Financiación finalista y generalista para empresas, opciones con potencial para mejorar el planeta
La financiación sostenible está en auge. La hay finalista y generalista, dos modelos utilizados por los bancos para ayudar a las empresas a desarrollar una actividad más verde. Apostar por la sostenibilidad es bueno para el planeta, la sociedad, el cliente y la entidad bancaria.
Cuando los españoles llegaron a América, empezaron a llamar al aguacate “pera de las Indias” por su forma y su color. Hoy lo conocemos por su nombre en la lengua náhuatl (ahuácatl), o en quechua (palta). Sin
embargo, el mundo ha cambiado mucho desde que se pusieron nombres a estos frutos. Su producción se ha intensificado, se venden en todo el planeta y su impacto se mide en huella de carbono.
Para reducir el impacto medioambiental de la producción del aguacate y muchos otros alimentos, numerosos proyectos e iniciativas buscan adoptar modelos más sostenibles. Es el caso, por ejemplo, de Agrícola Cerro Prieto, una de las agroexportadoras más importantes de Perú. Esta optó por acceder a financiación sostenible para expandir su producción de aguacate y arándano de forma más respetuosa con el medioambiente.
Esta iniciativa no es única: cada vez más empresas solicitan modelos de financiación verde. Existen varios tipos, entre los que están el finalista y el generalista, que muchas veces comparten el mismo objetivo: colaborar en la lucha por la sostenibilidad global y hacer del planeta un lugar más sostenible.
Finalista y generalista: ¿en qué se diferencian?
Cuando hablamos de financiación finalista nos referimos a aquella que se destina a categorías determinadas y se utiliza exclusivamente para financiar proyectos o activos con impacto positivo. “Es aquella que tiene un destino sostenible, claramente identificado y recogido en la regulación, en normativas de rango inferior o, en su defecto, en criterios aceptados por el banco”, explica Jaime Marín, responsable de sostenibilidad para empresas de BBVA.
La taxonomía europea, por ejemplo, identifica estas inversiones con la eficiencia en el uso de la energía o el agua, la economía circular o la reducción de las emisiones de dióxido de carbono (CO2). Así, los proyectos relacionados con la rehabilitación de edificios para mejorar la eficiencia energética, los sistemas de recuperación de residuos o el impulso de vehículos eléctricos son candidatos para recibir este tipo de financiación. Normalmente, los umbrales y las categorías varían entre los diferentes países.
La financiación generalista, por otro lado, es aquella que no se dedica a una finalidad concreta, sino que se aplica a una variedad indeterminada de usos, incluida la gestión diaria de la empresa. Se basa en préstamos ligados a medidores de desempeño o KPI que pueden apoyarse, también, en criterios medioambientales, sociales y de buen gobierno.
“En este caso, la financiación se puede considerar verde si existe un compromiso por parte de la empresa de mejorar en su desempeño sostenible”, señala Marín. “Esto es medible a través de métricas o índices ESG [gobierno ambiental, social y corporativo, por sus siglas en inglés]. Cuanto mejor calificación tenga el proyecto, menos intereses se pagarán”.
De acuerdo con el responsable de sostenibilidad para empresas de BBVA, algunos expertos hablan de una tercera categoría, basada en los productos financieros vinculados a usos sostenibles. “Podemos hablar de avales, cartas de crédito, ‘confirming’, ‘factoring’... productos a menudo transaccionales que facilitan o acompañan a una actividad o financiación finalista verde”, explica.
Un mundo que pide acciones verdes
Las finanzas sostenibles son una herramienta decisiva para favorecer la transformación social necesaria para luchar contra el cambio climático. Los bancos, por consiguiente, son organismos muy relevantes a la hora de movilizar esta financiación.
“Los bancos llevan décadas comprometidos con la promoción de la igualdad, la inclusión y la educación financiera y con la generación de oportunidades de progreso. Ahora, la lucha contra el cambio climático requiere además que contribuyan con financiación a una transformación social y productiva en un sentido verde”, señala Juan Carlos Delrieu, integrante del Comité Ejecutivo del Centro de Finanzas Sostenibles y Responsables de España (Finresp) y director de estrategia y sostenibilidad de la Asociación Española de Banca (AEB).
