El reto de la descarbonización: hacia una movilidad cero emisiones
¿Te imaginas la Comunidad de Madrid vacía? ¿Pasear por Bogotá, en Colombia, y no cruzarte con ninguna persona? Los habitantes de estos lugares -aproximadamente- corresponden a los siete millones de muertes prematuras que se producen al año por contaminación atmosférica. Y el transporte está relacionado con ellas. El contribuir hacia una movilidad sin emisiones es fundamental. Y BBVA te ofrece la posibilidad de ahondar en esta temática a través de un monográfico gratuito sobre sostenibilidad.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada cinco personas fallecen en el mundo por la contaminación. Solo en la Unión Europea, el transporte el responsable de más del 25% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2), de las cuales en torno al 70% proviene del transporte por carretera. Por este motivo, la forma en la que elegimos desplazarnos cada día condiciona nuestra propia salud y genera importantes impactos en el medioambiente.
Descarga aquí el monográfico: 'Hacia una movilidad de cero emisiones'
Descarbonizar la movilidad en los próximos años es, por tanto, un garante de vida. Pero no solo eso: también es una oportunidad para desarrollar alianzas entre diferentes agentes y avanzar hacia objetivos y compromisos más exigentes. El gran reto es conseguir resultados significativos para 2030 y lograr la neutralidad climática en 2050. Entonces no habrá lugar para los combustibles fósiles.
Vivimos un momento de transición verde hacia un nuevo modelo medioambiental, económico y social. Tenemos por delante grandes compromisos que nos deben conducir a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), con el límite de no superar los 1,5 grados sobre la temperatura preindustrial a finales de siglo, para poder respirar y salvar a las próximas generaciones y al planeta.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
La revolución de los transportes nace con la nueva organización y transformación económica, social y tecnológica que supuso la Revolución Industrial en la segunda mitad del siglo XVIII. De la agricultura y el comercio generado en las zonas rurales se pasó a la industrialización en las ciudades. Esta realidad sustituyó el trabajo manual y el apoyo en la fuerza de los animales por la fabricación masiva, la maquinaria y el transporte de mercancías y pasajeros.
La introducción de la máquina de vapor en 1.769 fue el salto y la expansión de los mercados. Junto con esta importante innovación, llegaron el desarrollo del ferrocarril, la navegación a vapor y la mejora de los caminos y las carreteras. Este factor, junto con la demanda de un número mayor de recursos, propició que las fábricas se multiplicaran y la circulación aumentara, concentrándose principalmente en las ciudades. Era el comienzo de un período de bonanza económica, pero con importantísimos daños colaterales: desde entonces hasta ahora, los cielos grises cubiertos por contaminación acumulan enfermedades que caen sobre la salud de la ciudadanía. También se registran importantes daños en su casa, que es el planeta tierra que habitamos, condicionando a las siguientes generaciones y agudizando la extinción de especies y biodiversidad.
El dióxido de carbono contribuye alrededor de un 66% al efecto del calentamiento global por la quema de combustibles fósiles y la producción de cemento, por lo que representa el gas de efecto invernadero más abundante de la atmósfera.
Solo en España, el sector del transporte supone más del 27,7% de las emisiones de GEI según el Informe Anual del Observatorio del Transporte y la Logística. A pesar de la COVID-19, el índice de emisiones en el mundo, como publica el Boletín de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y ratifica el último informe de Global Carbon Project, ha crecido rápido y marcado un nuevo récord durante 2020. Y está previsto que siga aumentando.
Reducir todos los efectos que provocan estas cifras es una prioridad. Esta reinvención del modelo de transporte implica actuar ya con alianzas de gobiernos, sociedad civil, organizaciones y entidades financieras que proporcionen soluciones y alternativas sostenibles.
El transporte: uno de los sectores que más consumen y emiten
El consumo de energía es la mayor fuente de emisiones de GEI derivadas de la actividad humana. A nivel mundial, estas emisiones han incrementado entre 1990 y 2018 un 50%. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) advirtió en 2021 del nuevo récord en las concentraciones: casi un aumento del 50% respecto a los niveles preindustriales.
Alrededor de dos tercios de estas emisiones están ligadas a la quema de combustibles fósiles que se usan para calefacción, industria, electricidad y transporte, según la Agencia Europea del Medio Ambiente. Dentro de este último sector, el 70% deriva de los coches, las furgonetas, los camiones y los autobuses. El 30% restante procede principalmente de los ámbitos marítimo y aéreo. La logística y el comercio, que vive un auge exponencial debido a la pandemia y las compras ‘online’, contribuyen decididamente a estas elevadas cifras y, previsiblemente, las incrementarán.
