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Planeta> Cambio climático Act. 19 dic 2024

El agujero de la capa de ozono: dos razones para la esperanza y un motivo de preocupación

En 1977 los científicos vieron que había un agujero en el manto que protege a la Tierra de la radiación solar ultravioleta. Desde entonces sabemos que determinados gases, la temperatura y una corriente de viento polar influyen en el adelgazamiento de la capa de ozono. Los expertos aseguran que se está recuperando pero hay que seguir vigilantes.

Todo eran sospechas, datos sueltos aquí y allá que iban dibujando una imagen todavía borrosa. Eran los años setenta del siglo XX y, a nivel científico, los puntos empezaban a unirse: algo pasaba con la capa de ozono. Por eso, cuando en 1977 un joven Jonathan Shanklin empezó a repasar los datos que llegaban del espectrofotómetro de ozono que se había instalado en la Antártida, lo que veía no le extrañaba por completo. Dudaba, claro, pero los datos no mentían: ¿había un agujero en el manto que protege a la Tierra de la radiación solar ultravioleta?

Los rumores y los murmullos empezaron a sonar cada vez con más fuerza en la comunidad científica. En 1984, los datos de Shanklin probaron que la tendencia era clara y que no se trataba de algo puntual: el grosor de la capa de ozono sobre la Antártida había disminuido más de un 60 % con respecto a la media de décadas anteriores. Un año más tarde, en 1985, sus investigaciones se convirtieron en un artículo científico publicado en la revista científica ‘Nature’ que cambiaría el destino de la capa de ozono y de la acción global contra los problemas ambientales.

¿Por qué desaparece la capa de ozono?

La idea de que la capa de ozono tenía un agujero se popularizó con rapidez. Ocupó titulares más o menos alarmistas y llegó a los despachos de los líderes mundiales. ¿Qué estaba pasando para que algo tan inmenso como una capa de gas que rodea la Tierra en la estratosfera, a entre 15 y 30 kilómetros de altura, estuviese desapareciendo? Hoy tenemos mucha mejor idea de lo que sucede con esta capa de gases en todo el planeta y, en particular, sobre los polos.

Aunque nos lo imaginemos así, el agujero de la capa de ozono no es como un roto en una camiseta. Se trata de un fenómeno estacional de adelgazamiento de esta capa de gases, un fenómeno que se concentra en el polo sur, sobre la Antártida, y en menor medida en el polo norte y que se produce, sobre todo, en primavera. Existen tres factores que influyen en la magnitud de este adelgazamiento y que hacen que, de año en año, cambie el tamaño del agujero: la presencia de gases que destruyen el ozono, la temperatura y el vórtice polar.

  • El cloro y el bromo. Ambas sustancias son destructoras de ozono en las capas altas de la atmósfera. Un solo átomo de cloro puede deshacer 100.000 moléculas de ozono, por lo que este gas desaparece mucho más rápido de lo que se crea.
  • El vórtice polar. Esta corriente de viento, particularmente intensa durante el invierno polar, confina el aire en su interior e impide que se mezcle con el del resto del planeta.
  • Las bajas temperaturas. Cuando la estratosfera está por debajo de los -78 grados Celsius, se forman las llamadas nubes polares estratosféricas en donde los compuestos de cloro y bromo producidos por el ser humano se descomponen y forman cloro y bromo con capacidad de reaccionar con el ozono.

'Podcast': Aprende a cuidar la capa de ozono, el escudo que protege la vida en la Tierra

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“En ausencia de luz, durante la noche polar, las reacciones en las nubes polares estratosféricas van generando cloro y bromo reactivos. Cuando vuelve el sol, durante la primavera y el verano polar, el cloro se activa y empieza a destruir el ozono rápidamente. Es entonces cuando aparece lo que llamamos el agujero de la capa de ozono”, explica Vincent-Henri Peuch, director del Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copernicus (CAMS), el Programa Europeo de Observación de la Tierra.

