"Dar voz a las mujeres rurales para conseguir un mundo más sostenible"
Casi 11.000 kilómetros separan a Verónica y a María Ángeles, pero hay algo que las une para siempre: las dos son mujeres rurales; una de Chile y otra de España. La distancia que las separa es comparable a los desafíos comunes a los que se enfrentan.
Verónica Contreras es una productora indígena de aguacates y alcachofas que vive en una zona aislada en Limarí, en el norte de Chile. Durante años trabajó como temporera hasta que adquirió su propia plantación para poder conciliar y atender a sus hijos. Ha tenido que esperar 30 años para alcanzar su sueño: tener la titularidad de la tierra que trabaja. Este es uno de los principales obstáculos para acceder a financiación que padecen las mujeres rurales. Además, hoy tiene acceso a servicios financieros gracias al primer banco comunal rural que la entidad de la Fundación Microfinanzas BBVA (FMBBVA), Fondo Esperanza (FE), ha implementado en su pueblo. Aunque la conectividad sigue sin llegar y parece que la lluvia tampoco, grandes obstáculos para su actividad económica.
En España, María Ángeles Díez, por su parte, cría vacas y cerdos en Ordial de la Barca, una pequeña aldea asturiana. Decidió dejar su trabajo como administrativa para vivir en el campo, retomar el negocio de su familia y poder conciliar mejor su actividad laboral con la crianza de sus hijos. Cuenta que al principio fue difícil porque otros ganaderos preguntaban por su marido porque les costaba negociar con ella. Vivió en sus carnes los sesgos de género por ser mujer en “un mundo de hombres”, pero insiste en que ya no le pasa y afirma que la realidad ha cambiado mucho para las mujeres rurales. Aún así, sufre brechas de conectividad y de acceso a infraestructuras y le abruma la cantidad de burocracia.
La ganadera asturiana María Ángeles Díez, en su explotación de ganado vacuno en Ordial de la Barca (Asturias)
Verónica y María Ángeles son dos “guardianas de la tierra”: ambas comparten su amor por la naturaleza, el cuidado del medioambiente y la pasión de cultivar alimentos. Las mujeres rurales como ellas son un tercio de la población mundial y el 43% de la mano de obra agrícola, según datos de Naciones Unidas. Además, un tercio de los alimentos del mundo los producen pequeños productores, la mayoría mujeres.
Ellas han sido las protagonistas del acto “El rol de las mujeres rurales para lograr un desarrollo sostenible” celebrado por la Fundación Microfinanzas BBVA y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) para conmemorar el Día Internacional de la Mujer Rural que se celebra el 15 de octubre.
Las mujeres rurales son esenciales para garantizar la seguridad alimentaria: su papel en la lucha contra el hambre es fundamental. Datos recientes de ONU Mujeres (Gender Snapshot 2024) muestran que superar la brecha de género en la productividad agrícola y la brecha salarial en los sistemas alimentarios reduciría en 48 millones el número de personas que padecen inseguridad alimentaria (el equivalente a la población de España) y 150 millones podrían salir de la pobreza si tuvieran acceso a los mismos recursos productivos que los hombres. Cerrar la brecha de género en productividad agrícola y salarial de los sistemas alimentarios podría incrementar el PIB mundial en 1 billón de dólares.
Conscientes de los obstáculos que enfrentan a la hora de acceder a servicios financieros, la Fundación Microfinanzas BBVA se los brinda a 1.7 millones de mujeres, así como asistencia técnica.
En 2023, la FMBBVA concedió 620 millones de euros en créditos productivos. Del total de mujeres atendidas, un tercio son rurales y, de éstas, otro tercio se dedica a actividades agropecuarias. Además, 8 de cada 10 están en situación de vulnerabilidad o pobreza, con una brecha de 7 puntos porcentuales respecto a los hombres.
Junto con la banca comunal rural, en la que participa Verónica, la Fundación cuenta con productos de crédito específicos como 'Agromujer', que ofrece financiación sin la necesidad de que sean ellas las titulares de la tierra y se adapta a la estacionalidad del cultivo, o 'Ganadería familiar sostenible', que permite promover prácticas respetuosas con el medio ambiente en actividades de crianza de patio de animales o pequeños huertos, labores mayoritariamente realizadas por mujeres.
También les ofrece seguros con asistencia telefónica de salud, legal y psicológica en zonas rurales por menos de 3 dólares al mes, que incluyen información sobre el manejo de plagas o enfermedades de sus animales. La Fundación ha desarrollado contenidos de formación en sostenibilidad a través de las plataformas de e-learning, gratuitas y de libre acceso, que les forman sobre el uso del agua, bosques o agricultura ecológica. También fomenta su conectividad con 93 corresponsales satelitales en las zonas más remotas de Perú, Colombia y Panamá, promoviendo su inclusión digital.
