Especies invasoras que amenazan la diversidad y la economía
La migración de las especies entre continentes es un fenómeno que se lleva produciendo desde hace millones de años. Sin embargo, esto no siempre es positivo. Cuando estas especies dañan la biodiversidad o afectan a la agricultura, las llamamos invasoras. ¿El ser humano puede ser una de ellas?
El Homo sapiens es la especie invasora por excelencia, en cierto sentido. Dejamos nuestro hogar en África hace unos 70.000 años y colonizamos con éxito todos los continentes habitables y muchas cadenas de islas. Entonces, sustituimos a los humanos arcaicos que encontramos y dejamos cambios ecológicos masivos a nuestro paso.
A lo largo de la historia, hemos traído plantas y animales con nosotros en nuestras migraciones. A menudo deliberadamente, pero a veces sin querer. Cuando estas especies alóctonas se establecen y dañan la biodiversidad autóctona o afectan a la agricultura o al bienestar humano, las llamamos especies invasoras (o exóticas). Hoy en día, hay más de 17.000 especies invasoras establecidas. El creciente coste económico de estas invasiones biológicas para la sociedad durante el último medio siglo se estima en 1,3 billones de dólares. De hecho, los investigadores admiten que es una gran subestimación.
Las especies han estado migrando entre continentes e islas desde mucho antes de que los humanos llegaran a la escena. Hace más de 30 millones de años, los primates consiguieron cruzar el Atlántico de África a Sudamérica al menos dos veces sobre esteras flotantes de vegetación y tierra (gracias a la deriva continental, la distancia habría sido mucho menor de lo que es hoy). La dispersión oceánica también explica cómo llegaron las iguanas a las islas Galápagos, cómo alcanzaron los primeros roedores a Australia y cómo llegaron los lémures a Madagascar, entre otros muchos ejemplos.
Ratas y gatos: dos de las grandes especies invasoras
A medida que los humanos desarrollaron embarcaciones oceánicas, se convirtieron en facilitadores involuntarios para que las especies alcanzaran nuevos hábitats que a menudo carecían de depredadores o competidores. Hace dos mil años, las ratas polizones de los barcos polinesios infestaron las islas del Pacífico, y durante la Era de los Descubrimientos, los roedores se extendieron por el resto del globo. Entre las más dañinas, había tres especies de ratas que los humanos introdujeron en más del 80% de los archipiélagos del planeta mientras exploraban los océanos del mundo. Se calcula que estos roedores han sido responsables de entre el 40% y el 60% de las extinciones registradas de aves y reptiles isleños.
Otra gran especie invasora que hemos contribuido a extender por el mundo es el gato doméstico, descendiente del gato montés africano. Acompañantes de los marineros en sus viajes desde la antigüedad para controlar a los roedores en las embarcaciones, los felinos tuvieron vía libre para llegar a los confines del planeta, incluidas muchas islas donde han sido responsables de al menos el 14% de las extinciones mundiales de aves, mamíferos y reptiles. En la actualidad, los cientos de millones de gatos del mundo, tanto domésticos como asilvestrados, matan miles de millones de estos animales y amenazan de extinción a muchas especies, incluidas 124 en Australia.
Insectos invasores
Aunque “Tom y Jerry” pueden estar entre las especies invasoras más dañinas en términos de pérdida de biodiversidad, un animal mucho más pequeño —el mosquito— ocupa el primer lugar en lo que se refiere a costes económicos y para la salud humana. Se culpa al comercio internacional de neumáticos usados y bambú ornamental, cuyo interior hueco es un entorno atractivo para que los mosquitos pongan sus huevos, de su expansión por todo el mundo. En los últimos años, traídos por viajeros infectados, Europa ha sido colonizada por los mosquitos tigre asiático, arbusto asiático y fiebre amarilla, que pueden propagar patógenos víricos exóticos como el dengue, la chikunguña y el Zika. El coste económico mundial de los mosquitos invasores en el último medio siglo se ha estimado en unos 150.000 millones de dólares.