La urgencia viene marcada por los datos que señalan que es ya inevitable que las temperaturas medias alcancen una subida de 1,5 °C con respecto al siglo XIX en las próximas dos décadas. Si las emisiones siguen aumentando, la temperatura podrá subir hasta 4,5 °C en el año 2100. Evidencias como estas han hecho que agilizar la descarbonización y promover acciones más sostenibles dejen de ser una opción para convertirse en una obligación.
En este contexto, añade Delrieu, la financiación verde resulta esencial: en Europa, por ejemplo, el 70 % de la actividad económica está financiada por los bancos. “Además de financiar proyectos sostenibles, los bancos deben apoyar a empresas y sectores que avancen hacia un enfoque más verde de su actividad y dejar de respaldar actividades intensivas en emisiones, como la extracción de carbón, que el sector bancario va a dejar de financiar en virtud de los acuerdos de la Net Zero Banking Alliance”, señala.
Actualmente, a la vocación del sector bancario de financiar proyectos responsables se suman otros acicates. “En primer lugar, existe un compromiso por parte de las entidades de crédito para financiar proyectos sostenibles en base a los Principios de Banca Responsable y, con carácter más reciente, al acuerdo alcanzado por la Net Zero Banking Alliance”, indica Delrieu. A esta última, añade, ya suscriben entidades que representan más del 40 % de los activos bancarios globales y cerca del 75 % de los españoles.
“Además, la exigente regulación a la que están sometidas las entidades de crédito, que deben gestionar los riesgos climáticos de forma estricta, también contribuye a la financiación de proyectos sostenibles. Y, por último, muchos bancos han acreditado que la lucha contra el cambio climático les abre nuevos nichos de mercado, y que ayudar a empresas responsables con el medioambiente constituye también una indiscutible oportunidad de negocio”, enumera el integrante del Comité Ejecutivo de Finresp.
Ventajas y oportunidades
Encontrar un nuevo nicho de negocio es, sin duda, una de las oportunidades que presenta la financiación sostenible para los bancos, pero no la única. Además, cuando hablamos de sostenibilidad, hablamos de soluciones que favorecen a todas las partes. “Apostar por la sostenibilidad es bueno para el planeta, la sociedad, el cliente y el banco”, señala Jaime Marín.
En primer lugar, los clientes pueden encontrarse con condiciones financieras ventajosas y la oportunidad de volverse más competitivas. “Un cliente sostenible es tecnológicamente más avanzado y está mejor valorado por los inversores, los clientes y la sociedad”, indica el responsable de sostenibilidad para empresas de BBVA. “Las empresas se enfrentan a un reto mayúsculo y su propia existencia corre peligro si no se adaptan rápido”.
Los bancos, por otro lado, pueden mejorar su balance y dar un perfil de riesgo menor a un mismo coste. “Aparte de ser una exigencia regulatoria creciente, es una oportunidad de negocio brutal. La importancia es manifiesta por la urgencia climática a la que nos enfrentamos. Es necesario transformar las formas de producir y consumir, y también los hábitos y la forma de comportarnos”, indica Marín.
Entra en juego, también, el factor reputacional. La sociedad en su conjunto valora cada vez más la sostenibilidad y los proyectos con un impacto positivo. La financiación verde permite a las empresas responder a esta demanda y situarse como modelos a seguir en el mercado.
“La financiación verde plantea un ‘win-win’ para sus dos partes: por un lado, las empresas necesitan financiación bancaria para transformarse y ser contribuidoras netas a una economía descarbonizada, y la financiación verde les permite hacerlo con un menor coste financiero. Por otro lado, financiar empresas sostenibles reduce la exposición de las entidades bancarias a los riesgos derivados del cambio climático”, concluye Delrieu.
Actualmente, y de acuerdo con el último informe de OFISO, los sectores más beneficiados por la financiación sostenible son los de las energías renovables, la eficiencia energética y el transporte limpio, y todo parece indicar que seguirá siendo así a corto plazo. En América Latina, son muy habituales también los relacionados con aspectos del sector agro, como la certificación orgánica, la transición a una producción ecológica y la adquisición de maquinaria.
“La diversidad empresarial es enorme y la financiación sostenible está ampliamente extendida”, señala Marín. “Hay inversiones elegibles en todas las industrias, entre otros motivos porque la energía y el consumo de recursos es algo inherente a la actividad económica. Y, si hablamos de inversión generalista, cualquier empresa es susceptible de fijar métricas sostenibles, ya sea una empresa que trabaja en la nube, una empresa de auditoría o una institución académica”, indica el responsable de sostenibilidad para empresas de BBVA.