En el ámbito de las finanzas sostenibles o “verdes”, la FMBBVA, cuenta con créditos de adaptación, mitigación, agua y saneamiento y seguros climáticos. Las mujeres son la mitad del total de los 160.000 emprendedores que han contratado estos productos “verdes” por valor de 31 millones de euros a finales de 2023. Cuando los conocen, apuestan por ellos y por la sostenibilidad de sus cultivos.
Su preocupación por la sostenibilidad está bien fundada: se estima que 158 millones de mujeres y niñas podrían caer en pobreza extrema de aquí a 2050, como consecuencia del cambio climático, además de tener una probabilidad hasta 14 veces mayor de morir durante un desastre natural o llegar a ser el 80% de los migrantes climáticos, según datos de Naciones Unidas. Pero lejos de ser víctimas, estas mujeres son agentes de cambio, sobre todo en todo lo relativo a la adaptación. Son una fuente de soluciones de agricultura resiliente, biodiversidad y seguridad alimentaria. Por eso hay que trabajar más en la intersección del género y clima e incrementar la financiación que se dirige a ambos fines, algo que ya se está reclamando a nivel internacional en foros como la Cumbre del Futuro o la Semana del Clima de Nueva York. Sólo 22.000 millones de dólares de la ayuda oficial al desarrollo se destinaron a finanzas climáticas con enfoque de género según la OCDE para el periodo 2019-20.
Para lograr un mundo más sostenible es fundamental contar con las mujeres rurales. De hecho, uno de los desafíos es incrementar su participación en comunidades, gobiernos e instituciones internacionales y hacerlo en red para promover los cambios y que participen en la toma de decisiones. Hacerlo permitiría que las cuestiones ambientales se incluyeran hasta 2 veces y media más en las agendas públicas y en la toma de decisiones, según datos del Women Leaders in Climate.
Foto de familia del acto sobre mujeres rurales, organizado por la FMBBVA
Alguien que ha luchado para que más mujeres ocupen estos espacios es Luz Haro Guanga, líder rural ecuatoriana y secretaria ejecutiva de la Red de Mujeres Rurales de América Latina y el Caribe (REDLAC) que también intervino en el acto. Luz lleva tres décadas impulsando el reconocimiento a la labor de las mujeres rurales. Este año ha logrado que la Organización de Estados Americanos (OEA) declare el Decenio Interamericano por los Derechos de Todas las Mujeres, Adolescentes y Niñas en Entornos Rurales de las Américas 2024-2034. Contar con el liderazgo de las mujeres rurales permite reconocer su rol en la lucha contra el hambre y la pobreza y su papel esencial contra el cambio climático.
Por otro lado, tenemos que considerar la intensa carga de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que limita su tiempo “productivo”. Técnicas sostenibles como los biodigestores, las cocinas eléctricas (en lugar de las de carbón) o el acceso a agua potable y saneamiento pueden liberar millones de horas a las mujeres en las tareas de recolectar agua y leña. El acceso a agua, saneamiento o electricidad, como bien recordaba Gabriel Martín, de la Fundación Acciona, “permite liberar hasta 160 horas anuales para otras tareas productivas”.
Y por supuesto, seguir cerrando la brecha digital de género, en especial en las zonas rurales para que puedan acceder a servicios financieros, formarse, vender online, conectarse e insertarse en cadenas de valor. Así lo apuntaba también Teresa López, presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (Fademur), que está formando a 500 mujeres rurales para que piloten drones y puedan aprovechar los beneficios de la tecnología y la inteligencia artificial en beneficio de sus explotaciones agropecuarias.
“Sólo podremos lograr un desarrollo sostenible si las mujeres no abandonan los pueblos”, concluía Carmen Quintanilla, presidenta de la asociación Afammer, que moderó la conversación con Verónica y María Ángeles. La independencia económica es una condición necesaria pero no suficiente: necesitamos encontrar respuesta en el mundo rural al tema de los cuidados, la violencia machista, el acceso y uso de la tecnología, el acceso a servicios públicos y participar en la toma de decisiones.
Desde la Fundación seguiremos trabajando en visibilizar la labor de las mujeres rurales y cerrar sus brechas de género a través del empoderamiento económico para que cuenten con igualdad de oportunidades y de derechos. Hacerlo nos permitirá luchar contra el hambre, la pobreza y el cambio climático. Sólo así podremos construir sociedades más prósperas y sostenibles.