El Protocolo de Montreal: dos razones para la esperanza

Los científicos hablan, pero casi nadie escucha. Estamos acostumbrados a que esa sea la relación más o menos habitual de las cosas. Sin embargo, Jonathan Shanklin y el resto de los investigadores que describieron por primera vez el agujero de la capa de ozono se encontraron una reacción totalmente diferente. Cuando se publicó el ‘paper’ definitivo de Shanklin en mayo de 1985, las reuniones internacionales a gran escala ya estaban en marcha y 28 países acababan de firmar el Convenio de Viena para la protección de la capa de ozono. El paso definitivo para controlar el agujero de la capa de ozono llegaría dos años más tarde.

El 16 de septiembre de 1987, tras apenas cinco años de reuniones y estudios, se firmó el Protocolo de Montreal. En él se acordó un calendario para empezar a reducir (y eliminar por completo a largo plazo) la producción un centenar de sustancias químicas industriales que contenían cloro y bromo y que, cuando llegaban a la estratosfera, dañaban el ozono. Entre ellas estaban los conocidos clorofluorocarburos (CFC), muy usados como aislantes y refrigerantes. Es el único acuerdo global que han firmado y ratificado todos los países de las Naciones Unidas y que ha tenido consecuencias directas.

“La capa de ozono se está recuperando, sin duda. Las medidas que están en marcha desde finales de los años ochenta están funcionando y la cantidad de bromo y cloro en la estratosfera está reduciéndose”, señala Vincent-Henri Peuch. “Los niveles todavía son más altos que antes de la Revolución Industrial, pero poco a poco van a ir bajando hasta que estas sustancias desaparezcan por completo”. Aun así, recalca el científico, no hay que perder la perspectiva y hay que seguir vigilando que el Protocolo de Montreal se cumpla.

En 2018, por ejemplo, se detectó una fuente de emisiones de CFC-11, una de las sustancias prohibidas, en China. El gobierno actuó y un año más tarde esta se había corregido. Más recientemente, un estudio ha señalado que los niveles de algunos CFC aumentaron ligeramente durante la década de 2010 a 2020. Aunque el origen de las emisiones todavía es desconocido, todo apunta a que estas no tendrán un efecto sustancial en la recuperación de la capa de ozono.

“Es necesario seguir vigilando, pero podemos decir que el protocolo ha sido un éxito”, recalca Peuch. “Y lo ha sido por dos razones. La primera es que se redactó y se firmó en poco tiempo, todos los países reaccionaron de forma muy rápida. La segunda es que hemos sido capaces de aplicarlo y de hacerlo cumplir desde entonces, lo que ha llevado al descenso evidente de los niveles de sustancias destructoras de ozono en la estratosfera”.

“Creo que por estas dos razones puede servir de caso de éxito para la lucha contra el cambio climático”, añade el científico. “Muestra la gran capacidad que tienen todos los países si se ponen de acuerdo y la importancia de poder medir lo que está pasando. Nos muestra que necesitamos medir las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero (GEI) de forma directa, ya que hoy hablamos, en su mayoría, de estimaciones”.

¿Está creciendo el agujero de la capa de ozono?

El agujero en la capa de ozono ha mostrado variaciones en los últimos años. En 2023, alcanzó su tamaño máximo el 21 de septiembre, con una extensión de 26 millones de kilómetros cuadrados, situándose como el decimosexto más grande desde 1979.

En 2024, la situación ha mejorado. Según la NASA, el agujero de ozono antártico de este año es más pequeño que los observados a principios de la década de 2000, indicando una tendencia positiva hacia la recuperación de la capa de ozono.

Este progreso se atribuye en gran medida a la implementación de Protocolos como el de Montreal, que ha reducido significativamente la emisión de sustancias destructoras del ozono. Sin embargo, factores con la temperatura y la estabilidad del vórtice polar siguen influyendo en el tamaño anual del agujero. Se espera que, si se mantienen las políticas actuales, la capa de ozono recupere los niveles de 1980 para 2066 en la Antártida, y entre 2040 y 2045 en otras regiones.