Diamantes sostenibles: ¿es posible otra minería?
La minería de diamantes tiene un gran impacto ambiental debido al consumo de agua, energía y emisiones de dióxido de carbono. En respuesta, los diamantes artificiales emergen como una alternativa más sostenible, utilizando menos recursos y ofreciendo opciones con una menor huella de carbono.
Los diamantes son un artículo de lujo, por lo que cabría pensar que su huella ambiental y climática será minoritaria. Su demanda estimada para 2022 fue de 178 millones de quilates —más de 35 toneladas— y se prevé un aumento del 65% para 2050. Además, el 80% del diamante extraído se destina a usos industriales y, del utilizado en joyería, el 34% se vende como anillos de compromiso. Por todo ello, se diría que su presencia es mucho mayor de lo que sospechamos. Suficiente para preguntarse por su sostenibilidad. Sobre todo cuando hoy se ofrecen alternativas artificiales sin minería: ¿existe el diamante verde?
“Un diamante es para siempre”; es una frase que asociamos a estas piedras, y que de hecho ha sido uno de los eslóganes comerciales más exitosos de la historia, acuñado en 1947 por la publicista Frances Gerety para la compañía De Beers, que durante la mayor parte del siglo XX amasó un monopolio con más del 80% del mercado mundial. Curiosamente y según la International Gem Society (IGS), anteriormente eran más apreciadas otras gemas como los rubíes y zafiros, y fue la publicidad de De Beers, ayudada por el “Diamonds Are a Girl’s Best Friend” que cantaba Marilyn Monroe en Los caballeros las prefieren rubias (1953), la que disparó la popularidad de estas gemas.
Los costes de la minería del diamante
A finales del siglo XX emergió el escándalo de los diamantes de sangre, obtenidos mediante graves abusos de los derechos humanos y utilizados para financiar guerrillas. Esta tragedia humanitaria empequeñeció cualquier otra consideración. Desde 2003, el llamado Proceso de Kimberley ha conseguido la adhesión de 85 países y de la industria a un compromiso de certificación. Y aunque expertos y organizaciones alegan que aún no es suficiente para limpiar la industria, hoy entran en juego además las exigencias de sostenibilidad ambiental y climática.
Toda minería es medioambientalmente lesiva, y la del diamante se ejerce en cuatro frentes: la extracción a cielo abierto, subterránea, aluvial en los ríos y marina. Según un informe de 2021 del Imperial College London (ICL), cada quilate (200 miligramos) tiene una huella de carbono media de 108,5 kilos de CO2. Aplicado a la producción que cita el informe de 147 millones de quilates en 2018, sumaría unos 16 millones de toneladas de CO2 al año, el equivalente a casi 3,5 millones de coches.
Pero ese mismo quilate requiere la extracción de 1.000 toneladas de tierra, el uso de 101 kilovatios-hora de energía y el consumo de 3.900 litros de agua, generando 1,13 kilos de partículas atmosféricas contaminantes, 2,7 toneladas de metales pesados, 4,3 toneladas de escombros de roca y 1,9 kilos de residuos industriales, además de otras emisiones; a lo que se añaden la deforestación, la destrucción del entorno natural y los impactos de salud y seguridad. Los estudios citados por el ICL estiman un coste ambiental (no un coste económico real) de 42 dólares por quilate de diamante pulido en la minería a gran escala, que se dispara hasta los 1.420 dólares en la minería artesanal aluvial por los costes en salud y seguridad.
Alternativas a la minería más sostenibles y neutrales en carbono
A finales del siglo XIX comenzó a explorarse la fabricación artificial, que desde mediados del XX refinó las dos tecnologías más utilizadas: alta presión y alta temperatura (HPHT, en inglés) y deposición química de vapor (CVD), a las que se unen otras aún en fase experimental. Los expertos aseguran que estos diamantes son idénticos e indistinguibles de los naturales. Y según la consultora Frost & Sullivan, suponen una alternativa más sostenible: consumen siete veces menos agua, menos de la mitad de energía, emiten menos de un 5% de CO2 que los diamantes naturales y no alteran los ecosistemas. Y según Clean Origin, uno de los laboratorios, cuestan un 30% menos.
Ya existen fabricantes certificados como neutros en carbono, e incluso compañías como Aether o Skydiamond que alegan una huella de carbono negativa, al utilizar como materia prima CO2 de la atmósfera. En colaboración con la empresa suiza de captura de carbono Climeworks, Aether se compromete a eliminar 20 toneladas de CO2 por cada quilate.
Por su parte, la industria tradicional ha contraatacado acusando a los laboratorios de exagerar sus bondades medioambientales, lo que llevó a la Comisión Federal de Comercio de EEUU a emitir una advertencia. Según la consultora S&P Global en un informe encargado por la patronal, la fabricación en países dependientes de los combustibles fósiles triplica las emisiones de la minería, una afirmación que los expertos académicos cuestionan. En el informe del ICL, el profesor de energía y medio ambiente de la Universidad de Delaware Saleem Ali apuntaba que la industria obvia los datos del ciclo de vida completo de la minería, y para Gavin Mudd, de la Universidad RMIT de Australia, hay una carencia de datos “debido a que la industria de la minería no está acostumbrada a la cultura de la transparencia”.
Grandes marcas de joyería como Pandora se han apuntado a los diamantes de laboratorio. Y aunque De Beers apuesta por una minería neutra en carbono para 2030, juega a dos bandas, con una línea de diamantes artificiales neutros en carbono cuya web omite toda mención a la compañía matriz. Según los expertos, puede haber sitio para todos; una industria extractiva más ética y transparente puede crear empleo y desarrollo en los países productores, como ocurre en Botsuana. Y que el consumidor elija, sabiendo que unos y otros son para siempre.