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Espacio educativo y despensa urbana: el futuro de los huertos ecológicos

En un colegio, en el barrio, en un pequeño terreno particular o en el balcón. En propiedad o alquilado, en un área rural o en el centro de la ciudad. Los huertos ecológicos son la principal semilla de la agricultura sostenible, aquella que usa abonos orgánicos en lugar de fertilizantes químicos, mejora la fertilidad del suelo, mantiene la calidad del agua y protege la biodiversidad. Una tendencia que no para de crecer.

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A los pies del monte Miravete, en la región española de Murcia, un grupo de agricultores acaba de recoger las primeras lechugas del año. Azada en mano, no pierden el tiempo y preparan la tierra para sembrar patatas. Si lo hacen bien, le sacan al terreno varias cosechas al año. Y eso que solo trabajan durante nueve meses y los agricultores apenas levantan un metro del suelo. Son los más pequeños del colegio Ángel Zapata, en el que el huerto ecológico escolar se ha convertido en el eje de la educación infantil.

En la escuela, los huertos son más que una plataforma de aprendizaje formal y empírico. Son herramientas para fomentar la conservación del medioambiente e instrumentos para mejorar el bienestar de las personas. Según la FAO, trascienden el ámbito escolar y tienen la capacidad de generar un impacto positivo en toda la comunidad. Son, también, una forma alternativa de producir alimentos, adaptable a entornos urbanos y sobre la cual potenciar el autoconsumo.

El huerto ecológico y la agricultura convencional

Ni todos los huertos son ecológicos, ni toda la agricultura ecológica es huerto. Por definición, un huerto es un terreno de corta extensión, en el que se cultivan diferentes variedades de verduras, legumbres y frutales. Sin embargo, concretar en pocas palabras qué es la agricultura ecológica, o agroecología, es algo más complicado, porque en su definición entran aspectos científicos, estándares y regulaciones.

Para la Unión Europea, se trata de una modalidad agrícola que busca un impacto limitado en el medioambiente. Para ello, promueve el uso responsable de los recursos, el respeto a la biodiversidad, la conservación de los equilibrios ecológicos, la mejora de la fertilidad del suelo y el mantenimiento de la calidad del agua. Ambas definiciones se encuentran en pequeños espacios como el del colegio Ángel Zapata y en cientos de miles de huertos ecológicos alrededor del planeta.

“Un huerto ecológico es aquel que sigue unas técnicas de cultivo basadas en los principios de la agricultura ecológica. Prescinde del uso de fertilizantes y fitosanitarios químicos de síntesis. Para mejorar la fertilidad de los cultivos se utilizan abonos orgánicos, como el estiércol, el compost o el mantillo. Y para combatir las plagas y enfermedades, en lugar de fitosanitarios químicos, se utilizan productos respetuosos con el medioambiente, como los de lucha biológica”, explica Luis Ruiz, ingeniero agrónomo, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid e impulsor de Agrohuerto.

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A nivel mundial, la agricultura ecológica, de la que forman parte tanto huertos como grandes terrenos de cultivo, no ha dejado de crecer en la última década.

A pesar de ello, la agricultura convencional sigue siendo la dominante. Las principales diferencias con la ecológica son el uso intensivo del suelo, la aplicación de fertilizantes, pesticidas e insecticidas químicos, el elevado impacto sobre la biodiversidad y la presión sobre los recursos naturales y, en particular, el agua. A cambio, se logran precios más bajos. Los cultivos ecológicos son solo una de las soluciones propuestas para desarrollar una agricultura más sostenible. Y los huertos ecológicos son una de las semillas de esta tendencia en crecimiento.

Beneficios y desafíos

A nivel científico, han corrido ríos de tinta sobre los beneficios y los impactos de cada tipo de agricultura. Uno de los estudios más completos al respecto fue publicado en 2017 por Michael Clark y David Tilman, profesores de la Universidad de Minnesota (EE. UU.) tras analizar múltiples artículos que reflejaban la realidad de 742 sistemas agrícolas y la producción de 90 cultivos diferentes. Estas son, de forma muy resumida, sus conclusiones:

  • La huella de carbono y las emisiones asociadas a la agricultura son considerablemente menores en la producción ecológica.
  • Contra lo que se pensaba, el potencial de eutrofización, contaminación de las aguas con exceso de fertilizantes, parece ser mayor en la agricultura ecológica.
  • La productividad de la tierra es menor con las modalidades ecológicas, por lo que se necesita más superficie para generar la misma cantidad de alimentos.
  • Las necesidades energéticas son mucho más bajas en la agricultura ecológica.

