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Planeta> Cambio climático Act. 09 sep 2024

Guy Calendar: el pionero olvidado del cambio climático

En 1988, James Hansen advirtió al Senado de EEUU sobre el impacto del dióxido de carbono en el clima, una idea que Guy Calendar ya había demostrado antes, vinculando las emisiones humanas con el calentamiento global y enfrentando el escepticismo de su época.

Guy Calendar: el pionero olvidado del cambio climático
Javier Yanes (Materia)

Cuando en 1988 el climatólogo James Hansen declaró ante el Senado de EEUU que el aumento del CO2 atmosférico provocado por el ser humano estaba alterando el clima, era el principio de la popularización de una idea que ha tardado décadas en consolidarse. Pero era también la culminación de una carrera científica que comenzaba en la década de 1820. Entonces, Joseph Fourier descubría que la Tierra estaba más caliente de lo que debía y que la actividad humana podía influir.

En 1856 Eunice Newton Foote sugería que el CO2 de la atmósfera retenía el calor. Esto apuntaba ya al efecto invernadero que después John Tyndall demostró y Svante Arrhenius cuantificó en 1896. A partir de 1958, las mediciones de CO2 de Charles David Keeling en Hawái comenzaron a documentar el aumento del efecto invernadero. Pero entre Arrhenius y Keeling encaja una pieza esencial del puzle, a menudo injustamente olvidada: Guy Callendar.

Guy Calendar: el pionero olvidado del cambio climático

La labor de Guy Stewart Callendar se centraba en motores de vapor, y sin embargo pronto comenzó a dedicar su tiempo libre a otro campo que le suscitaba especial interés, la meteorología y el clima.

Guy Stewart Callendar (9 de febrero de 1898 – 3 de octubre de 1964) tuvo un ilustre precedente y poderosa influencia: su padre, el británico Hugh Longbourne Callendar, había trabajado en el Laboratorio Cavendish como discípulo de Joseph John Thomson, a quien se atribuye el descubrimiento del electrón. Callendar padre tenía estudios superiores, pero no de física, y fue un hombre de intereses muy diversos: deportes, naturaleza, astronomía, invención o incluso taquigrafía, creando un sistema que Thomson utilizó. En física destacó en termometría y termodinámica, y llegó a estar nominado al Premio Nobel.

Pero sobre todo, le apasionaban esos nuevos inventos de entonces, automóviles y motocicletas; una pasión que Guy heredó. El segundo de los cuatro hijos de Hugh nació en Montreal, donde su familia se había mudado temporalmente. Guy siguió los pasos de su padre, en cuyo laboratorio del Imperial College London entró a trabajar, ya de regreso en Inglaterra, incluso antes de abordar sus estudios de mecánica y matemáticas. Su labor se centraba en motores de vapor, y sin embargo pronto comenzó a dedicar su tiempo libre a otro campo que le suscitaba especial interés, la meteorología y el clima.

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El efecto del dióxido de carbono en la atmósfera

Siguiendo la estela de Arrhenius y de su colega Nils Gustaf Ekholm, otro proponente pionero del efecto del CO2 antropogénico en el calentamiento global, en 1934 Callendar comenzó a reunir datos detallados de temperaturas a lo largo de los años, promediando temperaturas medias globales a partir de los registros publicados por la Smithsonian Institution y otras fuentes. En paralelo, recolectó los datos disponibles para calcular cuánto CO2 se estaba emitiendo a la atmósfera por la quema de combustibles fósiles, estimando una cifra de 4.300 millones de toneladas para 1938.

Callendar correlacionó ambos parámetros, y en 1938 publicó su trabajo, “La producción artificial de dióxido de carbono y su influencia en la temperatura”, en la revista Quarterly Journal of the Royal Meteorological Society. Calculaba que en el medio siglo anterior la temperatura había aumentado a razón de 0,005 °C al año debido a esta emisión de CO2, mostrando por primera vez que lo especulado por sus predecesores era real y estaba ocurriendo ya entonces.

El estudio, sin embargo, fue recibido con enorme escepticismo. Callendar era considerado un personaje al estilo del clásico gentleman scientist de tiempos anteriores, un científico amateur sin formación específica que practicaba la ciencia por afición. Y sin embargo, sus conclusiones iban mucho más allá de mostrar una simple correlación: por entonces, algunos especialistas objetaban que la alta concentración de vapor de agua en la atmósfera, un poderoso gas de efecto invernadero, empequeñecía cualquier posible contribución del CO2. Callendar mostró que el CO2, concentrado a mayor altura que el vapor de agua y que pervive durante cientos de años, atrapaba calor en longitudes de onda que escapaban a este, por lo que el efecto invernadero que aportaba el dióxido de carbono era acumulativo al del vapor.

Guy Calendar: el pionero olvidado del cambio climático

Una previsión de cambio climático que se quedó corta

Pero a pesar de las duras críticas que recibió su estudio, Callendar continuó defendiendo su teoría hasta su muerte en 1964, y el efecto al que se bautizó con su nombre siguió discutiéndose, cada vez con más evidencias a favor. Si sus datos fueron cuestionados por haberse obtenido reuniendo y promediando registros fragmentarios de fuentes diferentes, las mediciones de Keeling, recogidas en un único lugar y de forma sistemática y consistente, probaron que Callendar estaba en lo cierto. De hecho, la comparación de sus gráficos con estimaciones históricas basadas en datos actuales resulta increíblemente precisa.

Guy Callendar recolectó los datos disponibles para calcular cuánto CO2 se estaba emitiendo a la atmósfera por la quema de combustibles, estimando una cifra de 4.300 millones de toneladas para 1938.

Lo único en lo que este pionero, hoy reivindicado, erró fue en su previsión de las consecuencias: como muchos en épocas pasadas y algunos aún hoy, preveía beneficios de este calentamiento global: “La combustión de combustible fósil […] probablemente se demostrará beneficiosa para la humanidad de varias maneras, además de la provisión de calor y energía”, escribía. Mencionaba como ejemplo los cultivos en las regiones del norte, y añadía: “En cualquier caso, el regreso de los glaciares letales debería retrasarse indefinidamente”.

Claro que, si bien acertó en sus datos retrospectivos, en cambio se quedó muy corto en los pronósticos a largo plazo: predijo un aumento de temperatura de 0,39 °C para el siglo XXI, muy lejos de la frontera de 1,5 °C que ya estamos a punto de alcanzar. Poco imaginaba Callendar que los efectos del cambio climático hoy serían una de las lacras planetarias más temidas. Y poco le habría gustado saber que sus amadas motocicletas serían parte del problema.