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"Innovación: hacer de la necesidad virtud"

Una sencilla identidad contable muestra que las emisiones de gases de efecto invernadero que se acumulan en la atmósfera y causan el cambio climático evolucionan de acuerdo al PIB y a la intensidad de las emisiones por unidad de PIB. El PIB mundial creció el 114% entre 2000 y 2022, mientras que la intensidad de las emisiones cayó el 33%.

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Julián Cubero (BBVA Research)

Si se asume un crecimiento económico tendencial del 3%, el ritmo actual de mejora de la intensidad (1,8% anual en promedio) hace imposible lograr uno de los objetivos del Acuerdo de París: limitar el aumento de la temperatura global a muy por debajo de 2 °C respecto a los niveles preindustriales, y hacer esfuerzos para no superar los 1,5 °C. O lo que es lo mismo, que las emisiones netas sean nulas a mediados de este siglo.

Para dar un salto en la evolución de las emisiones que ponga su senda en una trayectoria consistente con el net zero hay que innovar para reducir el ratio de intensidad, y también porque políticas climáticas que busquen el decrecimiento económico para reducir las emisiones son impracticables por su impacto negativo en el bienestar de la población.

Las políticas de mitigación del cambio climático, aunque muy diversas en sus instrumentos, en esencia buscan el mismo objetivo: encarecer las emisiones a la atmósfera para incentivar las transformaciones que hagan que producción y consumo terminen no recurriendo a las mismas. Un ejemplo de cómo hacer de la necesidad virtud es la crisis petrolera de los años 70: la multiplicación del precio del petróleo y el riesgo real de racionamiento, además de hacer rentables perforaciones petroleras en latitudes geopolíticamente más estables que Oriente Medio, desencadenaron un endurecimiento de los estándares de eficiencia de los motores de combustión en el transporte o el aumento de la innovación y la inversión en energía nuclear o también en energía renovable. Con todo ello, según datos del Banco Mundial, la intensidad del uso de petróleo por unidad de PIB disminuyó de 0,12 toneladas equivalentes de petróleo en 1970 a 0,05 en 2022, el 58% inferior. De modo similar, para descarbonizar hay que innovar, espoleados no solo por la geopolítica y las ventajas de seguridad en el suministro energético, como ocurre actualmente, sino por los costes del cambio climático internalizados en los flujos económicos, además de por las puras ganancias de competitividad-precio que proporcionan unas fuentes de energía renovable ya más baratas que las fósiles para la generación eléctrica. Una mejora de los precios relativos de la energía renovable que de consolidarse desencadena a su vez más incentivos para seguir innovando y dejando atrás las fuentes de energía fósil.

Innovación hacer de la necesidad virtud

Análisis empíricos disponibles muestran que, en general, los países con más políticas climáticas puestas en práctica solicitan más patentes de innovaciones orientadas a mitigar el cambio climático o reciben más inversión extranjera directa «verde», lo que puede suponer a su vez un impulso al crecimiento económico a medio plazo. Que la innovación termine convirtiéndose en más actividad y empleo no es un proceso que venga dado. Europa comparte liderazgo con Estados Unidos y China en investigación en ciencia básica, primera etapa de la innovación, pero los avances se terminan convirtiendo en productos en el mercado de forma más pronunciada en Norteamérica. A Europa le pesa lo inadecuado de sus mecanismos de financiación privada del riesgo, además de que la financiación pública también tiene margen de mejora para adaptarse a las necesidades de las distintas etapas de maduración de proyectos para atraer más financiación privada. En este sentido, el reciente Informe Draghi señala diversas palancas para aumentar la financiación de bienes públicos como la innovación, cuya brecha con Estados Unidos se sitúa en el centro del problema de la baja productividad europea. Se recomienda, además de aumentar la capacidad financiera pública con un activo seguro emitido por la Unión Europea, acabar con la fragmentación de los mercados de capitales europeos completando la Unión del Mercado de Capitales, y reformar el mercado de titulizaciones financieras o ampliar el mandato del Banco Europeo de Inversiones (BEI) para colaborar con iniciativas de capital riesgo.

No será la falta de propuestas lo que impida hacer de la necesidad de responder a la crisis climática una virtud para lograr un aumento del bienestar que sea social y medioambientalmente sostenible.