De yogures, leche, huevos y otros bulos: esta es la diferencia entre fecha de caducidad y de consumo preferente
Es sencillo confundir fecha de caducidad, la que hace referencia a la seguridad del producto, y fecha de consumo preferente, la que afecta a su calidad. Conocer sus diferencias ayuda a aprovechar los alimentos al máximo y reducir el desperdicio alimentario. La confusión surge en productos como los yogures, la leche o la bollería.
Foto de apertura generada con Midjourney (IA)
En 2022, cada hogar español tiró a la basura una media de 65 kilos de alimentos. Es decir, más de un kilo a la semana hasta sumar un total de 1.170 millones entre todas las semanas del año y todos los habitantes del país. Así lo revelan los datos del Informe sobre el desperdicio alimentario en los hogares 2022 del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. En las bolsas de basura abundaron, sobre todo, alimentos frescos, como frutas, verduras y hortalizas, pero también otros menos perecederos, como productos derivados de la leche.
Cada año terminan en la basura kilos y kilos de alimentos como yogures, paquetes de pasta o galletas debido a que su fecha de consumo preferente ya se ha quedado atrás en el calendario. Sin embargo, esta fecha no hay que confundirla con la de caducidad. Conocer bien la diferencia entre ambas es fundamental para aprovechar los productos al máximo y reducir, también desde casa, el desperdicio alimentario.
¿Qué significa la fecha de caducidad y la fecha de consumo preferente?
La fecha de caducidad indica el momento hasta el cual un alimento puede consumirse de forma segura. Aparece en alimentos muy perecederos, como el pescado fresco o la carne picada, explican desde la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan). La fecha de consumo preferente, por otro lado, hace referencia al momento hasta el cual un alimento conserva la calidad prevista. Esto significa que seguirá siendo seguro una vez pasada la fecha. Todo ello siempre y cuando se hayan respetado las instrucciones de conservación que se indican en el envase.
“Diferenciar estos conceptos es fundamental para reducir el desperdicio de alimentos. Su desconocimiento puede dar lugar a que se desechen un gran número de productos aptos para el consumo”. Así lo ha señalado Natalia Casado Navas, profesora contratada doctor perteneciente al grupo de investigación consolidado en Química Analítica aplicada a Medioambiente, Alimentos y Fármacos (GQAA-MAF) de la Universidad Rey Juan Carlos.
“La fecha de caducidad hace referencia a la seguridad del producto. Por otro lado, la fecha de consumo preferente hace referencia a su calidad. Los alimentos que presentan fecha de caducidad suelen ser perecederos, con una vida útil corta. Por este motivo, una vez que se supere dicha fecha hay que desecharlos, ya que a partir de ella no se garantiza que sean completamente inocuos”, añade.
“En cambio, la fecha de consumo preferente suele aparecer en los alimentos estables con una vida útil más larga, por lo que cuando se supera esta fecha el producto puede seguir consumiéndose durante un margen de tiempo bastante amplio sin que suponga un riesgo para la salud del consumidor”, explica.
La fecha de consumo preferente hace referencia al tiempo que el producto se mantendría estable sin sufrir alteraciones en su calidad organoléptica (es decir, aquella que puede ser percibida por los sentidos, como el gusto o el olfato) ni en sus propiedades fisicoquímicas. “En definitiva, indica cuándo la calidad de un producto comienza a deteriorarse, sin que esa pérdida de calidad implique que el producto deba ser desechado”, añade Casado.
Carne, pescado o leche fresca: los alimentos con fecha de caducidad
Normalmente, los productos que tienen una fecha de caducidad en sus envases son aquellos muy perecederos, como la carne, el pescado o la lecha fresca. Son productos que duran pocos días en buen estado y que deben mantenerse refrigerados, ya que presentan un riesgo microbiológico. Es decir, en ellos pueden proliferar microorganismos patógenos que, de ser ingeridos, pueden causar una intoxicación alimentaria.
“Una vez superada la fecha de caducidad, no es conveniente consumir el producto, ya que puede suponer un riesgo grave para la salud del consumidor”, explica Casado. “No obstante, si vemos que se acerca la fecha de caducidad y no vamos a poder consumir el producto, una medida para evitar su desperdicio sería congelarlo”, explica. Si esta es la opción, desde la Aesan recomiendan seguir las instrucciones que figuren en el envase antes de consumir el producto, como por ejemplo “cocinar sin descongelar” o “descongelar previamente por completo”.
