Fibras textiles sostenibles: ¿Naturales o sintéticas?
La moda tiene un gran impacto ambiental, exacerbado por la moda rápida. Aunque fibras naturales como el algodón o la lana parecen más sostenibles, también se enfrentan a desafíos como el alto consumo de agua y pesticidas. Reducir el consumo, extender su vida útil y optar por la ropa de segunda mano son pasos clave para minimizar este impacto.
Aunque no suele destacarse como uno de los principales culpables del cambio climático, la industria de la moda tiene una profunda huella ambiental. Este impacto se agrava con el crecimiento de la fast fashion, la moda rápida de usar y desechar. Si bien es crucial mantener el foco en las industrias que generan mayores emisiones, también debemos considerar cómo nuestros hábitos de consumo afectan el medioambiente. En el caso de la ropa, una medida obvia parece ser elegir fibras naturales en lugar de sintéticas, obtenidas a partir de combustibles fósiles. Sin embargo, esta elección tiene sus matices.
La profesora Alana James, de la Universidad de Northumbria, afirma que “el impacto ambiental de la industria de la moda es mayoritariamente desconocido”. Se ha cuestionado la validez del índice Higg, creado en 2011 por la Coalición de Ropa Sostenible, como medida de la sostenibilidad de los materiales usados en la moda. James señala que los datos, a menudo proporcionados por las propias marcas, suelen ser parciales, poco fiables y sin estandarización. Como resultado, la contribución de la moda a las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI) varía entre el 2% y el 10%, según las fuentes.
Microplásticos y combustibles fósiles
Más allá de la cifra concreta, ninguna fuente autorizada pone en duda que la huella climática de la moda es profunda y creciente, y que, en la trayectoria actual, está lejos del camino de cumplir el objetivo del Acuerdo de París de 2015, limitar el calentamiento global a 1,5 °C. Y el climático no es ni mucho menos el único impacto ambiental de esta industria: una huella hídrica que iguala la de una población de cinco millones de personas, la generación del 20% de todas las aguas residuales del globo y una contaminación masiva ponen en evidencia que urge una transformación. Iniciativas como la Carta de la Industria de la Moda para la Acción Climática, nacida en 2018 y que busca alcanzar un cero neto de emisiones para 2050, o la Alianza de las Naciones Unidas para la Moda Sostenible, han servido para que el sector comience a movilizarse; aunque, advierte James, abundan las acusaciones de greenwashing.
“Dos terceras partes del coste de carbono de una prenda se originan en la producción de las fibras”
Pero dado que, según el Climate Council de Australia, dos terceras partes del coste de carbono de una prenda se originan en la producción de las fibras, al menos los consumidores podemos elegir: ¿qué tipo de fibra es más ecológica? Evidentemente, hay algo que salta a la vista: las fibras sintéticas, poliéster, nailon y otras, son plásticos, derivados del petróleo, no renovables y no biodegradables. Su procedencia de los combustibles fósiles parece un motivo sobrado para rechazarlas, y los datos no refutan esta visión: las fibras sintéticas consumen unos 342 millones de barriles de petróleo al año, y la producción de una camiseta de poliéster emite 5,5 kilos de CO2, frente a solo 2,1 kilos si es de algodón.
Otro impacto alarmante de la fibra sintética es la generación de microplásticos, contaminantes cada vez más extendidos y cuyos efectos sobre la salud aún son inciertos. La fabricación, el lavado y el uso de las prendas liberan pequeños fragmentos de fibras plásticas que, según el Foro Económico Mundial, suman cada año medio millón de toneladas, equivalentes a 50.000 millones de botellas de plástico.
La cara B de las fibras textiles naturales
Con todo esto, parecería que debemos elegir fibras naturales en la medida de lo posible, las de origen animal, como la lana o la seda, o vegetal como el algodón o el lino. Naturalmente, hay razones para que estos materiales sean minoritarios frente al 65% del mercado de la fibra sintética; estas últimas son más versátiles para ciertos usos, pero también más baratas. Además, la durabilidad de la fibra natural puede ser menor, y en ocasiones puede requerir cuidados específicos como la limpieza en seco.
Pero tampoco las fibras naturales están exentas de impacto ambiental. Según una revisión del ciclo de vida de distintas fibras textiles publicada en 2023 por investigadores de la Universidad Estatal de Washington, la producción del algodón convencional “requiere cantidades sustanciales de fertilizantes, pesticidas y energía, resultando en efectos adversos en el medioambiente y en la salud humana”. La huella hídrica del algodón es inmensa, a razón de 3.000 litros de agua para producir una camisa. Este cultivo fue el responsable de la desaparición del mar de Aral en la antigua URSS. Por otra parte, también la tinción de las fibras naturales consume grandes cantidades de agua y productos químicos. El algodón orgánico reduce algunos de los impactos, pero se ve penalizado en el uso de tierras para cultivo.
Moda sostenible: nuevas propuestas
Prueba de que el veredicto es complicado es el desacuerdo entre los expertos: mientras que, para James, “una fibra no es necesariamente mejor que otra”, ya que “cada material y proceso de fabricación afecta al mundo natural de un modo u otro”, en cambio según la investigadora en moda y sostenibilidad Ingun Grimstad Klepp, de la Universidad Metropolitana de Oslo, los análisis de huella ambiental y de ciclo de vida “hacen numerosas suposiciones que al final minimizan las ventajas de las fibras naturales y exageran las de las sintéticas”.
Al menos hay ciertas propuestas en las que los expertos coinciden: la primera, comprar menos; la fast fashion se sostiene gracias a la pulsión compradora de los consumidores, pero se calcula que en algunos países hasta un 40% de la ropa que se vende nunca llega a utilizarse. Segundo y ligado a lo anterior, estirar la vida útil de nuestras prendas. Y tercero, comprar ropa de segunda mano.
En cuanto a los fabricantes, los expertos insisten en el reciclaje: según la Agencia Europea del Medioambiente, en la UE un tercio de los residuos textiles se separan; en torno a un 65% de esto se reutiliza, un 20% se recicla y un 15% se arroja a vertederos o se incinera para obtener energía. Pero en todo el mundo solo un 0,06% de los residuos textiles se reciclan en nuevas fibras. Algunas marcas reciclan las botellas de plástico para producir fibra de poliéster, a lo que se unen otras opciones innovadoras como residuos de café, algas, maíz, frutas o setas como fuentes de nuevas fibras textiles.