Día mundial de los ríos: las venas que alimentan el mundo se secan
Celebrado el cuarto domingo de septiembre, el Día Mundial de los Ríos subraya su importancia crucial: no sólo proveen agua, sino que también sustentan una gran parte de la producción de alimentos y mantienen la biodiversidad. Sin embargo, a pesar de ser vitales, ahora se enfrenta a crecientes amenazas debido a la sobreexplotación y el cambio climático.
Miles de millones de años antes de que inventáramos el agua corriente, la naturaleza ya lo había hecho. Los ríos son las venas que alimentan los paisajes, sus poblaciones y actividades. Pero los sometemos a un estrés cada vez mayor, a menudo bajo la creencia errónea de que todo lo que no sea aprovechar su corriente es tirar el agua al mar. Hoy además se enfrentan al cambio climático, con consecuencias graves también para quienes habitan sus cuencas. El Día Mundial de los Ríos desde 2005 se celebra cada cuarto domingo de septiembre. Este es una ocasión señalada para destacar nuestra relación con ellos, sus beneficios y amenazas.
Posiblemente los humanos habríamos existido sin los ríos, pero es difícil imaginar nuestra sociedad de no haber sido por ellos. Las primeras civilizaciones surgieron en torno al Nilo, el Indo, el Ganges, el Yangtsé o la horquilla del Tigris y el Éufrates. Tan pronto como aprendimos a aprovecharlos, comenzamos también a modificarlos: cerca de El Cairo existe una presa de 4.500 años de antigüedad. Desde suministrar agua para todo tipo de usos a emplearlos como vías de comunicación o fuente de energía, o controlar su caudal, la intervención de los ríos es una de las ramas más antiguas de la ingeniería humana, que ha convertido en habitables y fértiles regiones antes áridas como Oriente Próximo o el sur de California.
La sobreexplotación de los ríos
Pero siendo evidente su importancia, quizá no seamos conscientes de hasta qué punto dependemos de ellos. Según World Wildlife Fund (WWF), los ríos sostienen la tercera parte de la producción de alimentos, y no solo mediante el regadío, que bebe el 70% del agua utilizada por el ser humano; sino también gracias a los sedimentos nutritivos que transportan, así como a través de la pesca y la piscicultura, cuyas versiones de agua dulce aportan respectivamente un 19 y un 68% del total. El 40% del consumo de pescado depende de los ríos.
Así, no es de extrañar que los hayamos sobreexplotado hasta el extremo. Según un estudio, solo un tercio de los 246 ríos más largos del mundo permanecen sin intervención de obra humana, la mayoría en África, Asia y Sudamérica. En el mundo desarrollado estos ríos de curso libre, que los ecólogos comparan a las reservas naturales, son una rareza: en Gran Bretaña solo el 1% de los ríos están libres de barreras artificiales. Y aunque la ingeniería fluvial se remonte a los albores de la civilización, las consecuencias de este y otros fenómenos como la polución, la sobreextracción y las especies invasoras se están exacerbando en tiempos recientes: desde 1970 hemos perdido el 83% de la fauna de agua dulce, según WWF; una pérdida mucho mayor que la de los ecosistemas marinos o terrestres.El carácter de los ríos como fuentes de biodiversidad es su propia naturaleza, y curiosamente a menudo se ignora.
Hasta la década de 1970 no se tomó conciencia de la necesidad de mantener un caudal mínimo para preservar su función ecológica. Desde los años 90 los científicos han perfeccionado los modelos que ayudan a determinar el caudal ecológico de los ríos. Y aunque estas prescripciones a veces chocan con las necesidades de los agricultores, que comprensiblemente exigen más agua ante la presión de las sequías, los expertos advierten: el caudal ecológico no solo mantiene poblaciones de especies, sino que es un requisito para garantizar los servicios de los ríos a largo plazo, incluyendo los que prestan a las comunidades humanas como la agricultura. Desde la Declaración de Brisbane sobre Caudales Ecológicos en 2007, numerosos países han incorporado este concepto en sus políticas.
El impacto del cambio climático en los ríos
El cambio climático se ha unido a los factores de presión sobre los ríos, y sin embargo sus efectos en los cursos de agua aún se conocen solo parcialmente. En palabras del secretario general de la Organización Meteorológica Mundial (WMO), Petteri Taalas, “los impactos del cambio climático a menudo se sienten a través del agua —sequías más intensas y frecuentes, inundaciones más extremas, estaciones de lluvias más erráticas y derretimiento acelerado de los glaciares—, con efectos en cascada en la economía, los ecosistemas y todos los aspectos de nuestra vida diaria. Y pese a ello, hay una comprensión insuficiente de los cambios en la distribución, cantidad y calidad de los recursos de agua dulce”. A su vez, los ríos regulan el cambio climático al transportar grandes cantidades de carbono.
En su primer informe sobre el estado de los recursos globales de agua, publicado en 2022, la WMO muestra que el año precedente el área con caudales fluviales menores de lo normal fue dos veces mayor que en la media de 30 años, aunque fenómenos como La Niña —enfriamiento de la superficie del Pacífico ecuatorial— contribuyeron a estas anomalías. La reducción de los caudales ha afectado a grandes cuencas como el Amazonas, el Misisipi-Misuri, el Río de la Plata, el Níger, el Nilo o el Congo, así como a grandes regiones de Rusia, Siberia y Asia central. Las carencias se relacionan con graves sequías que en años recientes han castigado sobre todo al este de África, pero la falta de regularidad también incluye inundaciones catastróficas que en 2021 se cebaron con China, India y Europa occidental, entre otras zonas.
En pleno siglo XXI, 3.600 millones de personas adolecen de un acceso inadecuado al agua durante al menos un mes al año, y esta cifra no hará sino aumentar a 5.000 millones para 2050. El 75% de los cultivos irrigados del mundo se encuentran en áreas sometidas a estrés hídrico. Los ríos son nuestra agua, nuestra comida y nuestra salud, pero también son hoy los ecosistemas más degradados del mundo. Y su destrucción es la nuestra propia.