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Social> Inclusión Social 23 oct 2024

La accesibilidad en la cultura, un derecho universal

Una cultura inclusiva, que no distinga etnia, género, capacidades o situación socioeconómica, requiere de la protección de los espacios públicos, la promoción del arte y la participación de todas las personas en la vida cultural. Solo así quedará garantizado este derecho humano universal.

La accesibilidad en la cultura, un derecho universal

En 2022, la UNESCO auspició Mondiacult, la mayor conferencia dedicada a la cultura en 40 años. Se celebró en Ciudad de México, con cerca de 2.600 participantes y 150 Estados representados. De allí salió una histórica Declaración para la Cultura que recordaba que ésta es un derecho humano universal. Además, denunciaba las desigualdades en el acceso que sufren, sobre todo, las mujeres, los jóvenes, los niños, los pueblos indígenas, los afrodescendientes, las personas con discapacidad y los grupos vulnerables. Sus firmantes se comprometieron a apoyar y fomentar la diversidad cultural y una cultura accesible para todos mediante políticas públicas estatales, regionales y locales.

“Las principales barreras de acceso a la cultura que hemos identificado están relacionadas con problemas estructurales y sociales. Entre ellos, la discriminación, el racismo, el desempleo, la migración, la violencia de género y la sobreexplotación de los recursos naturales”. Así lo asegura Karina Bautista Rojas, especialista en turismo sostenible de la ONG de cooperación al desarrollo CODESPA en Ecuador. Su experiencia le dice que estas dificultades afectan “de manera desproporcionada” a las comunidades indígenas. La lejanía geográfica y la falta de infraestructuras adecuadas complican el acceso no solo a la cultura sino a servicios y recursos esenciales, tanto financieros como técnicos, lo que refuerza la exclusión.

La accesibilidad en la cultura, un derecho universal

Bautista Rojas encuadra los problemas de acceso a la cultura en un entramado socioeconómico y medioambiental mucho más amplio y complejo, del que no puede desligarse. De hecho, la protección y el fomento cultural se convierte en una palanca de cambio importantísima en el proyecto que CODESPA lleva a cabo para impulsar el desarrollo económico y el fomento de la conservación del entorno de las comunidades vulnerables de áreas protegidas de Ecuador, en cinco provincias: Tungurahua y Cotopaxi (en la sierra), Pastaza, Napo y Orellana (en la Amazonía). En total, unas 10.000 hectáreas de biodiversidad.

Igualdad de oportunidades en la cultura

La iniciativa, financiada por la Agencia Española de Cooperación Internacional, trabaja con 4.500 personas, de las cuales el 60 % son mujeres, el 30 % jóvenes y el 50 % pertenecen a comunidades indígenas, de las nacionalidades Kichwa, Waorani, Zapara, Andoa, Shiwiar, Shuar y Achuar. “Enfrentan múltiples desafíos económicos y sociales, mientras que poseen un rico patrimonio cultural profundamente conectado con su entorno natural”, apunta la responsable del proyecto.

Uno de sus pilares es asegurar que todos tengan igualdad de oportunidades para participar, independientemente de su género, origen o situación económica. Las decisiones se toman de manera colaborativa, en mesas de trabajo.

Diversidad funcional y servicios culturales

En cuanto a las personas con diversidad funcional, el artículo 30 de la Convención Internacional de Derechos de las Personas con Discapacidad de Naciones Unidas reconoce su derecho a la inclusión en la vida cultural mediante el acceso a material y actividades culturales en formatos accesibles. Y para ello, solicita a los estados firmantes que los lugares que ofrezcan representaciones o servicios culturales (teatros, museos, cines, bibliotecas, monumentos, etc.) sean también accesibles. Además, el texto reconoce que las personas con diversidad funcional tienen que poder desarrollar y utilizar su potencial creativo artístico e intelectual, “no sólo en su propio beneficio sino también para el enriquecimiento de la sociedad”.

Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), hay cinco ejes para garantizar que los espacios culturales y artísticos sean aptos para todos los públicos:

  1. Espacios físicos diseñados y adaptados, desde rampas, ascensores, guías podotáctiles, baños accesibles.
  2. Formatos de comunicación de los eventos y actividades culturales que promuevan la comunicación inclusiva.
  3. Contenidos diversos y representativos que toquen temáticas y experiencias relacionadas con la inclusión con una perspectiva amplia.
  4. Profesionales capacitados en materia de accesibilidad y sensibilización que puedan diseñar experiencias culturales accesibles para todos.
  5. Alianzas entre poderes públicos, instituciones culturales, ONG y colectivos de personas con diversidad funcional “para identificar desafíos y buscar soluciones”.

Un ejemplo reciente de esta apuesta por la accesibilidad cultural es la exposición ‘World Unseen’ organizada por Canon, que se puede visitar del 25 al 27 de octubre en la Dirección General de la ONCE, en Madrid. Este evento invita al público a explorar nuevas formas de percibir el mundo, con una experiencia diseñada específicamente para personas con discapacidad visual. A través de imágenes que trascienden lo visual, acompañadas de descripciones en formato braille, impresiones en relieve y una experiencia auditiva inmersiva, esta exposición destaca por su enfoque inclusivo. Del mismo modo, las personas con visión también podrán disfrutar de la exposición ya que tendrán la posibilidad de visualizar las imágenes desde su perspectiva, gracias a fotografías que representan los distintos tipos de discapacidad visual. Se trata de una muestra que no solo desafía las formas tradicionales de ver el arte, sino que también subraya la importancia de crear espacios culturales que ofrezcan igualdad de oportunidades para todos los públicos.

La accesibilidad en la cultura, un derecho universal

Las tres P de la cultura: protección, promoción y participación

En 2018, Karima Bennoune, Relatora Especial de la ONU en el ámbito de los derechos culturales, intervino en un debate sobre cómo garantizar el derecho humano universal a acceder a la cultura, organizado por la UNESCO con motivo del 21 de mayo, Día Mundial de la Diversidad Cultural para el Diálogo y el Desarrollo. Allí habló de las tres P claves para una cultura accesible: la protección de los espacios públicos, la promoción del arte y la cultura y la participación en la vida cultural.

Bennoune estableció asimismo tres estrategias críticas para lograr estas tres P: que los organismos y mecanismos internacionales –como las propias ONU y UNESCO– colaboren entre ellos; que los estados abonen el terreno cultural con unos mínimos fondos económicos; y que los programas y políticas culturales que se pongan en marcha sean participativas. “Aquellas personas que se vean afectadas por programas y políticas culturales han de ser consultadas, y han de poder aportar”, defendió la relatora de Naciones Unidas.

“En algunos casos, las divisiones internas y la diversidad cultural han dificultado la implementación de políticas efectivas, lo que ha generado cierta desconfianza hacia las instituciones”, plantea Bautista Rojas. Algo que, a su vez, limita a estas comunidades el acceso equitativo a la cultura y la participación plena en actividades de conservación y desarrollo, según añade. Un círculo vicioso de libro.

Cultura digital

Como ejemplo, el de la población romaní en Hungría. “Hay zonas poco desarrolladas en las que el acceso a Internet es muy bajo; allí es donde vive la mayoría de la población romaní”, cuenta el portavoz de una organización romaní en Hungría a los autores del artículoMejorar el acceso de los grupos vulnerables a la cultura digital: El papel de las autoridades públicas en la eliminación de barreras’, publicado en 'The International Journal for the Semiotics of Law'.

Los investigadores definen la digitalización como “una espada de doble filo”. Por un lado, ayuda a democratizar la cultura y hacerla más accesible a los grupos vulnerables. Y por otro, excluye a personas sin acceso a la tecnología por razones económicas, de falta de información, de formación o porque no se sienten cómodas usándola. Los entrevistados expresan su incapacidad para acceder a los bienes y servicios culturales digitales; se muestran poco conscientes de su derecho a la cultura; y sienten que apenas hay políticas efectivas “de abajo hacia arriba”, como consecuencia de su escasa representación en los órganos que deciden las políticas culturales. Las soluciones pasan por el fomento público de la cultura, según reclaman. También resaltan el papel de las organizaciones no gubernamentales.