“La agricultura ecológica tiene un balance más positivo de CO2 y es más eficiente desde el punto de vista de la energía. Prescinde del uso de fertilizantes y pesticidas de síntesis química, productos que no solo generan contaminación, gasto energético y emisiones durante su proceso de producción, sino que también son transportados largas distancias desde el punto de fabricación hasta el lugar donde van a ser utilizados, un transporte que requiere de mucha energía”, analiza el ingeniero agrónomo Luis Ruiz.

Producir alimentos ecológicos y, en particular, a pequeña escala, como en los huertos, tiene un impacto directo en el coste final del producto. “La productividad en la agricultura ecológica suele ser menor y es posible que sus productos no sean tan ‘bonitos’ como los de la agricultura convencional –añade Ruiz–, pero hay que tener en cuenta que los productos de la agricultura convencional no incluyen en su precio los costes medioambientales”.

El debate es todavía mayor alrededor del impacto en la salud humana de los alimentos de producción ecológicas. El riesgo de enfermedades asociadas a la exposición de productos químicos es menor si se consumen productos ecológicos. Sin embargo, el riesgo de contaminación biológica (bacterias) es mayor. Además, varios estudios señalan que “el consumo de alimentos ecológicos puede reducir el riesgo de enfermedades alérgicas, y de sobrepeso y obesidad, aunque los datos están lejos de ser concluyentes”.

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Despensa urbana y herramienta educativa

De vuelta a la pedanía de Torreagüera, en el barrio murciano de San Blas, también conocido como ‘el Secano’, los alumnos de infantil del colegio Ángel Zapata vuelven a mancharse las manos de tierra. Llevan haciéndolo curso tras curso desde hace ocho años, a través de una iniciativa que ha ido creciendo gracias al apoyo de las familias y del centro. Hoy forman parte del programa de huertos escolares de Teachers for future España y de la Red de huertos escolares del Ayuntamiento de Murcia.

“Con el huerto pretendemos el acercamiento a la naturaleza de los más pequeños. Que identifiquen seres vivos, que valoren su importancia en el entorno, que observen sus características y sus funciones y que se aproximen al ciclo vital. Ven nacer las plantas de las semillas, cómo crecen, dan sus frutos y se acaba su vida. Es un acercamiento precioso al ciclo vital”, explica Conxi Arlandis, profesora del centro e impulsora del proyecto.

“Todos los días le dedicamos un rato al huerto. Lo tenemos integrado en el currículo de infantil. Hay un bloque de contenidos dentro del área de conocimiento del entorno físico que está centrado en el acercamiento a la naturaleza”, añade. “Sabemos que tener un huerto es un privilegio del que no puede disponer todo el mundo, por recursos y por espacio”. Para la profesora, los beneficios de un huerto escolar como recurso educativo están claros:

  • Aprender a valorar la importancia del cultivo ecológico para el bienestar de las personas.
  • Inculcar el cuidado y el respeto del medio natural.
  • Participar activamente en la resolución de problemas prácticos, de forma directa.
  • Ganar conciencia sobre la importancia de reducir residuos y de cómo esto beneficia a la naturaleza.
  • Lograr la implicación de las familias y la transmisión de estos valores más allá del entorno escolar.

“Para mí, es una forma de ayudarles a evidenciar la naturaleza desde la escuela. Nos ayuda a promover el respeto por el entorno y a fomentar el consumo de frutas y verduras y la producción ecológica. Además, nos ayuda a abordar el currículo a través de evidencias, no solo a través de imágenes o libros de texto. Vivir la educación de forma directa”, concluye Arlandis.

