De Yellowstone a Tayrona: ¿por qué son importantes los espacios protegidos?
Desde que en 1872 se estableció el parque nacional de Yellowstone, se han creado en todo el mundo más de 266.000 áreas protegidas. Preservar la riqueza natural y evitar su degradación son los principale objetivos de estos territorios, que hoy ocupan el 15,7% de la superficie terrestre y el 8% de la marina.
Es el hogar de grandes osos pardos, lobos, pumas, alces y bisontes. Sus casi 9.000 km2 albergan bosques, cañones y lagos y, bajo su superficie, se esconde una actividad volcánica que se manifiesta en forma de géiseres y fumarolas.
Los primeros exploradores que cruzaron Yellowstone lo describieron como un lugar de “barro hirviendo, ríos humeantes y árboles petrificados”. Los relatos de su belleza y su gran riqueza natural llegaron pronto al Congreso de EE. UU. y en 1872 se estableció el parque nacional de Yellowstone. Fue el primero de este tipo en todo el mundo.
Hoy, todas las especies de grandes mamíferos que habitaban Yellowstone cuando se convirtió en parque nacional siguen presentes en el territorio. Y el mundo ha seguido su ejemplo: desde 1872 hasta la actualidad, se han creado áreas protegidas en prácticamente todos los rincones de la Tierra, para preservar la naturaleza y los servicios ambientales de sus territorios.
El valor de un área protegida
De acuerdo con el informe ‘Protected Planet 2020’, hoy en día existen más 266.000 áreas protegidas en el mundo. Es decir, espacios que se gestionan con unas medidas especiales con el objetivo de preservar su riqueza natural y evitar su degradación.
“Los espacios protegidos son territorios en los que se aplican una legislación y unas herramientas de gestión orientadas a conservar la naturaleza”, explica Marta Múgica, directora de EUROPARC-España, el principal foro profesional de las áreas protegidas en España. “El objetivo principal es protegerlos de las consecuencias del desarrollo económico y la ocupación del suelo, y evitar así la pérdida de sus valores naturales”.
De acuerdo con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), para que un espacio tenga esta consideración debe estar definido geográficamente, ser reconocido legalmente y contar con medios eficaces para preservar su naturaleza, sus servicios ecosistémicos y sus valores culturales.
Entre las áreas protegidas del mundo hay lugares tan representativos como el parque de Tayrona en Colombia, el Cañón del Colorado en EE. UU., el Distrito de los Lagos en Reino Unido y la reserva del Masai Mara en Kenia. Algunos países, como Costa Rica, han apostado por la protección de la naturaleza para impulsar su desarrollo socioeconómico. Este país latinoamericano, por ejemplo, cuenta con 27 parques nacionales y ha protegido un cuarto de su territorio.
Otro referente mundial en temas de protección de espacios naturales es España: el 36 % de su superficie terrestre y el 12,3 % de la marina están protegidas. De acuerdo con el informe Anuario 2020 del estado de las áreas protegidas en España, de EUROPARC-España, es el país europeo que más aporta a la Red Natura 2000 y el que más reservas de la biosfera tiene del mundo. Entre sus 16 parques nacionales están los Picos de Europa, el Teide, las Islas Atlánticas de Galicia y Doñana, por ejemplo.
Redes de protección
En la actualidad, las áreas protegidas ocupan el 15,7 % de la superficie terrestre y el 8 % de la marina. Desde 2010, se ha sumado a la red global una superficie de casi 21 millones de kilómetros cuadrados (más que la de EE. UU. y Canadá juntos).
Aunque su objetivo final es siempre el mismo, existen diferentes tipos de áreas protegidas y estándares de clasificación. La figura de los parques nacionales, por ejemplo, existe desde hace ya más de un siglo. A nivel de la Unión Europea, está presente la Red Natura 2000, y en el plano internacional, destaca la Reserva de la Biosfera de la UNESCO.
