Jessica, otra "niña sin miedo"
“Nueva York está sobrevalorada. A mí me llaman la atención Hong Kong, Tailandia o el desierto de Marruecos”. Esta afirmación lleva nombre y apellido: se llama Jessica Hernández, tiene 28 años, y vive en Soacha, un humilde municipio a las afueras de Bogotá. Ha viajado a Nueva York para contar su historia en la ONU y allí ha conocido a otra niña sin miedo, la estatua de Kristen Visbal que desde el pasado 8 de marzo desafía al toro de Wall Street.
“Soy mujer, soy emprendedora y no me da miedo empezar un nuevo negocio y tener éxito”, dice, con una seguridad aplastante y ante una cámara, un micrófono o hasta en la propia sede de Naciones Unidas, donde acaba de estar y donde por primera vez le ha costado contener las lágrimas al ver la emoción de algunas mujeres que estaban ahí para escucharla.
Jessica Hernández, emprendedora de la Fundación Microfinanzas BBVA, con María Emma Mejía, embajadora de Colombia ante Naciones Unidas, durante la sesión especial celebrada en la sala del ECOSOC de la ONU. - Fundación Microfinanzas BBVA
Es otra “niña sin miedo”: no le teme a nada. Tan pronto se pone al frente de su máquina a coser un pantalón, como le cuenta su historia a los representantes de los principales organismos mundiales de desarrollo. No importa quién le pregunte, con su encantadora naturalidad, relata cómo lucha a diario para sacar adelante a sus cuatro hijos, todos pequeños, y cómo poco a poco, con el apoyo de la Fundación Microfinanzas BBVA, ha ido arreglando su casa: le ha puesto un techo y ha comprado una nevera. Hasta su barrio, se han acercado estos días los medios de comunicación más importantes de Colombia y de España para contar una historia, que, como la ambición de Jessica, no entiende de fronteras.
Pero más allá de su taller y sus logros, más allá de sus hijos, que la mueven para seguir avanzando, hay otra Jessica a la que también vale la pena conocer. Igual de natural, de espontánea y de profunda. Una mujer que, para sentirse a gusto y ser más sincera si cabe, solo necesita un poco de tiempo. Precisamente, lo único que ella le pide a la vida: “colocarle más horas al reloj”.
Sentada en una habitación de hotel, con una hamburguesa, al más puro estilo americano, y el 'skyline' de Nueva York de fondo, reconoce que la Gran Manzana no le ha llamado la atención, que ella prefiere su hogar. Habla de religión, de política, de conciencia social… Y se detiene momentáneamente en el pasado, recordando que, cuando pensó estudiar Comunicación social, su padre la disuadió. “Me dijo que era una profesión de chismosas”, comenta, después de haber estado horas y días rodeada de periodistas.
Jessica Hernández, en la habitación de su hotel en Nueva York.
Entonces reconoce que su obsesión siempre ha sido estudiar. Por eso, ya está matriculada para cursar Confección Industrial en los próximos meses y empeñada en darle a sus hijos la mejor educación, tanto en el colegio como en casa.
Jessica no conoce límites porque, según ella, somos nosotros mismos quienes nos los imponemos. “Si uno quiere, uno puede”, asegura. No hay más que verla en su primer viaje fuera de Soacha, paseando por las calles de Nueva York, posando en Wall Street junto a la estatua de esa otra niña sin miedo y soñando con usar su recién estrenado pasaporte para volar a Hong Kong, Tailandia o Marruecos, quién sabe. De nuevo, su historia, como su sana ambición, no entiende de fronteras.
Jessica posa junto a la "Niña sin miedo" en Wall Street, en Nueva York