Estas son las causas y las consecuencias de la pobreza infantil
Más de 333 millones de menores viven en situación de carencia extrema, según UNICEF. La pobreza infantil tiene muchas causas: guerras, conflictos, cambio climático, falta de alimentos y servicios básicos (salud, educación o saneamiento), desempleo o desigualdad social. Las consecuencias son aún más.
En septiembre de 2023, seis jóvenes portugueses sentaron a 32 países frente al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Acusaban a sus dirigentes de no hacer nada por frenar un cambio climático. Hay que tener en cuenta que este tendrá (y ya está teniendo) consecuencias en su vida y en su salud.
En aquel momento, la más joven del grupo tenía tan solo 11 años. Al igual que ella, niños y niñas de todo el planeta están alzando su voz para denunciar la inacción ante un problema que les afectará sobre todo a ellos y a las generaciones que aún están por llegar. Una situación que genera cada vez más problemas de salud, más desigualdad y, para muchos, más pobreza.
“Los efectos adversos del cambio climático tienen una mayor incidencia en las poblaciones vulnerables, especialmente en mujeres y niños, que no tienen recursos suficientes para hacer frente a huracanes, sequías, incendios o inundaciones. Es algo que observamos en los mapas de vulnerabilidad climática en los que tenemos geolocalizadas a las personas a las que atendemos y que se cruzan con datos de su situación económica y social” afirma Laura Fernández Lord, directora de Sostenibilidad y Equidad de la Fundación Microfinanzas BBVA. El cambio climático y sus consecuencias son algunas de las muchas causas de la pobreza infantil en un mundo en el que más de 300 millones de niños (uno de cada seis) viven en una situación de carencia extrema.
¿Qué es la pobreza infantil?
Pobreza relativa, pobreza monetaria, pobreza severa… La pobreza se puede definir de diferentes formas, en función de cómo se mida y qué aspectos se tengan en cuenta. “Pero, de alguna manera, la pobreza es el no poder o el no tener”, explica Carmela del Moral, responsable de Políticas de Infancia en Save the Children España. “Por ejemplo, es no poder comer la cantidad suficiente de proteínas a la semana, no poder mantener una temperatura adecuada en casa o no poder hacer frente a gastos imprevistos, como la compra de unas gafas nuevas”.
“Si nos ceñimos a la pobreza infantil, estaríamos hablando del mismo problema, siendo el protagonista un niño. En este caso, se da la gravedad de que las limitaciones de derechos, oportunidades y capacidades se dan en un momento tan importante de la vida como es el crecimiento y el desarrollo”, señala del Moral.
“La pobreza infantil es un fenómeno complejo que afecta a todos los ámbitos de la vida de niñas y niños”, añaden Naza Mateos, especialista Programas Internacionales en UNICEF España, y Gabriel González-Bueno, especialista en Políticas de Infancia en la misma ONG. “Se traduce muy a menudo en una nutrición inadecuada, falta de acceso a servicios básicos como la educación o la atención sanitaria, y entornos de privación y violencia, que impiden a estos niños y niñas crecer sanos y tener las oportunidades que necesitan para desarrollar todo su potencial.
La pobreza, añaden, condiciona tanto las expectativas de los propios menores sobre su futuro como las relaciones con otros menores, fundamentales para su crecimiento personal.
En España, se calcula que 2,3 millones de menores de 18 años se encuentran en riesgo de pobreza. Al otro lado del Atlántico, en América Latina, las cifras hablan de casi 81 millones. “Actualmente, América Latina y el Caribe es la región más desigual del mundo, y la pobreza infantil que afecta al 46,2 % de niños y niñas de hasta 14 años es un reflejo de esta desigualdad. La pobreza es 20 puntos más alta en zonas rurales que urbanas y el doble entre población indígena o afrodescendiente que en el resto de la población”, explican los especialistas de UNICEF.
A estos factores se suman la violencia presente en muchos países de la región, los fuertes movimientos migratorios y el retroceso que la región ha sufrido, sobre todo a raíz de la pandemia, en servicios básicos como la educación o la salud.
La peor situación, sin embargo, se da en el África Subsahariana. Allí, el 40 % de la población menor vive en una situación de pobreza extrema.
