De biocombustibles a bioplásticos: ¿Cuánto le debemos a la biotecnología industrial o blanca?
La biotecnología utiliza organismos o células vivas para desarrollar vacunas o antibióticos. Cuando su misión es crear productos industriales como bioplásticos, biocombustibles o detergentes, entonces hablamos de biotecnología blanca. Esta rama de la ciencia es clave para frenar el cambio climático.
Hace exactamente un siglo, la palabra biotecnología solo se encontraba en diccionarios alemanes y, quizá también, en algunos de lengua inglesa. El término había sido acuñado por primera vez en 1919 por Karl Ereky. Este ingeniero húngaro dedicó parte de su carrera a investigar cómo las materias primas podrían utilizarse para crear productos más útiles y completos. En su investigación, cobraban especial importancia los organismos vivos.
Hoy en día, la biotecnología juega un papel fundamental en el desarrollo de nuevos productos y soluciones. Al término están ligados numerosos antibióticos y vacunas, alternativas a los plásticos y hasta los biocombustibles que pueden contribuir a suavizar el cambio climático. El desarrollo de la biotecnología, y en concreto la biotecnología blanca o industrial, se ha convertido en una pieza fundamental para hacer frente a las diferentes crisis medioambientales.
Biología y tecnología se dan la mano
Como su propio nombre indica, la biotecnología es aquella rama de la ciencia que combina biología y tecnología para desarrollar soluciones innovadoras. “La biotecnología se basa en el uso de organismos vivos o de células vivas para obtener nuevos productos”, explica Manuel Rendueles de la Vega, catedrático de Ingeniería Química de la Universidad de Oviedo y coordinador del máster de Biotecnología Alimentaria de la misma universidad.
“Cuando hablamos de biotecnología blanca o industrial, nos referimos más concretamente a aquella rama que utiliza organismos vivos o derivados de células vivas para crear productos industriales, como pueden ser bioplásticos, biocombustibles o detergentes enzimáticos”, añade.
Pero, ¿por qué la llaman blanca? Tal y como explica el profesor, los colores con los que habitualmente nos referimos a la biotecnología determinan únicamente a qué sector o campo se orientan los productos. “Existe la biotecnología roja, relacionada con la medicina y la sanidad; la verde, que es la medioambiental; o la blanca, también conocida como biotecnología industrial”, explica Rendueles. “Es importante entender que las metodologías de la biotecnología no cambian, solo lo hace el campo en el que se utilizan los productos”.
El principal objetivo de la biotecnología, independientemente de su color, es crear productos que puedan mejorar la vida de las personas y la salud de nuestro planeta. El ser humano ha hecho uso de la biotecnología durante siglos y esta ha acompañado al desarrollo de nuestras culturas. Su impacto es fácil de imaginar si pensamos en las vacunas o los antibióticos, pero va aún más allá.
Hoy en día, puede jugar un papel fundamental para hacer frente a problemas medioambientales como la contaminación por plásticos, la crisis de biodiversidad y el cambio climático, al crear productos más sostenibles y menos dañinos para nuestro entorno.
Los usos de la biotecnología blanca
La biotecnología blanca se aplica a la industria de diferentes sectores, como el cosmético, el de los biocombustibles o el de los materiales, con el objetivo principal de sustituir tecnologías contaminantes y con un alto impacto ambiental por otras más limpias. Una de las aplicaciones que más atención está acaparando hoy en día es la que crea alternativas a los plásticos.
“Es de las más importantes”, señala Rendueles. “Pensemos por ejemplo en los plásticos que protegen los alimentos o que dan forma a los envases. Estos pueden ser sustituidos por otros, creados por bioprocesos de biotecnología blanca”. En este ámbito, proyectos como el de Bio-Plastics Europe desarrollan soluciones sostenibles para producir plásticos de origen biológico (y biodegradables) que puedan usarse tanto en la tierra como en actividades marítimas.
Un producto que utilizamos en el día a día y que proviene del desarrollo biotecnológico lo forman los detergentes enzimáticos. “La regulación ha ido prohibiendo el uso de detergentes y lavavajillas basados en polifosfatos, un compuesto químico que contamina el agua y favorece la eutrofización. Por ello, hoy en día nos encontramos cada vez más detergentes enzimáticos, su alternativa basada en la biotecnología, en los supermercados”, indica Rendueles. Tal y como describe el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico del Gobierno de España, la eutrofización es una de las principales causas de contaminación de los lagos y embalses en la actualidad y “se produce cuando una masa de agua recibe un aporte muy elevado de nutrientes inorgánicos, principalmente nitrógeno (N) y fósforo (P). Así pues, un ambiente eutrofizado es aquel que contiene un exceso anormal de nutrientes”.
Otros de los productos que se están desarrollando (y alrededor de los que hay numerosos proyectos de investigación) son los biocombustibles. Un grupo de investigadores financiado con fondos europeos, por ejemplo, logró crear un biocombustible a partir de la modificación de la estructura genética de la bacteria ‘Escherichia coli’.
Tal y como explican desde Barcelona Activa, la biotecnología blanca juega un papel fundamental en el sector químico, porque aporta ventajas que incrementan su competitividad y también su sostenibilidad frente a los procesos convencionales. Esto es así porque, en lugar de realizar productos a partir de materias primas fósiles (como el petróleo y el gas natural), la biotecnología permite obtener productos químicos a partir de materias primas de biomasa.
Ventajas de la biotecnología blanca para el planeta
Aunque podrían enumerarse muchas más, la biotecnología blanca o industrial tiene tres ventajas principales. La primera es que utiliza materias primas de origen natural que, además, resultan económicas. “Por lo general, son subproductos de las industrias agrarias y ganaderas”, apunta el catedrático de la Universidad de Oviedo.
La segunda ventaja es que los procesos no requieren de mucha energía. De acuerdo con Barcelona Activa, por ejemplo, mientras que los procesos químicos convencionales requieren alta presión y temperatura, los microorganismos y sus enzimas trabajan a presión y temperaturas normales. Esto reduce el consumo de recursos, la contaminación ambiental y el empleo de sustancias contaminantes y químicos.
Por último, entra en juego la reducción de los residuos. “Como son orgánicos, son fáciles de tratar, de depositar o de descontaminar por medio de procesos también biológicos. Este es uno de los puntos más importantes”, señala Rendueles.
La disminución del impacto medioambiental de los procesos biotecnológicos es uno de los factores que más determina el desarrollo de esta industria en prácticamente cualquier sector. “El respeto al medioambiente es el fin, el objetivo final. Los compromisos de desarrollo sostenible, el aumento de la concienciación y el impulso de la investigación han favorecido que la biotecnología blanca haya avanzado muchísimo en los últimos años”, indica el catedrático.