Además de los mosquitos, otros insectos invasores también están teniendo un impacto mundial desmesurado. La termita de Formosa (Coptotermes formasanus), originaria del sur de China, es una de las especies más destructivas y agresivas del mundo. Se cree que fue introducida en EE.UU. por barcos militares que transportaban suministros desde el Pacífico tras la Segunda Guerra Mundial. Su voraz apetito por todo tipo de madera causa daños por valor de decenas de miles de millones de dólares al año. Las hormigas invasoras también están aumentando en todo el mundo, transportadas inadvertidamente por cargamentos y mercancías, donde desplazan a las hormigas autóctonas, alteran los ecosistemas, dañan la biodiversidad y reducen los rendimientos agrícolas. Un estudio de 2022 cifró en 52.000 millones de dólares el coste económico de las hormigas exóticas invasoras entre 1930 y 2021, mientras que el Centro Nacional de Investigación Científica francés (CNRS) calcula que los insectos invasores en general causan al menos 69.000 millones de euros de daños en todo el mundo cada año.
Mascotas invasoras y propietarios irresponsables
Algunas especies invasoras se vendieron primero como mascotas exóticas y luego fueron liberadas por sus dueños. Es el caso, por ejemplo, de las cotorras argentinas, que en España suman 200.000 ejemplares, lo que ha obligado a ciudades como Madrid a sacrificarlas para reducir su número. En Japón, algunas zonas del país están infestadas de mapaches, después de que una popular serie de dibujos animados estrenada en la década de 1970 provocara su importación masiva desde Norteamérica. En Colombia, los famosos hipopótamos de Pablo Escobar, que originalmente eran sólo cuatro, superan ahora los 150 y han sido declarados especie invasora tóxica por el gobierno.
En el Parque Nacional de los Everglades de Florida, la población de pitones birmanas invasoras se ha disparado, ya que los propietarios de mascotas suelen liberarlas cuando crecen demasiado. De hecho, el acusado declive de las poblaciones de mamíferos está relacionado con el voraz apetito de este gigantesco depredador invasor, que probablemente nunca se erradicará.
Otro notorio desastre ecológico con serpientes ocurrió poco después de la Segunda Guerra Mundial en la isla de Guam, donde se introdujo accidentalmente la serpiente arbórea marrón (Boiga irregularis), probablemente como polizón en el cargamento de un barco. La serpiente arrasó con las extensas poblaciones de aves y lagartos de la isla, llevando hasta diez especies de aves autóctonas a la extinción, provocando la explosión de la población de arañas y traumatizando a la población humana. Incluso hoy se dice que los bosques de Guam son inquietantemente silenciosos debido a la ausencia del canto de los pájaros. En la actualidad, se gastan millones de dólares al año para evitar que la serpiente se extienda a Hawái.
Especies marinas invasoras
La situación no es mejor en nuestros ríos, lagos y océanos. Se han encontrado salmones del Pacífico y cangrejos de río norteamericanos en ríos de Escocia; el destructivo pez león de la región indopacífica ha invadido partes del Caribe y el Atlántico occidental; y en el sur de España, el estrecho de Gibraltar está experimentando un “caso sin precedentes de bioinvasión por macroalgas marinas“, donde una especie de alga no autóctona se ha afianzado y se está extendiendo rápidamente por el lecho marino, afectando a la biodiversidad, la pesca y el turismo.
El problema de las especies invasoras sigue siendo poco conocido. Su impacto social se deriva fundamentalmente de los daños que causan a la economía, como los costes sanitarios de las enfermedades que transmiten, la pérdida de bosques o de producción de cultivos por las plagas invasoras. Menos fácil de cuantificar es el daño a los servicios de los ecosistemas causado por la pérdida de biodiversidad autóctona.
Lo que está claro, sin embargo, es que seguirán apareciendo nuevas especies invasoras en el futuro. Los datos muestran que una mayor inversión en medidas de bioseguridad más estrictas, vigilancia proactiva y detección precoz ayudaría a minimizar su impacto y sería más barato que esperar a que las especies se establezcan y se propaguen. Como ocurre con el cambio climático, más vale prevenir que curar.