¿En qué se diferencian la agricultura intensiva y la extensiva?
La agricultura intensiva hace uso de parcelas pequeñas, utiliza más mano de obra, energía y maquinaria, requiere mayor inversión y ha tenido un importante impacto en el medioambiente. La extensiva ocupa más terreno y aprovecha mejor los recursos naturales. Hoy, la mayoría de los cultivos están en un punto intermedio.
A lo largo de la historia, la agricultura evolucionó en todo el mundo siguiendo dos vías totalmente opuestas. Algunos agricultores se centraron en aprovechar cada centímetro de tierra, aumentaron el riego y utilizaron todos los medios posibles para aumentar la productividad. Con el objetivo de sacar el máximo rendimiento a los recursos disponibles, fueron dando forma a la agricultura intensiva.
Otros, sin embargo, tomaron grandes extensiones de terreno y decidieron cultivar los campos sin necesidad de mucha mano de obra, con poca maquinaria y aprovechando al máximo los recursos que regala la naturaleza. Con el tiempo, fueron definiendo lo que se conoce como agricultura extensiva.
Los agricultores tomaron estas decisiones en función de su cultura, su clima, los recursos disponibles y la demanda del mercado. Y sus actos fueron determinando dos formas muy diferentes de alimentar el planeta.
Hoy, las barreras entre la agricultura intensiva y la extensiva no están tan marcadas como antes. La necesidad de aumentar la producción de alimentos y de reducir el impacto medioambiental de la agricultura ha llevado a priorizar la eficiencia en cualquier tipo de cultivo.
Aun así, conocer la diferencia entre estos dos sistemas es fundamental para entender sus fortalezas y debilidades, y encontrar así nuevas vías para hacer la agricultura más sostenible.
Dos agriculturas que han ido cambiando
Cuando hablamos de agricultura intensiva, nos referimos tradicionalmente a aquella que busca producir la mayor cantidad de productos en el menor espacio posible. Con este objetivo, se hace un uso importante de todos los medios y recursos posibles: mano de obra, energía, agua, productos fitosanitarios y material vegetal, entre otros. Imaginemos un huerto en el que se aprovecha al máximo el espacio, se dispone de sistemas de riego y se aplican con frecuencia productos como pesticidas o fertilizantes para mejorar el rendimiento y la producción de las plantas.
Por otro lado, la agricultura extensiva es aquella en la que se utiliza poca mano de obra y poco capital en relación con el área de tierra que se trabaja. Estos cultivos ocupan enormes superficies de terreno en las que apenas se utilizan recursos externos. Depende en gran medida de la propia fertilidad del suelo y del agua de lluvia, por ejemplo.
En este caso, basta con imaginar un enorme campo de trigo en el que se siembra para después cosechar los granos meses después, sin necesidad de contar con sistemas de riego o de realizar importantes inversiones en productos fitosanitarios. Por lo general, este tipo de agricultura está ligada al secano.
Sin embargo, estas definiciones (y los cultivos a los que hacen referencia) han ido cambiando con el paso de la historia. Hoy podemos hablar de sistemas típicamente intensivos y de sistemas típicamente extensivos, pero la mayor parte de los cultivos combinan características de ambos.
Hoy por hoy, la mayoría de los cultivos están en un punto intermedio entre ambas definiciones. “Hace un siglo, entendíamos por agricultura intensiva aquella en la que se obtenían altos rendimientos, pero además se utilizaban altos niveles de insumos”, señala Francisco Villalobos, catedrático de Producción vegetal del Departamento de Agronomía de la Universidad de Córdoba e Investigador del Instituto de Agricultura Sostenible del CSIC. “Al mismo tiempo, se consideraba agricultura extensiva aquella que obtenía bajos rendimientos, asociados a un uso reducido de recursos”.
En la actualidad, la intensividad no implica siempre un derroche de recursos, y la extensividad tampoco está necesariamente ligada a la baja productividad. La eficiencia depende en gran medida del uso de tecnología y de técnicas de cultivo optimizadas.
Dónde encontrar las diferencias entre agricultura intensiva y extensiva
Aunque hoy es difícil hacer una división, históricamente la agricultura intensiva y la extensiva sí se han visto diferenciadas. Estas son algunas de las claves para entender los dos sistemas:
- La agricultura intensiva hace uso de parcelas pequeñas, mientras que la extensiva utiliza grandes superficies de terreno.
- La agricultura intensiva utiliza más mano de obra, maquinaria e insumos de todo tipo, mientras que la extensiva intenta aprovechar únicamente los recursos naturales.