Dentro de los espacios protegidos, se toman tres grandes tipos de medidas:
- Conservar el patrimonio natural: de acuerdo con la directora de EUROPARC-España, su principal objetivo es conservar y recuperar las especies y restaurar los ecosistemas.
- Gestionar la atención a los visitantes: “se gestiona todo lo que tiene que ver con las visitas y el turismo en los espacios naturales”, explica Múgica. “Aquí se engloban actividades de educación ambiental, de comunicación y de difusión de valores de respeto a la naturaleza, por ejemplo”.
- Colaborar con las poblaciones locales: estas medidas buscan dinamizar los territorios en los que se encuentran estos espacios protegidos para generar oportunidades de desarrollo y conseguir que las actividades socioeconómicas (como las que derivan de agricultura, la pesca o la gestión forestal) estén en sintonía con la naturaleza y favorezcan su respeto.
“La forma de trabajar y de enfocar esta gestión cambia en las diferentes regiones del mundo”, señala Múgica. “En América Latina, por ejemplo, se da mucha importancia a los temas de gobernanza comunitaria y a cooperar con las comunidades indígenas. Los espacios protegidos de Norteamérica, por otro lado, destacan por sus labores de interpretación, educación y atención a los visitantes. Allí los 'rangers' se encargan de todo esto, a diferencia de Europa, por ejemplo, en donde los guardias se centran más en tareas de vigilancia y control”.
De la crisis de biodiversidad al cambio climático
De acuerdo con la directora de EUROPARC-España, las áreas protegidas han conseguido frenar el deterioro de la naturaleza de forma importante. “Es un logro, sobre todo si tenemos en cuenta el desarrollo tan rápido que ha habido y que hay de infraestructuras de todo tipo”, señala. “Si no existiera esta figura de espacio protegido, hubiéramos perdido mucho más. Ha tenido una función de defensa ante otro tipo de usos del territorio”.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que el simple mantenimiento de estas áreas protegidas no es suficiente para hacer frente a la crisis de biodiversidad y al resto de las amenazas a las que se enfrenta el medio natural.
“El reto actual, al menos en Europa, no está en crear más áreas de este tipo, sino en consolidar la eficacia de las que ya existen y en transversalizar las políticas para mejorar la situación fuera de los espacios protegidos. Llevar la sostenibilidad y el cuidado del medioambiente a la agricultura, el transporte y a todos los sectores con incidencia en el territorio”, señala Múgica.
Una excepción es el área marina, en donde todavía hay déficit de espacios protegidos y quedan zonas que conviene preservar. “Históricamente se le dio menos importancia a este medio, porque es menos conocido y porque la exploración y la investigación marinas son mucho más costosas y complicadas” indica Múgica. “Pero cada vez hay más conocimiento, y esto impulsa la declaración de los espacios protegidos y favorece que su gestión sea mejor”.
Otro de los desafíos a los que se enfrentan los espacios protegidos y sus gestores es el cambio climático. De acuerdo con el informe IUCN World Heritage Outlook 3 de la Unión Internacional para la Protección de la Naturaleza (UICN), se trata de la mayor amenaza para el patrimonio mundial natural, por encima de la presencia de especies invasoras.
El parque de la Gran Barrera de Coral australiana se encuentra entre los ejemplos. La acidificación de los océanos, resultado directo de su calentamiento y de la absorción de dióxido de carbono, lleva a episodios de blanqueamiento de los corales. Otros lugares, como el Pantanal de Brasil, sufren incendios forestales cada vez más frecuentes e intensos.
“Todo parece indicar que la adaptación al cambio climático va a originar un cambio de paradigma en las políticas de conservación. Será necesario sustituir las legislaciones que tenemos ahora en los espacios naturales, muy rígidas, por otras más adaptativas, flexibles”, señala Múgica.
Para conseguirlo, añade, hacen falta medios, herramientas y, sobre todo, garantizar que la toma de decisiones se siga basando en el conocimiento científico. Hay que recordar que los espacios protegidos son medios para garantizar el bienestar del planeta y, con él, el de la sociedad.