“La fragilidad de algunos estados, una financiación gubernamental de los sectores sociales muy por debajo de las normas internacionales y las necesidades de los niños y niñas limita la capacidad de los gobiernos para prevenir la pobreza infantil, al tiempo que el tejido económico se basa en gran parte en la economía informal, sin ningún tipo de protección para las familias, que a menudo no tienen recursos suficientes para enviar a sus hijos a la escuela, buscar atención sanitaria o evitar el matrimonio precoz”, explican Mateos y González-Bueno.
En los últimos años, el impacto de la pandemia, los fenómenos climáticos extremos, los conflictos y la inflación ha llevado a muchas familias a agotar sus opciones y ha aumentado los niveles de pobreza.
Una de las características de la pobreza infantil es que los menores no tienen ningún tipo de capacidad de decisión en relación con su situación financiera. “Esto es lo que hace que el resto de la sociedad tengamos un deber de protección con los menores. Los estados deben garantizar que se cumplan todos sus derechos”, reflexiona del Moral.
La pobreza tiene numerosas dimensiones y causas. Entre las más determinantes están las guerras y los conflictos, los efectos del cambio climático, la falta de alimentos y de servicios básicos (como los médicos, los educativos o los de saneamiento), el desempleo o la desigualdad social. La pobreza infantil está ligada a todos estos factores y, además, se ve condicionada por otros.
“En países como España, una de las principales causas es que el sistema de prestaciones está muy basado en el componente laboral y en la contribución. Las niñas y los niños, al no contribuir, no son sujetos de muchas ayudas”, explica del Moral.
“También sucede que no contamos con un sistema de apoyo a la crianza. Existen permisos de maternidad y paternidad, pero no tenemos una prestación universal que ayude a las familias a la crianza. Las deducciones fiscales solo llegan a quienes hacen la declaración de la renta, es decir, a las familias de renta media o alta. Sin este apoyo a la crianza y sin un acceso siempre equitativo a los servicios, muchos menores se quedan sin esa red que les puede sostener frente a la pobreza”, añade.
En otros países, donde la desigualdad es mayor, las tasas de pobreza se disparan y se unen a otros problemas que afectan a la protección de los menores. El informe Tendencias mundiales de la pobreza monetaria infantil según el umbral internacional de la pobreza, de UNICEF y el Banco Mundial, señala que uno de cada tres niños y niñas en países afectados por los conflictos vive en hogares extremadamente pobres, frente a uno de cada 10 en estados no frágiles.
Un ejemplo de cómo la inestabilidad social y los conflictos afectan a la infancia lo encontramos en Colombia. Save the Children denuncia que más 16.000 niños, niñas y adolescentes colombianos (aunque algunas cifras hablan de 40.000) fueron reclutados por grupos armados entre 1990 y 2017.
El cambio climático y la pobreza
El clima y los eventos meteorológicos extremos llevan cada vez más a menores a la pobreza. Los estados más pobres (que son, además, quienes menos han contribuido a la emisión de los gases de efecto invernadero (GEI) que ha provocado el calentamiento global) son quienes más sufren los efectos del cambio climático y son más vulnerables ante sus efectos.
“Cuando se da una catástrofe, entran muchas cosas en juego. Aparte de la propia supervivencia e integridad física de niños y niñas, lo hacen el aumento de los precios de los alimentos, el colapso de los sistemas de protección o la pérdida de las viviendas”, señala del Moral. “Y estas cosas también las vemos en España. El aumento de los precios derivado de las pérdidas de los cultivos afecta a quienes menos capacidad tienen para hacerle frente”.
Entre las consecuencias del cambio climático se encuentra la pobreza energética. Cuando se producen eventos meteorológicos como las olas de calor, muchos menores no disponen de sistemas de aire acondicionado en sus viviendas o no cuentan con ningún refugio climático, lo que les impide escapar del calor. “Hasta ahora la pobreza energética se medía en invierno, pero empieza a influir también en verano. Este tipo de cuestiones afectan especialmente a niños y niñas que no tienen recursos para mejorar su situación”, señala la responsable de Políticas de Infancia en Save the Children España.
