El sector vitivinícola, un freno para la despoblación rural
Los pueblos pequeños que poseen viñedos tienen un 50 % más de habitantes que los que no. Estos datos de la Organización Interprofesional del Vino de España muestran el papel relevante del sector para fijar población y contribuir en el desarrollo rural. El principal desafío es atraer a las nuevas generaciones.
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La Seca es el típico pueblo de la meseta castellana, con sus fachadas de tonos rojizos, sus campanarios cargados de cigüeñas y su clima seco y frío en invierno. Situado al sur del río Duero, en la provincia de Valladolid, La Seca se parece mucho al resto de municipios que lo rodean. Sin embargo, hay una diferencia: allí la pérdida de población no es un problema tan marcado como en su entorno. Y es que en La Seca han logrado fijar a buena parte de sus vecinos alrededor de una industria pujante: la del vino.
A principios del siglo XX, este ayuntamiento castellano tenía casi 3.000 habitantes. A partir de ahí, con la gran migración a las ciudades, fue perdiendo población hasta quedarse en un millar de vecinos a finales de los años 70. Desde entonces, el marcador demográfico apenas se ha movido. En los pueblos de su alrededor, sin embargo, los números han seguido cayendo. Por ejemplo, en San Miguel del Pino apenas quedan 300 vecinos empadronados. En Matilla de los Caños superan por poco los 100.
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Los municipios que poseen viñedo mantienen más habitantes (un 52,8% más) que los que no tienen viñedos.
El gran freno a la despoblación rural en La Seca ha sido el vino. Allí hay casi 3.000 hectáreas de terreno dedicadas a la vid y más del 50 % de los cultivos leñosos del municipio son para hacer vino bajo la denominación de origen protegida (DOP) de Rueda. Su caso no es único: entre los municipios de menos de 2.000 habitantes, más expuestos al reto de la despoblación, los que poseen viñedo mantienen un número de habitantes un 52,8 % superior al de los que no tienen viñedo, según el informe ‘La relevancia económica y social del sector vitivinícola’ en España, elaborado por la Organización Interprofesional del Vino de España.
¿Qué es el sector vitivinícola?
España es el país con mayor extensión de viñedos del mundo, con más de 900.000 hectáreas dedicadas al cultivo de la vid. De acuerdo con la Federación Española del Vino (FEV), es también el tercer productor de vino, con más de 32 millones de hectolitros al año, y uno de los mayores exportadores del mundo. Así, el sector vitivinícola es un pilar económico del país, representando el 1,9 % del producto interior bruto (PIB) y generando más de 20.330 millones de euros en valor añadido y más de 360.000 empleos. Casi todos, además, se reparten en municipios pequeños como La Seca.
De acuerdo con el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el sector vitivinícola también es uno de los principales protagonistas del comercio exterior de España y tiene una balanza comercial positiva. Este sector agrupa a toda la cadena de producción del vino, desde el cultivo de la vid y la recogida de la uva (el sector vitícola) hasta la parte de la propia elaboración del vino y la enología (el sector vinícola).
“Más allá de los grandes datos, el sector vitivinícola es clave para la economía regional”, explica Susana García, directora general de la Organización Interprofesional del Vino de España (OIVE). “En comunidades como La Rioja, el sector aporta el 6,5 % del PIB regional y genera 12.210 empleos, representando el 9,8 % del empleo directo. En Castilla y León, el vino representa el 3,1 % del PIB, con más de 33.130 empleos a tiempo completo. Además, el impacto económico se ve reflejado en el desarrollo de otras actividades relacionadas, como el enoturismo, la gastronomía y la exportación de productos vitivinícolas”.
Además, explican desde la OIVE, el sector vitivinícola en España cuenta con un tejido productivo atomizado, formado por gran cantidad de pequeñas y medianas explotaciones. En total, existen más de 4.500 bodegas y más de 600 cooperativas vitivinícolas. El cultivo de vid está muy localizado en los pueblos y las bodegas elaboradoras suelen estar emplazadas cerca de los viñedos, lo que lo convierte en un sector imposible de deslocalizar y contribuye a crear riqueza y puestos de trabajo directos e indirectos en el medio rural.
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En Chile, el sector del vino representa el 0,5% del PIB y emplea a más de 100.000 personas de manera directa.
Esta estrecha relación entre territorio, economía rural y producción vitivinícola se da también en otros países. En Chile, por ejemplo, el vino representa el 0,5 % del producto interior bruto y da empleo directo a más de 100.000 personas, de las cuales el 53 % trabaja en los viñedos. En el país andino hay más de 800 bodegas activas, cerca de 12.000 productores y 394 empresas exportadoras. Además, la mayoría de las empresas de la cadena de valor vitivinícola es de tamaño pequeño y mediano (Pyme) y está muy descentralizada, lo que contribuye a la generación de valor y a la fijación de población en el medio rural. El 91 % de la zona vitivinícola, el 92 % de las bodegas y el 85 % del empleo del sector están fuera de la Región Metropolitana de Santiago, de acuerdo con datos de la asociación Vinos de Chile.
El sector del vino fija población
Todas las comunidades autónomas de España cultivan vino, incluidas las islas, y todas cuentan también con denominaciones de origen protegidas. Tal como refleja el mapa interactivo elaborado por la OIVE con datos actualizados de 2024, más del 40 % de los municipios del país (3.460) albergan cultivos de vid. En todos ellos –y en particular en los de menor tamaño–, el perfil demográfico es muy diferente al de los ayuntamientos en los que el sector vitivinícola no está presente.
“El sector vitivinícola en España tiene un papel fundamental en la sostenibilidad social, principalmente por su contribución al desarrollo rural y por la fijación de población en el territorio”, añade Susana García. “Generamos empleo, principalmente en los pequeños municipios y fijamos población. De hecho, en los municipios pequeños especializados en viticultura, la población ha crecido en los últimos años, en contraste con la despoblación generalizada de otros municipios rurales. Además, la viticultura es una actividad profundamente arraigada en el territorio español, vinculada a la identidad de muchas regiones”.
A pesar de esta realidad, la relación entre el sector vitivinícola y el reto de la despoblación rural no está exenta de sus propios desafíos, como la necesidad de atraer a las nuevas generaciones para mantener la actividad a largo plazo o la estacionalidad del trabajo en el campo, que afecta a la estabilidad laboral y a las condiciones de los trabajadores. Aun así, los pueblos vitivinícolas han demostrado una mayor resistencia a la despoblación que el resto de municipios rurales.
“Mientras que la población de los municipios españoles de menos de 2.000 habitantes ha caído un 10 % en los últimos 20 años, aquellos con especialización vitivinícola han experimentado crecimientos significativos. Por ejemplo, en La Rioja, los municipios con viñedos han aumentado su población un 6 %”, concluye la directora general de la OIVE. “El sector vitivinícola es un pilar de la sostenibilidad social, no solo por su impacto económico y laboral, sino también por su capacidad de fijar población, preservar la cultura y generar oportunidades en el medio rural”.