claxon se usa en situaciones de emergencia, no para descargar la frustración en un atasco molestando de paso a los demás conductores y a todas las personas que viven o caminan cerca.