¿Es el Winthrop Center el rascacielos más sostenible del planeta?
Las casas pasivas surgieron en la década de los ochenta como ejemplo de estrictas edificaciones sostenibles. Ahora, un rascacielos en Boston se convertirá en 2022 en el edificio más alto con esta calificación: máximo ahorro de energía, uso eficiente del sol y elevada calidad del aire son sus virtudes.
Es 15 de noviembre del año 2042 en una ciudad cualquiera no demasiado lejos del círculo polar ártico. Las noches son cada vez más largas y los termómetros bajan, aunque ya no lo hacen tanto como antes. El día amanece con 8 grados y las nubes anuncian lluvia. La temperatura no cambiará mucho a lo largo de la jornada. Parece increíble que hasta hace poco ese sería el típico día en el que encender la calefacción.
Los edificios pasivos son, sin embargo, lo normal. Las casas ya no intercambian apenas energía con el exterior y mantienen la temperatura de forma estable durante todo el año. El aire está siempre renovado y el uso del agua, cada vez más escasa, se ha optimizado. La electricidad necesaria es poca y las emisiones de gases de efecto invernadero, nulas. Las casas pasivas nos acercan un poco más a ese objetivo de la neutralidad de carbono fijado hace ya más de dos décadas.
De vuelta al mundo real, solo el tiempo nos dirá si este escenario futuro es demasiado optimista o no. Lo único cierto, por ahora, es que los edificios pasivos son ya una realidad. Una que está tomando la forma de un gran rascacielos en la ciudad de Boston: el Winthrop Center. Cuando quede inaugurado en 2022 (20 años antes que nuestro futuro hipotético) será la construcción más grande del planeta con el certificado de ‘passivhaus’ o edificio pasivo.
Una fortaleza energética
Ubicado en pleno centro financiero de la ciudad norteamericana, el Winthrop Center se eleva ya sobre la ciudad camino de alcanzar los 210 metros de altura. Cuando esté terminado, albergará más de 75.000 metros cuadrados de espacio para oficinas y 53.000 de viviendas. En el centro de todo estará ‘The Connector’, un espacio que los arquitectos han bautizado como una inmensa sala de estar urbana, una superficie de usos múltiples acristalada y abierta a la ciudad.
Pero nada de esto hace al Winthrop Center un edificio especial ni, mucho menos, uno digno de contar con el certificado ‘passivhaus’. La fachada de la zona de oficinas estará cubierta, de pies a cabeza, por una especie de cortina de triple cristal con rotura de puente térmico y una estructura interior que impide la transferencia energética entre el exterior y el espacio detrás de la fachada.
Las casas pasivas nos acercan un poco más a ese objetivo de la neutralidad de carbono
Además, el sistema de ventilación utiliza la propia estructura para que la acción mecánica de los ventiladores sea mínima y el gasto energético total se reduzca. Mediante un sistema de intercambio de calor reversible, el aire que sale del edificio se cruza con el que entra, transfiriéndose calor entre ellos. Esto permite que la necesidad de energía para calentarlo en invierno y enfriarlo en verano sea menor.
Por otro lado, la edificación contará con sistemas de absorción de calor en los suelos exteriores y las azoteas, reduciendo también la necesidad de calefacción en invierno. Y tendrá un sistema para recoger y tratar el agua de lluvia, que después podrá usarse en los sanitarios y otros sistemas que no necesiten agua potable. Además, los ventanales han sido especialmente diseñados para aprovechar la luz solar al máximo y minimizar la necesidad de iluminación artificial, incluso en el invierno de Boston.
Como resultado, el Winthrop Center utilizará un 65 % menos de energía que la vivienda media de la ciudad, un ahorro que llegará, sobre todo, gracias al aislamiento y la menor necesidad de climatización. Además, ahorrará casi ocho millones de litros de agua al año en comparación con otros edificios de sus características. Y todo esto aumentando el confort en el interior, con temperaturas y niveles de humedad estables y un 50 % más de aire fresco que la mayoría de los edificios.
Mucho más que apagar la calefacción
El Winthrop Center, diseñado mano a mano con el Urban Metabolism Group del MIT, será uno de los máximos exponentes del passivhaus. Este estándar, establecido a finales de los años 80 en Alemania, es uno de los más estrictos en lo que a edificios sostenibles se refiere. Contar con él es mucho más que tener un espacio en el que casi no hace falta encender la calefacción.
De acuerdo con el Passive House Institute, la idea detrás de una vivienda pasiva está construida sobre cuatro pilares:
- Aislamiento para permitir ahorros de energía relacionados con la calefacción y la refrigeración de hasta un 90 % en comparación con las viviendas medias.
- Uso eficiente del sol, las fuentes de calor internas y la recuperación de calor, tanto en invierno como en verano.
- Alto nivel de comodidad y confort. Las temperaturas interiores varían poco, incluso en entornos climáticos extremos.
- Suministro constante de aire fresco, que permite una elevada calidad de aire sin que se generen corrientes en el interior.
El caso del rascacielos de Boston es paradigmático, pero no único. Poco a poco, los parámetros ‘passivhaus’ se han convertido en una referencia de la construcción sostenible. En la actualidad existen más de 60.000 edificios certificados, repartidos, sobre todo, entre Europa y América del Norte. Quizá dentro de algunas décadas, el Winthrop Center no sea más que otro hito en el camino hacia la sostenibilidad y el bajo impacto medioambiental.