Del bosque a la caldera: así se convierten los residuos en energía de biomasa
El pellet es el tipo de biomasa más extendido y eficiente. La generación de calor o electricidad con materia orgánica se ha tecnificado. Procesadoras, autocargadoras, astilladoras y trituradoras son imprescindibles para fabricar biomasa, un combustible vegetal y sostenible.
No hay espacio para el agua ni para el aire. Allí, casi todo es madera. Restos forestales comprimidos con una densidad superior a los 600 kilogramos por metro cúbico. Residuos de la industria maderera convertidos en pequeñas píldoras concentradas con un poder energético capaz de rivalizar con los combustibles fósiles. Así es el pellet, el tipo de biomasa más estandarizado, homogéneo y eficiente en la actualidad.
Su consumo está directamente relacionado con el acceso a los equipos tecnológicamente avanzados que los consumen. Así, de los 53 millones de toneladas de pellet producidos a nivel mundial en 2018, más de la mitad fueron consumidos dentro de las fronteras de la Unión Europea, según los datos del European Pellet Council.
Sin embargo, globalmente, la madera y los residuos agrícolas sin procesar siguen siendo la principal fuente de energía de biomasa. También en 2018, según la FAO, se consumieron alrededor de 120 millones de toneladas de combustible de madera. Y es que el pellet, al igual que el resto de tipos de biomasa industrial, requiere no solo una tecnología específica para consumirlo, sino que necesita de una maquinaria y unos procesos concretos para producirlo.
La importancia de la estandarización
“Ahora mismo, los equipos que se utilizan para aprovechar energéticamente la biomasa, ya sea para producir electricidad o energía térmica, son equipos muy tecnificados que necesitan un combustible lo más homogéneo posible. Por eso hay que procesar la biomasa”, señala Javier Díaz, presidente de Avebiom, la principal asociación sectorial de biomasa en España y la entidad designada por el European Pellet Council para la certificación ENplus.
“Hace miles de años que utilizamos biomasa, pero al industrializar su producción logramos un producto más uniforme en su presentación, que da estabilidad al suministro. Por eso hoy hay certificaciones para el pellet, para las astillas, para el hueso de aceituna... La estandarización afecta tanto a la eficiencia como a los costes. Una biomasa con mucha estabilidad en cuanto a dimensiones, humedad, cenizas y poder calorífico permite que los equipos se afinen y sean más eficientes. Y esto repercute en el ahorro a lo largo de toda la cadena de valor”, añade Díaz.
La maquinaria para producir biomasa
Por biomasa puede entender el conjunto de la materia orgánica, ya sea de origen vegetal o animal, y los materiales que proceden de su transformación. Para usos energéticos (calor y generación de electricidad) se usa mayoritariamente la biomasa vegetal procedente de los residuos agrícolas y forestales. Tal como especifica el Instituto para la Diversificación y el Ahorro de la Energía (IDAE), los principales combustibles obtenidos a partir de la biomasa son leñas, astillas, pellets, huesos de aceituna y cáscaras de frutos.
En función del uso final que se le vaya a dar al producto, el proceso productivo varía bastante. En primer lugar, varía el tipo de material empleado. “En el caso de la biomasa forestal para generación eléctrica se usan los restos de las cortas de madera, como copas, ramas o tocones. Se tritura y va directamente a las plantas”, explica Javier Díaz. “Sin embargo, para uso térmico en viviendas se usan maderas limpias de pequeño tamaño, sin cortezas. Estas se trituran y después se compactan para producir pellet con unas dimensiones homogéneas”.
¿Qué tipos de maquinaria existen para fabricar biomasa?
El proceso industrial empieza ya en el monte o en el campo, donde normalmente se separan los restos de biomasa en función del uso que se le vaya a dar. Así, como señalan desde el IDAE, existen tres grandes tipos de maquinaria para iniciar la fabricación de la biomasa en el lugar de origen:
- Procesadoras. Su función principal es limpiar y trocear la parte maderable. Separan la madera de los restos forestales. Si la madera va a ser utilizada para fabricar pellet, se envía a las plantas procesadoras. Mientras, los restos para astillas suelen triturarse o astillarse también en el monte.
- Autocargadores. Cargan automáticamente la parte maderable para su posterior procesado, sea cual sea el uso final (biomasa, papel o madera para muebles o construcción, por ejemplo).
- Astilladoras y trituradoras. Su objetivo es reducir el volumen y aumentar la densidad de los residuos vegetales. Así, en lugar de cargar un remolque lleno de pequeñas ramas, carga un remolque de madera triturada. “La principal diferencia entre ambos procesos es que se tritura con martillos y se astilla con cuchillas. En el monte, la trituración es más práctica, ya que el martillo se degrada mucho menos”, señala el experto de Avebiom.
El siguiente paso es trasladar la materia vegetal a las instalaciones donde se completa el proceso de fabricación. En el caso de la astilla, se carga en camiones de gran volumen que van a los centros logísticos donde se apila y se categoriza, se deja secar, se somete a un proceso de refinado, donde se retiran trozos de metal y piedras que puedan ir en la mezcla, y se lleva al punto de consumo.
“En la planta de procesado de pellet, la madera se descorteza y pasa por varios triturados para reducir la granulometría. Entre medias, normalmente se pasan por un secadero que elimina la humedad. Después, las peletizadoras pasan esa biomasa por unos rodillos con agujeros y, por presión, van generando una especie de chorizo de biomasa de seis milímetros de grosor. Según sale, se va cortando en un tamaño de alrededor de dos centímetros y ya tenemos la píldora de pellet”, detalla el presidente de Avebiom.
Después ya solo queda enfriar el pellet, almacenarlo, empaquetarlo y distribuirlo al punto final. El resultado final varía también en función de los estándares. Por ejemplo, el estándar ENPlus A1 certifica que el contenido en ceniza debe ser igual o inferior al 0,7 % de su peso seco, la humedad ha de ser igual o inferior al 10 % de su peso y el poder calorífico neto debe estar comprendido entre los 16 y los 19 megajulios por kilogramo, aproximadamente la mitad que el del gasóleo.
La producción de biomasa para uso térmico o eléctrico es hoy un proceso industrializado. Existen astilladoras y peletizadoras a pequeña escala, que pueden funcionar incluso en el propio lugar de origen de la materia (por ejemplo, para hacer pellet de paja derivada de la agricultura). “Sin embargo, lo habitual es su procesado en fábrica. Ahora mismo, la producción de pellet en Europa se lleva a cabo en grandes plantas que están por encima de las 35.000 toneladas anuales de producción”, concluye Javier Díaz.