Para la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la a Agricultura), los huertos escolares permiten, además, que las escuelas contribuyan a superar el hambre y la malnutrición, y “a mejorar la nutrición y la educación de los niños y de sus familias, tanto en las zonas rurales como en las urbanas”.

En particular, la producción ecológica juega un papel fundamental en los huertos urbanos. Según las estimaciones de la propia organización, alrededor del 15% de los alimentos del mundo se produce en sistemas de agricultura urbana. “Si queremos que nuestras ciudades sean lugares más agradables para vivir y más respetuosas con el medioambiente, la agricultura urbana debe seguir las líneas que marca la agricultura ecológica”, subraya Luis Ruiz. “Los huertos urbanos, deben ser, en la medida de lo posible, huertos ecológicos”.

En un planeta cada vez más urbanizado, en el que se estima que el 70 % de la población vivirá en ciudades a mediados de siglo, la agricultura urbana tiene un papel de relevancia creciente en el desarrollo sostenible de nuestras poblaciones. En este escenario, la producción ecológica abre una serie de oportunidades de sostenibilidad social, económica y ambiental, tal como se señala en el Acuerdo de Milán para el desarrollo de sistemas alimentarios urbanos sostenibles.

“Desde el punto de vista del desarrollo sostenible, los huertos ecológicos son beneficiosos para el medioambiente porque aumentan la biodiversidad de las ciudades, absorben dióxido de carbono y proporcionan alimentos de proximidad, que no han sido transportados cientos o miles de kilómetros”, añade el ingeniero agrónomo. “Desde el punto de vista social suponen un ocio saludable para personas de todas las edades y un reencuentro con la naturaleza. Y desde el punto de vista económico, suponen un ahorro en la cesta de la compra de quien los cultiva y la creación de nuevos nichos de mercado”.

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Cómo hacer un huerto ecológico urbano

Cada vez más ciudades habilitan espacios verdes en los que las personas disponen de espacios en los que cultivar sus propios alimentos. También es más habitual la presencia de cultivos en las zonas residenciales y semiurbanas entre aquellos que disponen de un pequeño terreno. Pero los huertos urbanos pueden ser también macetas en terrazas o recipientes con tierra en azoteas.

A la hora de elaborar un huerto ecológico urbano, es recomendable seguir estos pasos, tal como recoge la guía ‘Cómo hacer un huerto urbano’, de la ONG Intermón Oxfam:

  • Definir qué tipo de huerto se adapta mejor al espacio disponible. Un huerto en altura o una estructura vertical se adaptan bien a las terrazas y balcones pequeños. Si solo se dispone de ventanas o espacio en el alféizar, la mejor opción son las jardineras.
  • Elegir las zonas más luminosas y, a ser posible, soleadas. La luz es esencial para la fotosíntesis de las plantas y muchos frutos necesitan el sol directo para madurar. Este aspecto definirá en gran medida las especies que podrán cultivarse.
  • Escoger un sustrato que sirva de soporte, aporte nutrientes y retenga la humedad. Es recomendable mezclar diferentes tipos de sustratos, como compost, fibra de coco o turba.
  • Definir el sistema de riego que vamos a utilizar, que suele venir marcado por el tamaño del huerto. El riego manual es suficiente para unas pocas macetas, pero para huertos de mayor tamaño se puede apostar por sistemas de riego por goteo o macetas con autorriego.
  • Elegir el tipo de cultivo que vamos a plantar y si vamos a partir de semillas o brotes. Partir de la semilla permite observar todo el proceso de crecimiento de una planta. Sin embargo, cuando las semillas se transforman en brotes y deben trasplantarse, hay especies que son muy delicadas. Plantar vegetales en su primera fase suele ser más fácil y seguro. Las especies vendrán también definidas por la época del año y las características climáticas de la zona.

Cultivar es un proceso que requiere tiempo, paciencia y mucha observación. Un huerto no es algo fijo e inmutable, sino que es un lugar que evoluciona de la mano del conocimiento y el aprendizaje. Lo saben bien en el Ángel Zapata, donde empezaron con unas macetas en un pequeño patio interior. Hoy el proyecto es el emblema del centro, y planean ya la construcción de un gran huerto en el que colaboren todos los niños del colegio.

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