Diferencias entre pobreza rural y urbana: dime dónde vives y te diré qué te falta
La pobreza urbana y la pobreza rural son muy distintas. En las ciudades se aprecia más la desigualdad y la supervivencia depende en mayor medida del dinero. En los pueblos existen dificultades para acceder a mercados y servicios y los empleos son más inestables. Sus causas y consecuencias varían entre países y regiones.
Barcos que zarpaban hacia la Habana o Puerto Rico, puestos de trabajo en Argentina y grandes regiones en las que no faltaba el empleo. A lo largo del siglo XIX, la prensa española se llenó de anuncios que prometían nuevas oportunidades de prosperidad al otro lado del océano Atlántico. Durante las décadas siguientes, fueron los habitantes de muchas zonas de América Latina los que abandonaron sus hogares en el campo para probar suerte en las ciudades.
Todas estas migraciones cambiaron totalmente las sociedades tal y como existían apenas hace unos siglos. Muchas personas que se asentaron en las urbes se encontraron con que las oportunidades no estaban al alcance de todos. Al mismo tiempo, el mundo rural fue quedando desatendido y aislado. Y, de este modo, la población pobre creció tanto en el campo como en las ciudades.
Hoy, la pobreza rural y la urbana presentan causas y rasgos diferentes, y las soluciones para hacerles frente también son distintas. Conocer estas diferencias es fundamental para diseñar las políticas y las acciones que pueden contribuir a acabar con la pobreza.
¿Qué son la pobreza rural y la urbana?
Existen muchas definiciones de pobreza y muchas formas de medirla, pero, a grandes rasgos, podríamos decir que se trata de la carencia de aquello que se necesita para vivir de forma digna y segura. En muchas regiones del mundo, las situaciones de privación son muy diferentes para las personas que viven en el mundo rural y en el urbano.
Las causas de la pobreza rural están a menudo ligadas a la falta de oportunidades para acceder a mercados y servicios. “Dado que algunas zonas rurales están muy aisladas, es difícil suplir las necesidades de ciertos servicios básicos de su población, como los relacionados con la salud, la educación o el acceso a la electricidad y el agua potable”, explica José Antonio Sánchez Martí, doctor en Sociedad, desarrollo y relaciones laborales de la Universidad de Murcia.
Además, en muchas zonas rurales no existen mercados laborales desarrollados, lo que impide la creación de empleos estables y bien remunerados. A esto se suman otros problemas como la falta de acceso a las tierras (o la distribución desigual de las propiedades), de acceso a servicios financieros o la presencia de mecanismos explotadores.
La situación es diferente en las ciudades. Allí, los bienes y los servicios son más caros y la red de seguridad que crea la cohesión social es más débil que en el medio rural, por lo que la supervivencia depende mucho más del dinero. A menudo, la pobreza se concentra en las áreas metropolitanas de las grandes ciudades, en las que se asientan personas y familias que no consiguen acceder al capital, los servicios y los recursos.
Como consecuencia, suele ser en las ciudades en donde se aprecia con más claridad la desigualdad. “Resulta inadmisible que haya un barrio en el que sus habitantes tengan agua potable, mientras que el de al lado, separado por unas pocas calles, no disponga de ella. En cierto modo, es viable llevar agua potable a ese barrio, otra cosa distinta son las prioridades políticas”, señala Sánchez.
Pobreza rural y urbana en Europa y América Latina
Las características, las causas y las consecuencias de la pobreza rural y la urbana son complejas y varían entre países y regiones. En Europa, y de acuerdo con datos del Parlamento Europeo, los países desarrollados suman más casos de pobreza urbana. Sin embargo, en los menos desarrollados tiene más presencia la rural. “En algunos casos, como los de Rumanía o Bulgaria, las diferencias son bastante notables”, señala Sánchez.
En muchos países de América Latina, por otro lado, la pobreza es predominantemente urbana. “Para entender la pobreza urbana y rural en América Latina, hay que tener en cuenta el fracaso de las políticas de desarrollo económico en la región y la gran expansión de las ciudades hacia las periferias por el éxodo rural”, explica el doctor de la Universidad de Murcia.
“El sector industrial no pudo absorber la enorme mano de obra rural y crear puestos de trabajo estables. La población rural que llegó a las ciudades se encontró en situación de desempleo y de informalidad, lo que llevó a que se asentara en la periferia con viviendas autoconstruidas y carentes de servicios básicos como luz, agua y drenaje. Esto dio origen al concepto de marginalidad”, añade.
A la pobreza urbana de América Latina se suma la rural, también muy presente. En México, por ejemplo, casi el 70 % de la población urbana se encuentra en situación de pobreza, mientras que en la población rural esta cifra llega hasta casi el 90 %. Sin embargo, si atendemos a los números absolutos, podemos decir que en México predomina la pobreza urbana.
“La población urbana de México es más numerosa que la rural, por lo tanto, hay un mayor número de personas pobres en las zonas urbanas que en las rurales”, señala Sánchez, haciendo referencia a las conclusiones del informe Brechas de pobreza rural en México, elaborado por Julio Boltvinik, consultor de la Comisión Económica para América Latine y el Caribe (CEPAL).
Soluciones que dependen del contexto
Acabar con la pobreza, ya sea rural o urbana, presenta numerosos retos. A priori, asegura Sánchez, las personas en situación de pobreza que viven en las ciudades suelen tener más ventajas que las que viven en el mundo rural. “Cuentan con más servicios educativos y de salud, mejores servicios básicos en las viviendas y un mayor acceso a los mercados laborales”, explica.
Sin embargo, en muchos países la población urbana es muy superior en número a la rural, lo que dificulta la implantación de medidas y soluciones efectivas. “En definitiva, los costes de erradicar la pobreza rural pueden ser mayores debido a la lejanía y el difícil acceso de algunas comunidades, pero, por otro lado, los pobres urbanos pueden ser muy numerosos y se necesitarían mayores recursos”, comenta este experto.
No obstante, y de acuerdo con el doctor de la Universidad de Murcia, los costes sociales y económicos de no erradicar la pobreza son superiores a los costes de erradicarla. Para poner fin a las situaciones de pobreza, es importante tener en cuenta las características de cada situación. “En la ciencia económica no existen soluciones estandarizadas, todo planteamiento para luchar contra la pobreza debe tener en cuenta los factores específicos del territorio en cuestión, así como los distintos procesos sociales que están causando dicha situación. En cualquier caso, es necesario un estudio minucioso del contexto”, comenta Sánchez.
Erradicar la pobreza es el gran desafío al que se enfrenta la humanidad. “Tengo la firme convicción de que la causa de la pobreza también tiene otras consecuencias no deseables como el cambio climático y la degradación del medio ambiente. En este sentido, no será posible solucionar unas sin la otra”, añade.