El cambio climático pide una gestión más sostenible del agua
Más de 4.000 millones de personas sufren escasez de agua durante al menos una parte del año. El agua no solo es esencial para el consumo humano y el saneamiento, también para la producción de alimentos, la generación de energía o el mantenimiento de la diversidad. Una gestión sostenible implica conservar los recursos hídricos y hacerlos resilientes frente a las consecuencias del cambio climático.
La primera vez que el astronauta ruso Yuri Gagarin viajó al espacio se quedó asombrado por el brillante color azul del planeta Tierra en contraste con la oscuridad del cosmos. Hoy, los astronautas que orbitan en la Estación Espacial Internacional viven una salida del sol cada 90 minutos. Esto les permite pasar de la oscuridad a la luz –y ver aparecer el azul de nuestro planeta– 16 veces al día.
Casi tres cuartas partes de la Tierra están cubiertas de agua. Sin embargo, solo una pequeña proporción del líquido del planeta azul es adecuada para su consumo. De hecho, se prevé que esta cantidad irá reduciéndose en las próximas décadas. El crecimiento de la población, de la urbanización y de la actividad en sectores como el agrícola, el industrial y el energético está provocando un importante aumento de la demanda de agua.
Uno de los grandes retos del siglo XXI es gestionar los recursos hídricos de forma eficiente, garantizar su calidad y evitar su contaminación y degradación para asegurar que las generaciones que vienen después puedan tener acceso al agua que necesitan para sobrevivir.
¿Qué es la gestión sostenible del agua?
Podemos definir la gestión sostenible del agua como aquella que permite administrar y usar los recursos hídricos de forma que satisfagan las necesidades actuales sin comprometer las futuras. “Esto implica equilibrar las demandas ambientales, sociales y económicas del agua, asegurando su disponibilidad, su calidad y el acceso a largo plazo”, explica Ricardo Pernía Tejedor, gestor de proyectos en ZINNAE, asociación sin ánimo de lucro que funciona como clúster en busca soluciones para el uso eficiente del agua.
Un sistema de gestión sostenible del agua, por consiguiente, se caracteriza por conservar los recursos hídricos al reducir el consumo innecesario e implementar prácticas que promuevan la recarga natural de los acuíferos y la preservación de las fuentes de agua. Tal y como indica Pernía, mantener un equilibrio entre la extracción y la recarga es crucial para evitar el agotamiento de fuentes hídricas, como los acuíferos, ríos y lagos, lo cual es esencial para la sostenibilidad a largo plazo.
Otra de las características de los sistemas de gestión sostenible es la resiliencia. “En este contexto, la resiliencia se refiere a la capacidad de los sistemas hídricos y de las comunidades que dependen de ellos para adaptarse y recuperarse de perturbaciones como sequías, inundaciones y los efectos adversos del cambio climático”, explica el experto.
“Un sistema resiliente debe ser capaz de soportar eventos extremos y cambios en las condiciones ambientales sin comprometer su funcionalidad. Esto incluye la diversificación de fuentes de agua y la planificación para contingencias, todo ello con el objetivo de mitigar el impacto de fenómenos inesperados y garantizar un suministro de agua estable y seguro”, añade Pernía.
Entender cómo es un sistema de gestión sostenible del agua nos permite identificar aquellos que no lo son. Al otro extremo de la balanza se sitúan los sistemas que sobreexplotan los recursos hídricos, agotan los acuíferos, contaminan las fuentes de agua o no tienen la capacidad de adaptarse a las nuevas realidades que causa el cambio climático. Sistemas que afectan a la calidad y la disponibilidad del agua y tienen un impacto tanto social como medioambiental.
Gestión sostenible del agua: la solución que necesita el planeta azul
El sexto y último informe publicado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) señala que todos los componentes del ciclo del agua se han visto modificados durante las últimas décadas debido al calentamiento global. Como consecuencia, casi la mitad de la población mundial (unos 4.000 millones de personas) experimenta una escasez de agua grave durante al menos una parte del año.