De las consecuencias a las soluciones
Al igual que las causas, las consecuencias de la pobreza infantil son muchas y muy variadas. En primer lugar, están las que afectan a la salud, tanto física como mental. De acuerdo con el Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil en España, las personas que viven en una situación de pobreza durante la infancia tienen un 12% más de probabilidades de sufrir enfermedades como la depresión en la edad adulta.
La pobreza también afecta a su educación. “Los menores que se encuentran en situación de pobreza tienen hasta tres veces más probabilidades de repetir curso que sus compañeros sin problemas económicos y protagonizan más casos de abandono escolar. La falta de acceso a actividades extraescolares y al ocio educativo, así como tener una alimentación poco adecuada, hacen que su desarrollo se vea afectado. ¿Cómo se va a estudiar en igualdad de condiciones si no se tiene la nutrición adecuada?”, señala del Moral.
A esto se suman muchas otras consecuencias que, como la desigualdad, se heredan de padres a hijos. Por ejemplo, en España, solo el 20 % de los hijos de padres con educación primaria fue a la universidad. “La pobreza infantil está muy relacionada con la desigualdad económica y social, lo que significa que algunos grupos de niños y niñas enfrentan mayores desafíos que otros”, añaden los especialistas de UNICEF.
Entre las principales soluciones, la responsable de Políticas de Infancia en Save the Children España destaca dar un mayor apoyo a la crianza. “Es esencial que la crianza sea tratada como un bien común y que el Estado asuma la responsabilidad, favoreciendo que las familias que no tienen la obligación de declarar también reciban una ayuda, aumentando los permisos de maternidad y paternidad o mejorando las becas comedor, por ejemplo”.
De acuerdo con del Moral, también entra en juego que todas las políticas sociales tengan en cuenta la vulnerabilidad de la infancia. Es decir, que se planteen con una perspectiva interseccional. Con el objetivo puesto en la igualdad, pueden darse algunos pasos para reducir la pobreza infantil y hacer que salir de ella no sea tarea imposible.
Los especialistas de UNICEF añaden otro punto a tener en cuenta: el hecho de que los propios niños pueden contribuir significativamente a la búsqueda de soluciones. Aunque no tienen muchas veces las capacidades para salir de la pobreza por sí solos, explican, sí pueden participar en las soluciones, identificando sus problemas y proponiendo acciones para luchar de forma más efectiva contra la pobreza.
Esta ONG trabaja con diferentes gobiernos para reforzar sistemas como los de salud, agua, saneamiento o protección social, y reducir así la pobreza infantil. Un ejemplo lo tenemos en Sudán, con el programa Maternal and Child Cash Transfer Plus. “El programa desempeña un papel vital a la hora de abordar la pobreza y las vulnerabilidades a las que se enfrentan las familias con niños en los primeros 1000 días de vida”, explican Mateos y González-Bueno. “A pesar de las dificultades operativas, UNICEF pudo apoyar el programa para llegar a 52.000 mujeres embarazadas y lactantes en los dos estados más vulnerables.
Desde el sector privado se puede hacer mucho para facilitar el acceso a la educación, con iniciativas como el programa Chavos que inspiran, de la Fundación BBVA en México, que busca transformar la vida de jóvenes con escasos recursos a través de becas y acompañamiento durante 10 años. Gracias a este proyecto, 8 de cada 10 becarios serán los primeros en terminar los estudios universitarios en su familia, superar la línea de pobreza y lograr un nivel socioeconómico que, de otra forma, no se habría alcanzado hasta dentro de cuatro generaciones. BBVA invierte anualmente 50 millones de euros en este programa, que beneficia anualmente a 50.000 becados.
“No puede ser que haya niños que, por nacer en la familia en la que nacen, no tengan un desarrollo al igual que sus pares y no tengan las mismas oportunidades”, señala del Moral. “Esto es algo que como sociedad deberíamos erradicar”.
“Es necesario redoblar los esfuerzos para reducir las desigualdades, proteger a los niños y niñas más vulnerables y mejorar sus oportunidades para una vida plena libre de pobreza”, añaden Mateos y González-Bueno.