El movimiento ‘Do it yourself’ como alternativa sostenible
En cierto sentido es como volver atrás, cuando casi nada se desperdiciaba y todo podía tener una utilidad, una segunda vida. El movimiento Do It Yourself (DIY) puede pasar de un hobby doméstico a una tendencia de economía circular que recicla, reutiliza, reduce los desperdicios y ahorra dinero.
Cuadros y objetos decorativos hechos con ramas, clavos y cuerdas. Bombillas fundidas transformadas en macetas. Botellas de plástico rellenas que forman los muros de una vivienda. Una falda hecha a partir de un vestido roto. Juguetes como un ‘pinball’ fabricado con restos de plásticos, metales y maderas… En principio la moda del DIY (Hazlo tú mismo) nace como una afición, aunque en realidad hacer las cosas uno mismo en lugar de comprarlas fue una necesidad desde siempre, hasta las revoluciones industriales. Pero hoy, además, puede encajar con nuevas tendencias como el consumo responsable y con menor impacto ambiental.
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas quiere evitar la generación de residuos mediante cuatro estrategias: prevención, reducción, reciclaje y reutilización. A partir de ahí es bienvenida cualquier solución, como que los propios usuarios produzcan objetos a partir de otros inservibles, desechos o materiales a los que conceden una segunda vida modificando su función original. Así, diseñan y construyen cosas con sus propias herramientas en una labor artesanal que respeta principios de la economía circular como reducir el uso, y por tanto la necesidad, de materias primas.
Piensa global, consume local
Según los investigadores del Politécnico de Milán, Camilo Ayala-García, Valentina Rognoli y Elvin Karana, la práctica del DIY puede reflejar la identidad local al aprovechar recursos disponibles en la zona, con el beneficio de evitar emisiones de CO2 del transporte o reducir la demanda de energía. Desde un punto de vista más psicológico —apuntan los académicos—, los proyectos pueden proporcionar una sensación de satisfacción por el trabajo bien hecho y contribuir a una buena causa. Aunque quizá no tan perfectas como las producidas a escala industrial, sus creaciones son únicas, personalizadas.
Por su parte, el Museo de Ciencias del Reino Unido ha investigado el fenómeno y asocia su desarrollo a los cambios sociales y económicos a partir de 1950: “Una semana laboral más corta significaba más tiempo para dedicarlo a la vida familiar y los proyectos en el hogar. La propiedad de la vivienda estaba en aumento y también contribuyeron a mejores salarios y vacaciones más largas”. El desarrollo de las herramientas domésticas, en especial las eléctricas como la taladradora, consolidaron el movimiento. Hoy, las crisis económicas y el desarrollo de la conciencia medioambiental pueden influir en el ‘hágalo usted mismo’.
Sin límites a la imaginación
¿Qué materiales puede emplear? Prácticamente cualquiera. Los académicos los clasifican en cinco categorías (o “reinos”) por su origen: vegetal, animal, mineral, recuperables (aquellos que son considerados basura) y mutantes (creados a partir de diferentes tecnologías industriales).
En este sentido, la profesora Jimena Alarcón, de las universidades de Bío-Bío (Chile) y Valencia (España) pidió a sus alumnos de Diseño que construyeran objetos y los resultados, publicados en 2020 en la revista Interciencia, muestran ejemplos de reciclaje creativos como teselas a partir de cáscaras de huevo trituradas, lavadas, teñidas y horneadas para su prensado, o paneles decorativos hechos con pieles de naranja trituradas en una licuadora doméstica y secadas en un horno convencional.
En este tipo de reaprovechamiento orgánico hay mucho más, por ejemplo los residuos de madera en la fabricación de tableros y muebles, “retazos de cuero provenientes de la industria del calzado, textiles derivados de la confección de vestuario o materias como residuos de café, té o cáscaras de nuez”, apunta Alarcón.
El valor de lo descartado
Supone una alternativa para comunidades rurales que de esta forma reducen la necesidad de comprar objetos y materiales en los centros urbanos y el impacto ambiental de los desperdicios. “Este enfoque considera los residuos como recursos con valor material, social, económico y medioambiental”, explica la profesora.
Para Greenpeace México, “el DIY involucra las cinco R (rechazar, reducir, reutilizar, reciclar y reintegrar) y es especialmente útil para ropa y objetos del hogar”. Propone varios ejemplos: readaptar cajas de madera de fruta para hacer mesillas de noche o cabeceras de cama; ropa usada, trapos o trozos de tela con los que elaborar tapetes o alfombras; o botellas que pueden transformarse en macetas. YouTube alberga numerosos canales con millones de seguidores que comparten ideas, como MADE Everyday o ThreadBanger. Según un estudio realizado en Hungría en 2020, la mayoría de aficionados al DIY son “creadores domésticos” que buscan soluciones a sus problemas de reformas, decoración y edificación.
Esta tendencia contrasta con otras como la falta de tiempo o el consumo compulsivo de usar y tirar. Sin embargo, “hemos visto en Chile que, en entornos rurales o alejados de los centros urbanos, la fabricación DIY es perfectamente posible. El ritmo de vida y la necesidad de encontrar un nuevo tratamiento a los residuos hace que este tipo de filosofías puedan hacerse realidad en la vida diaria”, afirma Alarcón. La profesora también aboga por fomentar el DIY desde la educación temprana de los niños “para que esta cultura se instale paso a paso en la sociedad”.