‘Desire paths’ o cuando los caminos de la lógica humana se abren paso
Algunas ciudades empiezan a tener en cuenta los ‘desire paths’ o senderos deseados en su planificación. Son caminos alternativos que los viandantes han ido haciendo con sus pasos y que suelen representar una ruta más corta y accesible entre dos puntos.
Los ‘caminos del deseo’ (‘desire paths’ o ‘caminos deseados’) se pueden definir como aquellos que va marcando la erosión producida por los pasos humanos sobre el terreno. El paisajista y naturalista británico Robert Macfarlane los concibe como “caminos y huellas hechas a lo largo del tiempo por los deseos y los pies de los caminantes, especialmente aquellos que van en contra del diseño o la planificación”. Él los llama también ‘caminos de libre albedrío’.
Los hay en pueblos y ciudades, todos los hemos utilizado alguna vez. Es frecuente verlos sobre el césped o la hierba de un parque; suelen representar una ruta corta o accesible entre dos puntos, a menudo más práctica y lógica que la que los planificadores urbanísticos han elegido y pavimentado para que sea transitada.
El término lo acuñó el filósofo francés Gaston Bachelard en su libro 'La poética del espacio' (1957), en el que reflexiona sobre la arquitectura como “experiencia vivida”. Es ese uso humano el que crea 'desire paths', caminos no diseñados que buscan la distancia más corta entre un origen y un destino, y anulan las intenciones de quienes decidieron el trazado original.
A juicio de Ricard Espelt, investigador senior del grupo Dimmons (Digital Commons) de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), estos senderos son los versos libres dentro de un modelo de ciudad que no es participativo y que no está ni decidido por sus habitantes ni pensado a escala humana. “Generalmente, la acción de la política pública tiende a centrarse en el resultado final más que en el método; más en el qué que en el cómo. Enfocándose en el cómo no se consigue la relevancia o el titular de prensa, sino que se facilitan los instrumentos para que los ciudadanos decidan. Es importante favorecer un marco donde pueda suceder algo, y dejar que la gente lo configure”, argumenta.
Desde este punto de vista, los ‘caminos del deseo’ no dejan de ser “un elemento de crítica”, según apunta Espelt. El comportamiento natural de los humanos poniendo en evidencia el mal diseño de las ciudades, “infestadas de coches, donde las personas quedan relegadas”, señala. Igual que los ríos se encorsetan en construcciones de hormigón armado (infraestructuras grises) que en muchas ocasiones reconfiguran el trazado natural del agua. “Son maneras muy poco adaptativas de relacionarse con el entorno", lamenta.
Los ‘caminos deseados’ pueden verse como ejemplo de lo que debería ser una configuración lógica de una ciudad que no va en contra de su entorno sino que se adapta a él.
Los países nórdicos pioneros en incorporar ‘desire paths’
Los países nórdicos empiezan a tener en cuenta el tránsito de los vecinos en el diseño urbano, y, más que tratar de dificultar los ‘desire paths’ con prohibiciones u obstáculos, están incorporándolos a su ecosistema urbano.
Analizar cómo se mueven los ciclistas en Copenhague (el 56 % de los habitantes de la capital danesa usan la bici a diario) ha llevado a los gestores urbanísticos a mejorar su movilidad, según ha analizado Copenhagenize Design, consultora internacional especializada en urbanismo en bicicleta. Los técnicos municipales de Helsinki observan las pisadas que los viandantes dejan en la nieve y las utilizan para ir adaptando la infraestructura de senderos de las zonas verdes a estos comportamientos espontáneos, dictados por el sentido común en la mayoría de las ocasiones.
La gente crea estos caminos alternativos por tres razones básicas, según un artículo de Aaron Williams, planificador del campus de la Universidad de Wisconsin-Madison: “Por una mayor eficiencia en cuanto a tiempo (son más cortos); porque la experiencia resulta más agradable (por caminar más cerca de determinados árboles, o a través de un bonito paisaje); o por una cuestión de resistencia (o rebeldía), en el sentido de que por qué voy a hacer X si puedo hacer Y”. Recuerda que, pese a todo, en ocasiones conviene borrarlos, ya que pueden resultar peligrosos o ser perjudiciales para el patrimonio natural, cultural o histórico.
“Cuando se desarrolla uno de estos caminos, los arquitectos paisajistas tienen varios métodos para aceptar o corregir tal circunstancia. Pueden hacer de él un camino 'oficial', reconociendo el comportamiento humano; introducir un obstáculo o impedimento; o modificar la topografía para crear una sensación de esfuerzo y distancia, desalentando así a los posibles caminantes”, enumera Williams.
The Oval es el parque central del campus urbano de la Universidad Estatal de Ohio, a unos cuatro kilómetros del centro de la ciudad de Colombus, rodeado de vecindarios. Ha sido un punto clave de la vida universitaria desde 1873. Su césped aparece cruzado por decenas de senderos que diseñaron los propios alumnos, erosionando el terreno con sus idas y venidas. Una vez consolidados, la Universidad decidió pavimentar estos trazados.
Los ‘desire paths’ tienen muchas otras denominaciones: ‘senderos de vacas’, ‘senderos de piratas’, ‘senderos sociales’, ‘senderos de bestias’, ‘senderos de burros’, ‘senderos de elefantes’. El concepto nos llega ahora en forma de anglicismo, desde el ámbito urbano, y puede sonar a nuevo, pero como subraya Espelt ha sido el tránsito constante de animales y personas el que ha conformado, tradicionalmente, la red de caminos que surcan el mundo rural; los trazados más lógicos para salvar un desnivel o encontrar el paso más accesible entre dos montañas. “Aquí la relación de las personas con su entorno sigue siendo armoniosa y adaptativa”, comenta.