Se espera que cifras como esta vayan en aumento debido tanto a la aceleración del cambio climático como al crecimiento de la población. De acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial, el almacenamiento de agua terrestre ha disminuido a un ritmo de un centímetro por año en los últimos 20 años, y se prevé que los suministros de agua almacenados en los glaciares o en las capas de nieve se reduzcan todavía más en lo que queda de siglo.
El almacenamiento de agua terrestre ha disminuido a un ritmo de un centímetro por año en los últimos 20 años
Por otro lado, factores como las sequías, el aumento de la temperatura del agua o el incremento de las actividades agrícolas e industriales conllevan un aumento de la contaminación de las aguas. Todo esto pone en riesgo el equilibrio medioambiental y la seguridad, la salud y la calidad de vida de las personas.
“Proteger los recursos hídricos es fundamental debido a su vital importancia en múltiples aspectos”, explica el gestor de proyectos en ZENNIA. “El agua es esencial no solo para satisfacer nuestras necesidades básicas, como el consumo humano y el saneamiento, sino también para desempeñar roles cruciales en la producción de alimentos, la generación de energía y el mantenimiento de los ecosistemas que sustentan la biodiversidad del planeta. Sin una adecuada protección y gestión de estos recursos, nos enfrentamos a graves riesgos que afectan la salud humana, la seguridad alimentaria y la estabilidad ecológica”.
De acuerdo con el gestor de proyectos en ZINNAE, la gobernanza juega un papel fundamental para poner fin a las amenazas e implementar sistemas eficientes y sostenibles. “La ausencia de políticas efectivas y regulaciones estrictas, junto con prácticas de gobernanza ineficientes, impiden una distribución sostenible del agua. Además, un sistema que no es capaz de adaptarse al cambio climático y que no considera los impactos de este, como los cambios en patrones de precipitación y el aumento de la frecuencia de sequías e inundaciones, no es sostenible a largo plazo”.
Ejemplos de gestión sostenible del agua
Actualmente, numerosos proyectos apuestan por implementar sistemas de gestión sostenible del agua. Lo hacen a través de soluciones basadas en la naturaleza capaces de proteger las cuencas hidrográficas, de la transición a modelos de agricultura responsable que reducen el uso de contaminantes, de la educación y concienciación de las comunidades o de la integración de tecnologías de regeneración y tratamiento de agua en las industrias, por ejemplo.
La innovación tecnológica juega, de hecho, un papel muy relevante en el desarrollo de sistemas de gestión sostenible del agua. Un ejemplo lo encontramos en el proyecto SIH, coordinado por ZINNAE. Este se centra en la implementación de tecnologías digitales avanzadas para evaluar el potencial de reutilización de agua en los procesos industriales, con el objetivo de crear un modelo más sostenible y circular en la gestión hídrica.
“En muchos procesos industriales, el agua utilizada a menudo termina contaminada y es desechada sin un tratamiento adecuado. Sin embargo, con las tecnologías actuales de regeneración de agua, este modelo puede transformarse en un ciclo más sostenible”, señala Pernía, para explicar que el proyecto SIH utiliza sensores e inteligencia de reutilización para analizar el agua después de su uso en procesos industriales.
Gracias a esto, se identifican oportunidades para su recuperación y reutilización en otros procesos y se fomentan las alianzas entre empresas y entidades públicas para avanzar en la reutilización del agua a gran escala. “La idea es capturar y regenerar el agua utilizada, para luego reintroducirla en los procesos industriales, promoviendo así la economía circular, el uso responsable del agua y la adaptación al cambio climático y a la escasez hídrica”, explica el gestor de proyectos en ZINNAE.
Hasta ahora, gracias a este proyecto se ha conseguido dar un impulso a la sostenibilidad en las actividades industriales agrupadas en polígonos industriales, reducir el consumo de agua y los vertidos contaminantes, mejorar la seguridad hídrica y ahorrar tanto en costes como en tiempo.
“Además, el proyecto ha producido una serie de recomendaciones dirigidas a los legisladores para apoyar la implementación de estas prácticas a mayor escala”, concluye Pernía, haciendo referencia de nuevo a la necesidad de cooperar y crear sistemas de gobernanza sólidos para avanzar hacia sistemas de gestión sostenible del agua.