En este contexto, Víctor Viñuales, director ejecutivo de ECODES, en el artículo “Movernos menos, movernos de otra manera” sostiene que: “movemos mucho las cosas. Van de un lado a otro en largas cadenas de suministro que muchas veces acaban a 4 metros de un sofá en el que alguien espera sentado a que alguien le acerque caliente la pizza de un restaurante que está a 400 metros de la casa del primer alguien. (…) La transición hacia una economía neutra en carbono exige repensar cómo nos movemos (…) El sedentarismo y la comodidad como valor de medida de las cosas tiene muchos efectos secundarios”.
El aumento de los movimientos por carretera produce “el efecto secundario” principal de que las emisiones del transporte estén aumentando. La plataforma Climate Watch, del World Resources Institute, avisa de que esta forma de desplazarse se asocia al 12,5% de las emisiones totales. China, Estados Unidos y la India son los mayores emisores.
En la Unión Europea, el 25% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero proceden del sector del transporte. Si queremos alcanzar la neutralidad en 2050 y llegar a tiempo a las cero emisiones netas de carbono, se requieren cambios ambiciosos en este ámbito. Para alcanzar sus metas en reducción de emisiones, tanto desde la UE como desde 27 de los 33 países de América Latina y el Caribe, están dando prioridad al sector del transporte, tal y como se recoge en la cuarta edición del informe Move elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
En este camino hacia la sostenibilidad, desde la iniciativa de la Comunidad #PorElClima aseguran que “hay trayectos que hacemos en coche en la ciudad que son innecesarios. Si los realizamos en bici o andando no tardamos mucho más y nuestra salud y el planeta nos lo agradecerán”.
Y ponen un ejemplo: ir en bicicleta al trabajo. Utilizar este medio de transporte para un desplazamiento de 5 km requiere poco más de 20 minutos. Conlleva que al mes se evite la emisión de 38 kg de CO2, que es lo que se generaría al ir en un vehículo particular. Si se suman todos los meses, se dejan de emitir 456 kg de CO2 al año. Y, además, se ahorra dinero: unos 4.400 euros al año entre amortización del vehículo, combustible (1.200 euros), impuestos, seguros, peajes, mantenimiento y reparaciones.
Esta misma lógica se puede aplicar a viajes más largos. En este sentido, el tren es uno de los medios de transporte más sostenibles: en un mismo trayecto, las emisiones de CO2 generadas por pasajero son casi 10 veces menores en comparación con el avión y unas seis veces menores en comparación con el coche. Ello implica que, si cambiamos el avión por el tren en un viaje de ida y vuelta de unos 600 kilómetros por trayecto, evitaremos la emisión de 329 kg de CO2.
Para sanar el transporte, la movilidad sostenible es clave. Desde España, Rocío Báguena Rodríguez, directora de la División de Estudios y Tecnología del Transporte del Ministerio de Transporte, Movilidad y Agenda Urbana, en un encuentro dedicado a la movilidad organizado por la Embajada Británica, apuntó que la movilidad activa tiene que ser “sostenible, inclusiva, asequible y segura. En España cada ciudadano realiza una media de 2-3 viajes al día y en las áreas metropolitanas más del 50% de los viajes, se resuelven mediante movilidad activa o el uso de transporte público. El transporte público y colectivo es un aliado para avanzar en la descarbonización y es un elemento de cohesión social para la ciudadanía”.
Salvar la movilidad
El tráfico se ha convertido en la principal causa de la polución atmosférica en las ciudades. Estos problemas de calidad del aire están generando daños en la salud de las personas y un aumento de gasto en las partidas presupuestarias de sanidad debido a las partículas del gas tóxico de NO2.
¿Sabes cuánto cuesta la contaminación del aire? Más de 1.200 euros por persona. 166.000 billones de euros al año, que equivale a 385 millones de euros por cada ciudad de la UE. Más de 300.000 personas murieron prematuramente por la exposición de estas partículas tóxicas en 2019 en la UE. Madrid lidera las muertes de contaminación de Europa, según un estudio publicado en The Lancet Planetary Health ¿Se hubieran podido evitar? Sí. A más de la mitad, si todos los Estados miembros hubieran cumplido los valores de calidad del aire recomendado, como indica la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA). En América Latina y el Caribe, cifras publicadas por la OMS en 2018 atribuyen más de 320.000 muertes al año por este problema.
Frenarlas y mejorar la calidad del aire compromete invertir los patrones. Esto supone modificar las prioridades y utilizar la pirámide de la movilidad que plantean desde el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDEAE): peatones, ciclistas, transporte público, distribución urbana de mercancías, vehículos compartidos y, en última instancia, el vehículo particular. Los recursos y el espacio público han favorecido históricamente a los vehículos de motor.