Estos son los nueve límites planetarios y el estado en que se encuentran
En 2009 se estableció el concepto de límites planetarios, nueve procesos claves para la estabilidad de la Tierra. Cinco de ellos ya se han superado: cambio climático, contaminación química, ciclos de fósforo y nitrógeno, modificación de los usos del suelo y destrucción de la biosfera.
Hasta 1926, el parque de Yellowstone había sido un lugar relativamente estable. A pesar de la dureza de sus inviernos y la constante actividad volcánica, los ciclos ecológicos se desarrollaban con normalidad. Hasta 1926. Aquel año, un grupo de cazadores acabó con la última manada de lobos grises que dominaba el primer parque natural de EE. UU. Aquel hecho se entendió entonces como un éxito de la política de control de predadores y alimañas del país. Pero las consecuencias no se vieron venir.
En pocos años, los ecosistemas del parque se degradaron hasta convertirse en un débil recuerdo de lo que habían sido. Sin lobos, la población de utipí o ciervo canadiense se disparó. La vegetación se resintió enseguida, especialmente en las riberas de los ríos, lo que incrementó la erosión. Los coyotes ocuparon el lugar de los lobos, reduciendo la población de zorros y pequeños mamíferos que a su vez se alimentaban de raíces, plantas e insectos, cuyas poblaciones también se vieron alteradas.
Así, en un efecto cascada que hasta entonces era desconocido, el ecosistema de Yellowstone sufrió un cambio radical. La degradación del entorno intentó frenarse de varias maneras, pero al final la única solución fue reintroducir los lobos. Al eliminar al depredador, el ser humano había superado un límite invisible que nadie había percibido. La desaparición del lobo marcó un punto de inflexión. Su reintroducción en 1990, también. En menos de dos décadas, el parque volvió a ser lo que era.
Los límites de la Tierra
Como en Yellowstone, el planeta tiene sus límites. La flexibilidad y la adaptabilidad de la vida es increíble, pero el conjunto de interacciones complejas que forman los ecosistemas y, en última instancia, el sistema de la Tierra, no pueden presionarse hasta el infinito sin esperar consecuencias. Sin sufrir efectos en cascada que acaben con la relativa estabilidad de la que hemos disfrutado los seres humanos hasta ahora.
Partiendo de esta idea, el Centro de Resiliencia de Estocolmo desarrolló en 2009 el concepto de límites planetarios. Identificó nueve procesos clave para la estabilidad de la Tierra y los umbrales que no deberían sobrepasarse para mantenerla. Desde entonces, se ha trabajado para entenderlos mejor y cuantificarlos. Las noticias no son demasiado buenas: cinco de los nueve límites ya han sido superados.
La destrucción de la capa de ozono
La manta de este gas que nos protege de los rayos ultravioleta del sol llegó a estar bajo mínimos. Sin ella, esta radiación, capaz de dañar moléculas como el ADN, pondría en jaque la vida en la Tierra tal como la conocemos. Sin embargo, gracias al Protocolo de Montreal, firmado para acabar con la contaminación de los gases CFC (clorofluorocarburos), principales causantes de la destrucción del ozono estratosférico, parece que hemos logrado controlar los daños.
El cambio climático
El clima de la Tierra está marcado por la energía que el planeta recibe del sol. Los gases de efecto invernadero se encargan de atrapar una pequeña parte de este calor para hacer posible la vida en la superficie y en los océanos. El dióxido de carbono (CO2) ha sido nuestro aliado durante millones de años, pero también tiene un límite. Si superamos las 350 partes por millón de CO2 en la atmósfera, el calentamiento se dispara y la relativa estabilidad climática de la que disfrutamos queda comprometida. Estamos ya cerca de las 420 partes por millón.
La destrucción de la biosfera
La pérdida de biodiversidad es evidente. Más de un millón de especies están en peligro de extinción, las especies domésticas lo dominan todo y no dejamos de cambiar el entorno para alimentarlas y alimentarnos. El límite de la biosfera es uno de los que todavía no están bien cuantificados, pero según los investigadores del centro de Estocolmo, todo parece indicar que ya nos lo hemos saltado. Nuestro lobo de Yellowstone podría haber desaparecido ya.
La contaminación química
La concentración de sustancias con efectos tóxicos no ha dejado de aumentar desde mediados del siglo XX. Desde metales pesados e hidrocarburos hasta micro y nanoplásticos, todo tipo de sustancias de origen humano se acumulan hoy en cualquier rincón del planeta, incluso en los más remotos. El límite de la contaminación química también ha tardado en ser estudiado, pero el Stockholm Resilience Centre acaba de publicar un estudio en el que lo cuantifica. Concluye que hace ya tiempo que lo superamos.
La acidificación de los océanos
Hasta ahora, los océanos nos han ayudado a ralentizar el cambio climático antropogénico. Más de un tercio del CO2 que emitimos a la atmósfera acaba disuelto en el mar. Allí, una parte es fijado por los microorganismos marinos, pero otra acaba en forma de ácido carbónico, que altera la química del océano. El medio se vuelve más ácido y dificulta algunos procesos clave para la vida oceánica, como la formación de conchas o el crecimiento de los corales. No está claro si hemos superado o no el límite de la acidificación, aunque los últimos estudios señalan que podríamos estar a punto de hacerlo.
Los ciclos del fósforo y el nitrógeno
Además del carbono y el oxígeno, existen otros dos elementos muy importantes para la vida terrestre: el nitrógeno y el fósforo. Las actividades humanas también han alterado sus ciclos. El peor parado es el nitrógeno, que extraemos de la atmósfera (donde es el elemento predominante) para fertilizar los campos (y, por extensión, los ríos y los mares). Aunque sus valores no sean tan elevados como los del nitrógeno, también hemos superado el límite del fósforo.
El consumo de agua dulce
Ninguno de los procesos descritos por el Stockholm Resilience Centre funciona de forma aislada. El mejor ejemplo es el ciclo del agua, muy afectado por el cambio climático y por el estado de la biosfera. Además, la demanda de agua dulce para usos humanos no deja de crecer, por lo que los investigadores señalan que la presión humana es el elemento que más altera el ciclo hidrológico en la actualidad. Aun así, este es uno de los límites que parece que todavía no hemos superado.
Los cambios en el uso del suelo
Junto al consumo de agua y la extracción del nitrógeno atmosférico para convertirlo en fertilizante, existe otro gran proceso relacionado con la producción de alimentos: los cambios en el uso del suelo. En la actualidad, la mitad de la superficie terrestre habitable (dejando a un lado glaciares y desiertos, por ejemplo) está dedicada a usos agrícolas. Este es otro de los límites planetarios que hemos superado.
Los aerosoles atmosféricos
En el planeta hay muchos procesos en marcha que todavía escapan a nuestra comprensión. Uno de ellos atañe a las pequeñas partículas sólidas y líquidas suspendidas en la atmósfera, los llamados aerosoles. Sabemos que influyen en el clima y en el ciclo del agua, pero no entendemos bien cómo. Eso sí, sabemos que la contaminación de origen humano contribuye en gran medida a la presencia de estos aerosoles en la atmósfera. Este es el límite que menos comprendemos y el que, por ahora, está peor cuantificado.
Como sucedió con los lobos grises de Yellowstone, superar uno solo de estos límites podría tener un efecto cascada que alterase sin remedio la estabilidad de la Tierra que conocemos. Hemos sobrepasado ya cinco de los nueve umbrales conocidos, por lo que es probable que los cambios estén ya en marcha.