- La agricultura intensiva requiere más inversión económica, derivada de la instalación de sistemas de riego, de la utilización de mano de obra y de la compra de insumos.
- Por sus características, la agricultura extensiva suele centrarse en cultivos de secano.
- La agricultura intensiva suele producir más beneficios al generar más producción por hectárea.
- Históricamente, la agricultura intensiva ha hecho un uso más intenso de los recursos, por lo que se relaciona con un mayor impacto medioambiental.
Una huella desigual
Los sistemas agrícolas intensivos tradicionales, en los que se prioriza la productividad por encima de la sostenibilidad, han dejado una importante huella en el planeta en los últimos años. En muchas regiones han empobrecido la calidad de los suelos, han acabado con reservas de agua, han contaminado los ecosistemas y han provocado una importante pérdida de la biodiversidad.
Un ejemplo muy claro lo tenemos en el cultivo del algodón convencional, que hace un uso muy intensivo de las tierras y requiere de grandes cantidades de agua, pesticidas y fertilizantes. Tal y como señalan desde Carro de Combate, el algodón ocupa solamente el 2,4% de todo el área cultivable del mundo, pero absorbe el 25% de los insecticidas y el 10% del total de los pesticidas que se usan a nivel global.
Muchos agricultores se han encontrado con que, después de dedicar varios años a este cultivo, las tierras se vuelven yermas y los suelos no sirven para hacer crecer otros productos. A algunos, plantar algodón les ha dejado también sin agua. El mar de Aral llegó a perder un grandísimo porcentaje de su masa después de que se sobreexplotase para regar los campos de algodón de Uzbekistán.
La agricultura extensiva, por otro lado, se ha considerado menos agresiva ya que hace un uso mucho más limitado de los recursos. Sin embargo, también genera un impacto importante: al utilizar grandes superficies de terreno, provoca cambios en los usos del suelo, requiere de mucha agua y deja menos espacio para la biodiversidad. Esto afecta, por ejemplo, a los insectos polinizadores.
“Los impactos de la agricultura que más nos preocupan, la contaminación de las aguas y la pérdida del suelo por erosión, pueden darse en sistemas con cualquier nivel de intensificación. No son necesariamente peores en un tipo de sistema que en otro”, señala Villalobos.
“Antes, cuando no contábamos con los avances tecnológicos de hoy, la diferencia entre agricultura intensiva y extensiva era más acusada, y esto hace que a veces los conceptos se confundan”, añade. “Tendemos a pensar que lo extensivo ayuda a utilizar los recursos de forma más sostenible. Sin embargo, puede ocurrir que, por cada kilo de cebada que produzcamos, el uso de recursos sea más eficiente en un sistema más intensivo”, explica.
Hacia un futuro más eficiente
De acuerdo con el catedrático de la Universidad de Córdoba, la división entre agricultura intensiva y extensiva es algo que poco a poco va quedando relegado al pasado. Hoy, el objetivo es mejorar el uso de los recursos para ganar en eficiencia y reducir los impactos negativos sobre el ambiente.
“Hace 30 años, los teóricos de la agricultura orgánica o ecológica promovieron una transformación hacia sistemas más extensivos, en los que se utilizan menos recursos. Con los años, esta tendencia cambió. Se concluyó que, probablemente, lo más inteligente sea concentrar la agricultura en superficies limitadas en las que utilicemos los recursos de forma eficiente y produzcamos lo máximo”, explica Villalobos.
“De esta forma se pueden conservar mejor la tierra y los recursos. Permite dejar el resto de la tierra disponible para el crecimiento de la vegetación natural, para los bosques que correspondan a cada lugar”, añade.
Hoy, la eficiencia depende en gran medida de la disponibilidad de tecnologías y del acceso a sistemas optimizados. De hecho, explica Villalobos, un mismo producto puede cultivarse con niveles de intensificación – y resultados – muy diferentes.
“Podemos comparar un cultivo de cebada que crece en Siria (o cualquier otro país con un bajo nivel de desarrollo) de otro que lo hace en Escocia. Es probable que en el primero apenas se utilicen pesticidas o fertilizantes, y que en el segundo se apliquen varios tratamientos fitosanitarios y además se utilice maquinaria en todas sus operaciones”, expone.
El cultivo de Escocia resultaría mucho más eficiente que el de Siria, y tendría un rendimiento mucho más alto con la misma cantidad de superficie. El desafío actual está en llevar estas mejoras a todas las regiones del mundo, para mejorar la eficiencia de la agricultura, perseguir la igualdad y reducir el impacto que nuestra alimentación tiene en el planeta.