Imagen generada con Midjourney (IA).
Alimentos con fecha de consumo preferente
Los alimentos que presentan fecha de consumo preferente son más estables y duraderos. “Por ejemplo, aquellos que pueden ser almacenados a temperatura ambiente, como el aceite y el chocolate; los que han sido sometidos a algún tipo de tratamiento térmico, como las conservas o la leche UHT –aquella que ha sido procesada a una temperatura ultra alta, como indican las siglas en inglés–; o los que presentan bajo contenido en agua en su composición, como los cereales, la pasta y las legumbres”, ha enumerado Casado.
A estos ejemplos, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) añade los yogures, el pan de molde, las patatas fritas, los frutos secos, la bollería y las galletas industriales, los refrescos, el alcohol, el arroz, la mermelada, la mantequilla o los embutidos y los quesos curados, entre otros.
Estos alimentos tienen en común que, una vez pasada la fecha de consumo preferente, pueden perder alguna característica organoléptica, como la textura, el sabor, el aroma o el color. “El huevo es un ejemplo muy visual de lo que supone la fecha de consumo preferente”, indica Casado. “Cuando rompemos un huevo fresco, se observa que tiene la yema abombada y centrada, mientras que la clara es muy viscosa. En cambio, cuando se va acercando o se supera la fecha de consumo preferente, al romper el huevo se ve que la yema es más plana y se desplaza hacia uno de los lados de la clara, la cual además es más líquida y menos firme”.
Otro ejemplo es el aceite de oliva, que puede perder intensidad de color y sabor. “Además, si pierde sus propiedades antioxidantes, pueden aparecer aroma o sabor a rancio”, explica Casado. El cambio de sabor también puede percibirse en algunas bebidas carbonatadas “zero azúcar”, ya que los edulcorantes artificiales se descomponen químicamente con el paso del tiempo, haciendo que se pierda el sabor dulce.
Sin embargo, esta pérdida de calidad no conlleva un riesgo para la salud, por lo que no es recomendable tirar un producto que ha superado su fecha de consumo preferente sin haber comprobado primero su estado. “Antes de tirar el alimento por haber pasado su fecha de consumo preferente, compruebe si tiene buen aspecto y si huele y sabe bien, cerciorándose antes de que el envase esté intacto”, explican desde la Aesan.
Del yogur a las galletas: los productos que más confunden
Muchas veces es sencillo diferenciar entre las fechas de caducidad y las de consumo preferente. Sin embargo, existen algunos alimentos, como el yogur, la leche UHT o la bollería industrial, que a lo largo de los años han estado rodeados de creencias que aún hoy siguen generando muchas dudas entre los consumidores.
Imagen generada con Midjourney (IA).
“Está muy extendida la creencia de que el yogur presenta fecha de caducidad, cuando realmente tiene fecha de consumo preferente”, señala Casado. “Esto hace que sea uno de los alimentos que más se desechan cuando aún sigue siendo apto para consumo. Una vez superada la fecha de consumo preferente, puede presentar una mayor acidez o una separación del suero lácteo de la parte sólida del yogur. No obstante, estos defectos no entrañan ningún riesgo para la salud del consumidor, puesto que se elabora con leche pasteurizada, por lo que puede consumirse en los siguientes días”.
Otro producto que tiende a desecharse pasada su fecha de consumo preferente es la leche UHT. Sin embargo, asegura Casado, esta es sometida a altas temperaturas que eliminan los microorganismos patógenos, lo que la convierte en un producto estable que puede almacenarse a temperatura ambiente durante varios meses. “No pasa nada si se consume unos días o semanas después de su fecha de consumo preferente, siempre que al abrir el envase se observe buen aspecto, aroma, color y sabor en el producto. Eso sí, una vez abierta debe consumirse en los tres días siguientes y almacenarse en refrigeración”, añade.
Lo mismo sucede con algunos productos de panadería, como las galletas, el pan de molde o los bollos. ¿Y cómo saber si pueden consumirse? Si no se observan moho, malos olores o mal sabor, lo más sensato es aprovecharlos y evitar que terminen, como tantos otros alimentos, desperdiciados en la basura.